Los alimentos transgénicos (Parte 1)

"El precio de la Grandeza, es la Responsabilidad"
Winston S. Churchill

Los Alimentos Transgénicos (Parte 1)























La biotecnología es un tema vital que nos impacta a todos. “La tecnología que recombina DNA enfrenta a nuestra sociedad con problemas sin precedentes, no sólo en la historia de la ciencia, sino de la vida en la Tierra. Pone en manos humanas la capacidad de rediseñar organismos vivos, el producto de tres billones de años de evolución. Dicha intrusión no debe ser confundida con intrusiones anteriores en el orden natural de organismos vivos: reproducción de animales y plantas. Todos los procedimientos tempranos trabajaron en el interior aislado o cerrado de especies conexas. Nuestra moralidad hasta ahora avanzó sin restricciones para aprender todo lo que pudiéramos sobre la naturaleza. Reestructurar la naturaleza no formaba parte del convenio. Esta dirección puede ser no sólo imprudente, sino también peligrosa. Potencialmente, puede engendrar nuevas enfermedades de animales y plantas, nuevas fuentes de cáncer, nuevas epidemias.” (Dr. George Wald: Premio Nobel de Medicina, 1967 - Profesor de Biología en la Universidad de Harvard). 


Desde la antigüedad el hombre ha modificado distintos vegetales para su alimentación. Pero la técnica más avanzada, la ingeniería genética, se ha estado desarrollando desde hace pocos años, y permite en un corto tiempo y en forma controlada modificaciones que antes costaban décadas de trabajo. En sus comienzos, la ingeniería genética se utilizaba para modificar genéticamente microorganismos para producir sustancias de uso farmacéutico como la insulina. Luego se fueron desarrollando más y más investigaciones que derivaron en la obtención de vegetales y animales modificados de forma tal de mejorar sus propiedades implícitas. Estas modificaciones tuvieron un inmediato impacto en el aumento de la vida comercial de los productos, la resistencia a condiciones ambientales más agresivas, resistencia a los herbicidas más fuertes y en la autodefensa contra plagas e insectos. El primer Organismo Genéticamente Modificado (OGM) que fue producido masivamente fue el tomate Flavr Svr. 

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Después se comenzó a modificar la soja, para hacerla más resistente a herbicidas, y luego el maíz para resistir algunos insectos. Estos últimos forman los mayores cultivos agrícolas de origen transgénico en el mundo. Pero, como todo avance tecnológico tiene detractores, este no fue la excepción. Los opositores de la manipulación genética de los alimentos enuncian que ésta atenta contra la salud de la población. Estas voces de protesta se basan en la existencia de áreas con diversas dudas con respecto al tema que la ciencia no ha publicado completamente. Es por esto que varias organizaciones ecologistas promueven la agricultura biológica y orgánica, y el consumo de alimentos de calidad que no se “crean” a base de alteraciones genéticas y elementos agroquímicos o agrotóxicos. Hoy en día se conoce muy poco sobre este tipo de alimentos y sus beneficios y perjuicios para la salud de las personas. Los alimentos transgénicos son aquellos organismos modificados genéticamente para manipulación del material genético (ADN) que es donde se encuentra la información necesaria para determinar la naturaleza de un organismo. Existen dos grupos de alimentos transgénicos que son:
-Los de consumo (tomates, lácteos, papas, hortalizas).
-Los utilizados como materia prima para crear un nuevo alimento. (La soja)
Todas estas modificaciones vienen de la mano de ingenieros químicos quienes manipulan y analizan la información genética con el fin de mejorar una especie. El ácido desoxirribonucleico (ADN) es una molécula situada en el núcleo de la célula cuya función principal es controlar los procesos vitales de los seres vivos. El ADN se organiza en forma de cromosomas y contiene el material genético de todos los organismos celulares, también de la mayoría de los virus. A la vez mantiene la información necesaria para guiar la síntesis de proteínas (producción de proteínas necesarias para el desarrollo de la célula) y la replicación (el ADN se copia a sí mismo y al reproducirse la célula transmite la información copiada generando descendencia). 


Los alimentos transgénicos llevan varios años introduciéndose cada vez más en nuestra sociedad. Las informaciones que se conocen al respecto son muy contradictorias: políticos, instituciones, organizaciones, médicos, medios de comunicación, científicos expertos, consumidores y ecologistas son algunos de los actores principales de un tema que trasciende lo objetivo y que en numerosas ocasiones, debido a el alud de información opuesta, conduce inexorablemente a una confusión perpetua para el ciudadano de a pie, impidiendo dilucidar de forma clara qué es y qué sólo parece, en un tema vital que será clave en multitud de ámbitos no sólo relacionados con la alimentación. Existen multitud de preceptos y advertencias respecto a los transgénicos. El ser humano cría animales y cultiva vegetales des de hace más de diez mil años. Durante todo ese tiempo la necesidad o la intención productiva de los alimentos ha provocado que se buscaran continuamente nuevas fórmulas con el objetivo de mejorar la producción, y poder obtener así mejoras notables en las actividades dedicadas a la obtención de productos alimentarios. En este ámbito es innegable que la llamada biotecnología ha tenido un papel fundamental en dicha búsqueda de nuevas formas de elaboración de productos mejores. En primer lugar sería importante comprender bien el significado de la biotecnología. Esta es una ciencia que estudia la biología interrelacionada y enlazada con la tecnología así como su nombre indica. A partir de la unión de ambas disciplinas se pueden conseguir una serie de avances tecnológicos basados en enfoques biológicos, agrícolas, farmacéutico, alimenticios y médicos. Otra definición de biotecnología seria la utilización de organismos vivos o partes de ellos, para obtener o modificar productos, plantas o animales o desarrollar nuevos microorganismos con objetivos específicos. Aunque pueda parecer extraño, el hombre utiliza la biotecnología en el campo alimenticio desde hace miles de años, aunque con técnicas primitivas. Si nos ceñimos a que los alimentos transgénicos son aquellos que están mejorados de alguna manera, podemos llegar a la conclusión de que la fabricación del pan y la cerveza, que se basa en el empleo de células de levadura, es un proceso biotecnológico. Pero si nos fijamos en hechos más recientes, la biotecnología tal y como la conocemos actualmente comenzó a desarrollarse a partir de los años 50, cuando James Watson y Francis Crick descubrieron la estructura de la molécula de ADN, que es donde se almacena la información genética, es decir, la herencia, en todos los seres vivos. 


Partiendo de su importante descubrimiento, así como del hecho de que el ADN está formado por cuatro nucleótidos, Watson y Crick descubrieron que la molécula de ADN está formada por dos filamentos que forman una doble hélice. Sin duda, estos dos hombres fueron muy importantes para el desarrollo de lo que hoy conocemos como Biotecnología. La biotecnología posee un gran potencial para obtener cantidades prácticamente ilimitadas de:
• Sustancias nunca utilizadas anteriormente,
• Productos obtenidos normalmente en cantidades pequeñas,
• Productos con un costo de producción menor que el de los obtenidos normalmente,
• Productos con mayor seguridad que los hasta ahora disponibles y
• Productos obtenidos a partir de nuevas materias primas más abundantes y baratas que las usadas anteriormente.
Una vez conocido el origen y los fundamentos de la biotecnología podemos hablar de los alimentos transgénicos. Los transgénicos son alimentos modificados genéticamente, es decir, mediante ingeniería genética. Son obtenidos a partir de una técnica que utiliza células vivas, cultivo de tejidos o moléculas derivadas de un organismo como, por ejemplo, los enzimas. Todo esto nos vale para obtener, modificar o mejorar un producto, o desarrollar un microorganismo para utilizarlo con un propósito específico. Básicamente los podríamos definir como un alimento obtenido de un organismo al cual le han incorporado genes de otro para producir las características deseadas. Desde 1997, la superficie total de tierra utilizada para el cultivo de alimentos genéticamente modificados ha aumentado en un asombroso 80% y pone de manifiesto la popularidad de estos productos alimenticios, sin embargo, eso no significa que los productos transgénicos no están rodeados de controversias. 


Mientras su uso y consumo se nota a través de la historia de los productos transgénicos, no se puede dejar de notar que han sido más las noticias de numerosas polémicas que los rodean y cuestionan sus beneficios. Antes de pasar a la historia, en un intento de ver el desarrollo de los alimentos genéticamente modificados, o productos transgénicos como también son conocidos, vamos a tratar de entender lo que los en realidad significa el poder hablar de los alimentos genéticamente modificados. La historia de los alimentos genéticamente modificados se remonta a mediados del siglo 19, cuando Gregor Mendel, que era monje botánico, llevó a cabo un experimento en el que se cruzaron algunas especies diferentes de guisantes para demostrar que ciertos rasgos de una especie se heredan en este proceso. A pesar de que Mendel es considerado el fundador de la ciencia de hoy en día la genética, sus esfuerzos no fueron reconocidos sino hasta el siglo 20. En relación a las teorías de Mendel, la hibridación o cruzamiento es la reproducción de diferentes variedades de plantas o animales, pero siempre de la misma especie. 


El cruzamiento se utiliza porque los primeros descendientes adquieran el llamado “vigor híbrido”, que consiste básicamente en ser más fuertes y resistentes que sus progenitores, es decir en mejorar sus características respecto sus anteriores generaciones. Un caso especial de hibridación interespecífica consiste en la reproducción de organismos de diferentes especies por cercanas desde el punto de vista fisiológico y filogenético. Este tipo de hibridación es muy rara en la naturaleza debido a los mecanismos de aislamiento como la imposibilidad de acoplacion entre genitales del macho y de la hembra. Un hecho importante a destacar de los elementos transgénicos sobre este tipo de hibridación entre especies es la esterilidad del individuo o elemento resultante. Observamos así que en la naturaleza el intercambio genético entre especies está normalmente muy obstaculizado por distintas barreras, con lo que podemos concluir en la imposibilidad natural en el cruzamiento de organismos de familias distintas. Finalmente, las observaciones de Mendel lograron allanar el camino para el desarrollo de la primera planta modificada genéticamente, la cual fue una planta de tabaco resistente a los antibióticos; esto se realizó en el año de 1983.  


La producción de semillas híbridas en conjunto a la utilización de fertilizantes provocó grandes aumentos en el periodo comprendido entre 1950 y 1984. Este periodo también fue llamado posteriormente “la revolución verde”. Después de que el avance de 1983 fue confirmado, llevó a los científicos unos diez años en lograr crear el primer alimento genéticamente modificado para uso comercial. Este producto transgénico fue un tomate creado por una compañía con sede en California y que su nombre es Calegne. La nueva especie de tomate, que fue nombrado FlavrSavr por la empresa, se puso a disposición comercialmente en 1994.  A pesar de que los consumidores mostraron un gran interés en el mismo, la compañía detuvo su producción en 1997 debido al hecho de que su vida útil hace que sea menos rentable para la empresa. No obstante, gracias a esos avances, hoy en día, un agricultor los puede plantar con innumerables características curiosas: pueden ser resistentes a numerosas plagas, con menos agua en su interior (lo cual quiere decir que se conservarán en buen estado durante más tiempo), gigantes, diminutos, especialmente sabrosos, con un aspecto asombrosamente saludable.  Pese a que la mejora vegetal produce mejores se ve limitada a la compatibilidad sexual, que como hemos dicho impide la fecundación de especies por fertilización cruzada. Es en este punto adquiere especial importancia la ingeniería genética, la cual consigue ampliar esos límites y romper las barreras interespecíficas, consiguiendo mezclar material genético de especies totalmente dispares tales como por ejemplo una planta y un hongo. En este proceso un organismo recibe genes, no presentes en su material genético, de otro organismo, obteniendo así granes efectos beneficiosos. En este principio y esta técnica se basan los que actualmente conocemos como alimentos transgénicos. Recapitulando, se puede decir que los alimentos transgénicos se obtienen a partir de complicadas técnicas de ingeniería genética que, aunque parezca mentira, podemos explicar de una manera bastante básica y sencilla: imaginemos que compramos un tomate y permanece en buen estado durante 4 días aproximadamente. Sin embargo, una variedad de tomates un poco más caros puede llegar a aguantar unos 7 días.  


Con esta historia pretendo explicar una de las ventajas principales de los alimentos transgénicos. Además, resulta que ese tomate más caro es más sabroso que su “competidor”, y a mayores lleva incorporadas una serie de vitaminas que hacen que sea más sano. Parece extraño, pero es cierto. Hoy en día podemos encontrar dos productos a simple vista similares, pero que en realidad presentan innumerables diferencias. Para obtener estos extraños alimentos, los científicos cogen una célula del tomate convencional y extraen los alelos que rigen un determinado carácter. En su lugar incorporan otros normalmente extraídos de otro organismo que hagan funcionar al futuro tomate de forma diferente. Aunque parezca sencillo, no lo es. Lleva tiempo encontrar los alelos correspondientes a cada carácter y sustituirlos por otros adecuados. Además, existe la posibilidad de que se produzca un rechazo, pero no es habitual. Es cierto, no obstante, que dicho proceso también tiene consecuencias fisiológicas y bioquímicas impredecibles, ya que se transfieren otros genes junto al gen deseado con el objetivo de estimularlo o incluso otros genes que actúan como gen marcador para identificar el material transferido o transformado.  


Las consecuencias de tales sucesos no solo se pueden sospesar a nivel sanitario, ecológico o científico puramente sino también a nivel filosófico, moral y hasta religioso. Uno de los más importantes riesgos medioambientales que acarrean los cultivos manipulados es que, una vez cultivadas las semillas, aparezcan híbridos entre esas plantas transgénicas y otras salvajes, pero de la misma familia, situadas en las inmediaciones. No sería extraño que estas nuevas plantas incorporasen la propiedad artificial, como la resistencia a algunos herbicidas ha tenido éxito. Con ello, según advierten estos grupos, se está provocando el fenómeno generalizado. Mientras entre la población surgen y crecen las dudas sobre la seguridad de los alimentos resultantes de la biotecnología, los científicos insisten en señalar que hasta el momento nadie ha podido demostrar que estos alimentos sean malos para la salud y que ninguna persona ha enfermado o desarrollado problemas por consumirlos. También apoyan sus tesis señalando que todos los alimentos comercializados en Estados Unidos, Australia y Europa han pasado estrictos controles sanitarios que avalan su seguridad. 


Además, las multinacionales que se dedican a la producción variedades genéticamente modificadas señalan que sus productos suponen un importante aumento de las producciones y son considerablemente más respetuosos con el medio ambiente al posibilitar una reducción del número de tratamientos con productos químicos como herbicidas e insecticidas. Como consecuencia del uso masivo de alimentos transgénicos, han nacido en todo el mundo manifestantes de la corriente ecológica y científicos que están en contra de la manipulación del ADN de los organismos. Existen varios argumentos que validan esta corriente, como por ejemplo, los temores a impactos ambientales, las creencias religiosas, los cambios culturales y dependencias económicas, sin embargo, el más importante es el temor al impacto que puede crear en la salud como la resistencia a los antibióticos y nuevas alergias. La responsabilidad en este caso corresponde a investigar todos los posibles efectos que vayan a tener los transgénicos en nuestro organismo. Pero el deber no es solo del productor, también es del consumidor, tiene que averiguar, asegurarse de que lo que come no es perjudicial para su salud porque nadie sabe cómo va a reaccionar su cuerpo frente a los genes desconocidos.  


Creemos que es un tema que debe ser analizado con mucha cautela, porque es algo delicado que involucra la salud de toda la humanidad. El precio a pagar por una mala investigación previa podría llegar a ser muy alto si esto no se toma en serio. La posibilidad de transferir genes de una especie a otra y patentar organismos vivos geneticamente modificados con utilidad industrial, ha posibilitado el crecimiento enorme de la biotecnología y generados intereses comerciales con un amplio poder para las empresas biotecnologías. De acuerdo con la Convención de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica, de 1992, la biotecnología se refiere a toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados, para la creación o modificación de productos o procesos para usos específicos. Se define un organismo geneticamente modificado o transgenico (OGM) como un organismo cuyo material genético ha sido modificado de una manera que no se produce naturalmente en el apareamiento ni en la recombinación natural.  Se caracteriza por contener una fracción del ADN de otro organismo integrado en su propio ADN. El gen o los genes insertados determinan la presencia especifica de nuevas proteínas. Como resultado, el organismo transgenico gana una nueva función o rasgo ajeno a su naturaleza. El funcionamiento del sistema genético es básicamente el mismo en todos los seres vivos. Genes de plantas o animales (incluidos humanos) pueden funcionar cuando son transferidos a otro organismo, fundamento de la posibilidad de generación de transgenicos. Los alimentos transgénicos están en la mesa de los consumidores de muchos países en el mundo desde hace ya casi quince años. A lo largo de todo este período, el debate en torno a la seguridad de los mismos no ha cesado. Por un lado, las compañías biotecnológicas productoras de organismos genéticamente modificados, apoyadas por un sector de la comunidad científica (a veces ligado directa o indirectamente a los intereses de las mismas compañías), afirman que los alimentos transgénicos son seguros, que ningún alimento en la historia ha sido tan escrupulosamente evaluado y que no hay evidencia científica de que puedan provocar daños en la salud del consumidor. Por otro lado, estudios científicos independientes encaminados a investigar los efectos a largo plazo en la salud humana, indican posibles efectos adversos en el organismo de animales de laboratorio alimentados con alimentos transgénicos. 


Hay muchas opiniones, pero pocos datos precisos, objetivos y confiables acerca de los riesgos potenciales asociados al consumo de alimentos transgénicos, a pesar de que estos riesgos debieron ser examinados antes de su introducción al mercado. Los conocimientos actuales en torno a alimentos transgénicos siguen siendo insuficientes y resulta imprescindible que la comunidad científica internacional asuma el reto de llevar a cabo los estudios pertinentes. En la segunda mitad de 2008 los mercados financieros se desplomaron y los titulares de las noticias pasaron de la crisis alimentaria a la crisis financiera. Sin embargo, la crisis alimentaria persiste: Robert Zoellick, el presidente del Banco Mundial, ya ha anunciado que los precios de los alimentos seguirán altos por varios años. En 2006 y 2007, la cantidad de personas en condiciones de inseguridad alimentaria aumentó de 849 millones a 982 millones. La evaluación de julio de 2008 del Departamento de Agricultura de Estados Unidos pronostica que la cantidad de personas que padecen hambre en 70 países aumentará a 1 300 millones para el año 2020. Es decir, no se reducirá a la mitad la cantidad de gente con hambre para el año 2015 (como se tenía proyectado), sino que aumentará en un porcentaje significativo.  Por otro lado, se calculó que el gasto de la importación de alimentos de 82 países pobres (designados países de bajos ingresos y con déficit alimentario) alcanzaría los 169 mil millones de dólares en 2008, un 40 por ciento más que en 2007. Producir suficiente cantidad de alimentos (sanos e inocuos) y lograr la distribución equitativa de los mismos es el gran reto, si es que se quiere alimentar y librar del hambre a la creciente población mundial, al mismo tiempo que se reducen los impactos negativos en el medio ambiente.  Las tendencias del comercio mundial de alimentos cambiaron radicalmente en los últimos años. Según un informe de la FAO del año 2004, a principios de la década de 1960, los llamados países en desarrollo tuvieron, en general, un excedente comercial agrícola, pero esta tendencia se revirtió una vez que se implementaron las reformas en materia agropecuaria, y hoy, los “países en desarrollo” importan un alto porcentaje de los alimentos que requieren.  


Es, en este contexto, en el que se desarrollan los alimentos transgénicos, promovidos en el nombre de la lucha contra el hambre y la desnutrición, garantizando simultáneamente el uso sustentable de los recursos naturales. El dilema ético es que estas promesas no se han cumplido. Después de varios años de haberse introducido al mercado los cultivos y alimentos transgénicos, la inseguridad alimentaria persiste y aumenta año con año. Hasta el momento, no se han comercializado alimentos transgénicos más nutritivos y parece ser que las prácticas agrícolas que acompañan a lo cultivos transgénicos no han sido menos agresivas con el medio ambiente. No sólo eso, cultivos como el maíz que debieran destinarse para el consumo humano en un mundo con pueblos que padecen hambre, han sido modificados genéticamente para producir sustancias no comestibles (fármacos y sustancias industriales). Ya se han reportado ensayos en Estados Unidos de estas líneas de “maíz biorreactor”.  Junto a las seductoras promesas de bienestar, salud, riqueza y desarrollo, se han identificado también riesgos potenciales para el medio ambiente, la salud humana y los derechos fundamentales de campesinos y pequeños productores. Las dudas son mayores cuando se tiene en cuenta que los cultivos transgénicos son impulsados por poderosas corporaciones agroalimentarias, las mismas que han promovido y promueven el uso de pesticidas y otros agroquímicos (Monsanto, DuPont, Bayer, Dow Agro Sciences y Syngenta). Más preocupante aún es la historia de una de estas corporaciones, Monsanto, manchada de numerosos escándalos que remontan a la época en la cual era solamente una empresa de productos químicos. 


La disimulación de la toxicidad de los PCB, de la dioxina y del “agente naranja” son claros ejemplos. Más recientemente, la corporación fue condenada dos veces en los Estados Unidos y en Francia por publicidad engañosa sobre su producto estrella, el herbicida Roundup.  La Biotecnología Moderna, que utiliza técnicas de Ingeniería Genética, ha brindado a la sociedad en los últimos años una serie de productos verdaderamente útiles en el área farmacéutica. Un buen ejemplo es la producción de insulina recombinante que ha permitido poner a disposición de los pacientes diabéticos insulina casi exactamente igual a la hormona humana a un precio más accesible.  Estas aplicaciones farmacéuticas de la Biotecnología Moderna han tenido una amplia aceptación en la sociedad, pero algo distinto ha ocurrido con la misma tecnología aplicada a la producción de alimentos transgénicos. Hasta el momento, los consumidores no hemos recibido un beneficio “tangible” de los alimentos transgénicos. No son ni más económicos ni mejores que los alimentos convencionales. Por otro lado, la controversia y los resultados totalmente opuestos es la norma cuando se trata de determinar los efectos de este tipo de alimentos sobre la salud en humanos y animales de laboratorio.  


El “acalorado” debate en torno a los alimentos transgénicos se ha politizado a un grado tal que resulta difícil para las personas tomar decisiones informadas sobre la compra y consumo de alimentos transgénicos. Menos aún cuando en países como México, los alimentos transgénicos no se encuentran etiquetados. Algo distinto ha ocurrido en Europa, donde las preocupaciones de los consumidores así como el alto porcentaje de rechazo hacia los alimentos transgénicos han dado lugar al etiquetado de los mismos así como a diversas moratorias a la siembra de cultivos transgénicos.  Los efectos en el medio ambiente han despertado un sinfín de preocupaciones, sobre todo, ante la posibilidad de flujo génico y la contaminación de variedades criollas con transgenes. Para el caso específico de un país como México, que es centro de origen y diversidad genética de varios cultivos alimentarios, entre ellos el maíz, las preocupaciones son aún mayores. Sobre todo cuando a pesar de que no se ha aprobado ninguna solicitud para la siembra de maíz transgénico, ya se ha reportado la presencia de transgenes en cultivos de maíz criollo de varias localidades en Oaxaca y el Distrito Federal. 


Son muy pocos los estudios científicos que se han realizado, algunos de ellos con resultados opuestos a los obtenidos en los estudios auspiciados por las corporaciones desarrolladoras de cultivos transgénicos. Por otro lado, ha sido prácticamente imposible dar seguimiento a casos de seres humanos alimentándose con alimentos transgénicos, sobre todo, en países en los que dichos alimentos no se etiquetan. A pesar de la escasa información, un ejercicio indispensable es averiguar el nivel de investigación en torno a los efectos de este tipo de alimentos en la salud humana, así como conocer los procedimientos que han implementado las autoridades competentes para la evaluación de la inocuidad de los organismos transgénicos destinados para consumo humano. Tanto el maíz como la soya pueden consumirse directamente o bien, podemos encontrar en el mercado proteína de soya o la harina de maíz y sus productos. La soya se utiliza también como materia prima para obtener aceite y lecitina. El maíz se utiliza como fuente de almidón, que tiene aplicaciones directas, y que a su vez es materia prima para fabricar glucosa, ésta última con aplicaciones directas o como materia prima para fabricar fructosa. A pesar de que en México es poca la producción de cultivos transgénicos (soya y algodón a escala piloto), se importan granos y alimentos provenientes de Estados Unidos, el principal productor de cultivos y alimentos transgénicos, por lo tanto, es probable que los productos que ofrece la industria alimentaria sean alimentos elaborados a partir de materias primas transgénicas. Los cultivos transgénicos comercializados hasta el momento, y que son utilizados en la industria alimentaria, han sido modificados genéticamente en dos rasgos principales: la resistencia a insectos y la tolerancia a herbicidas. Los desarrolladores de estos cultivos afirman que ambos rasgos agronómicos tienen como propósito aumentar los rendimientos de los cultivos, reducir los costos de producción y la disminución del uso de agroquímicos. Aunque no es el consumidor el beneficiario directo de estas variedades transgénicas, podría serlo a largo plazo si realmente se producen más alimentos a menor costo.  

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El problema es que después de varios años de siembra de cultivos transgénicos, no se han producido más alimentos ni se ha reducido el costo de los mismos. Serios análisis de investigaciones independientes a las corporaciones biotecnológicas así lo han indicado. Por otro lado, en los últimos años se han obtenido plantas transgénicas en las que se ha modificado la composición bioquímica de sus frutos o semillas, con la intención de producir alimentos que sean mejores que los convencionales en cuanto a su composición nutricional. Se han conseguido modificar, tanto la composición de los ácidos grasos de sus triglicéridos y fosfolípidos, como las características y cantidad de su almidón, proteínas o vitaminas. De esta manera, se han logrado alimentos con mayor contenido vitamínico y un mejor balance de ácidos grasos, alimentos “hipoalergénicos” y alimentos “con valor añadido”. Pero hasta la fecha, no se han comercializado este tipo de alimentos transgénicos, a pesar de que sus desarrolladores afirman que se encuentran en etapas de investigación avanzadas. Existen serias preocupaciones en torno a la incertidumbre del método de transformación genética.

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