RIESGOS y PELIGROS en ALIMENTOS (Parte 1)
“Lo
imposible es el fantasma de los tímidos y el refugio de los cobardes”
Napoleón
Bonaparte
Análisis de Riesgos y Peligros Microbiológicos
Los riesgos ocasionados por peligros microbiológicos
constituyen un problema grave e inmediato para la salud humana. El análisis de
riesgos microbiológicos es un procedimiento que consta de tres componentes:
evaluación de riesgos, gestión de riesgos, y comunicación de riesgos, siendo su
objetivo global garantizar la protección de la salud pública. La correcta
evaluación de dichos riesgos, constituye un elemento clave para asegurar el
empleo de conocimientos científicos sólidos a efectos de establecer normas,
directrices y otras recomendaciones en relación con la inocuidad alimentaria,
con miras a brindar mayor protección a la comunidad y facilitar el comercio
internacional. El proceso de la evaluación de riesgos microbiológicos debe
incluir información cuantitativa, en la mayor medida posible, para la
estimación del riesgo. Una evaluación de riesgos microbiológicos debe llevarse
a cabo utilizando un enfoque estructurado que será de interés primordial para
los gobiernos aunque podrán encontrarlo beneficioso también otros organismos,
compañías y demás entidades interesadas que necesiten preparar una evaluación
de riesgos microbiológicos.
Puesto que la evaluación de riesgos microbiológicos es una
disciplina en evolución, es posible que se requiera un cierto tiempo para
aplicar estas directrices y que también sea preciso brindar capacitación
especializada en los países que lo consideren necesario. Tal puede ser el caso,
especialmente, de los países en desarrollo. El 22º período de Sesiones de la Comisión
del Codex Alimentarius, entre otras resoluciones, adoptó como válidas aunque
provisorias, las siguientes definiciones, pasibles de ser cambiadas a la luz de
la evolución de la disciplina de análisis de riesgos, o como resultado de los
esfuerzos por armonizar definiciones similares entre las distintas disciplinas:
Evaluación de la relación dosis-reacción: Determinación de
la relación existente entre la magnitud de la exposición (dosis) a un agente
químico, biológico o físico y la gravedad y/o frecuencia de los efectos
adversos para la salud (reacción) que dicho agente produce.
Evaluación de la exposición: Evaluación cualitativa y/o cuantitativa
de la ingestión probable de agentes biológicos, químicos y físicos mediante los
alimentos, así como de la exposición procedente de otras fuentes, cuando
proceda.
Peligro: Agente biológico, químico o físico presente en un
alimento, o condición de dicho alimento, que pueden ocasionar un efecto nocivo
para la salud.
Caracterización del peligro: La evaluación cuantitativa o
cualitativa de la naturaleza de los efectos nocivos para la salud asociados con
el peligro en cuestión. Para los fines de la evaluación de riesgos
microbiológicos, son objeto de interés los microorganismos y/o sus toxinas.
Identificación del peligro: La identificación de los agentes
biológicos, químicos y físicos capaces de causar efectos adversos para la salud
y que pueden estar presentes en un alimento o grupo de alimentos en particular.
Evaluación cuantitativa del riesgo: Una evaluación del
riesgo que ofrece expresiones numéricas del mismo, así como una indicación de
la incertidumbre que conlleva.
Evaluación cualitativa del riesgo: Una evaluación de riesgos
basada en datos que, a pesar de no constituir una base suficiente para cálculos
numéricos del riesgo, permiten, si se cuenta con un conocimiento previo de
expertos y una identificación de las incertidumbres que conllevan, establecer
una clasificación de los riesgos según su gravedad o separarlos en categorías
descriptivas.
Riesgo: Una función de la probabilidad de que se produzca un
efecto adverso para la salud y la gravedad de este efecto, consiguiente a uno o
más peligros presentes en los alimentos.
Análisis de riesgos: Un proceso que consta de tres
componentes: evaluación de riesgos, gestión del riesgo y comunicación del
riesgo.
Evaluación de riesgos: Un proceso con base científica que
consta de la siguientes fases: i) identificación del peligro, ii)
caracterización del peligro, iii) evaluación de la exposición, y iv)
caracterización del riesgo.
Caracterización del riesgo: El proceso de determinación de
la estimación cualitativa y/o cuantitativa, incluidas las incertidumbres que
conlleva, de la probabilidad de aparición y gravedad de efectos adversos
conocidos o potenciales para la salud de una población dada, sobre la base de
la identificación del peligro, la caracterización del mismo y la evaluación de
la exposición.
Comunicación del riesgo: Intercambio interactivo de
información y opiniones sobre el riesgo entre los evaluadores del riesgo, los
encargados de la gestión del mismo, los consumidores y otros interesados.
Estimación del riesgo: La información resultante de la
caracterización del riesgo.
Gestión del riesgo: El proceso de ponderar las distintas
políticas posibles a la luz de los resultados de la evaluación del riesgo y, si
procede, elegir y aplicar opciones de control apropiadas, incluidas las medidas
reglamentarias.
Análisis de sensibilidad: Un método utilizado para analizar
el comportamiento de un modelo, midiendo las variaciones de salida que resultan
de los cambios a su entrada.
Transparente: Característica de un proceso cuya
justificación, lógica de desarrollo, limitaciones, supuestos, juicios de valor,
decisiones, limitaciones, e incertidumbres de la determinación alcanzada están
explícitamente expresadas, documentadas y accesibles para su revisión.
Análisis de incertidumbre: Un método usado para estimar la
incertidumbre asociada con las entradas, supuestos y estructura/forma del
modelo.
Controlar: Significa prevenir, eliminar o reducir los
peligros y/o reducir al mínimo los riesgos.
Existen principios generales en la evaluación de riesgos microbiológicos.
La evaluación de riesgos microbiológicos debe tener una base científica sólida.
Debe existir una preparación funcional entre evaluación de riesgos y gestión de
riesgos. La evaluación de riesgos microbiológicos deberá llevarse a cabo de acuerdo
a un enfoque estructurado que incluya la identificación de los peligros, la
caracterización de los mismos, la evaluación de la exposición y la
caracterización de los riesgos. Una evaluación de riesgos microbiológicos
deberá exponer claramente su propósito, así como la forma de estimación de
riesgos que ha de constituir su resultado y deberá ser transparente. Tendrá que
identificarse toda limitación, por ejemplo, en materia de costos, recursos o
tiempo, que pueda tener repercusiones en la evaluación de riesgos; habrá que
describir también sus posibles consecuencias. La estimación de riesgos deberá
contener una descripción detallada de la incertidumbre, e indicar en qué parte
del proceso de la evaluación de riesgos ha surgido tal incertidumbre. Los datos
deberán ser tales que permitan determinar la incertidumbre de la estimación de
riesgos; en la medida de lo posible, los datos y los sistemas adoptados para su
recolección deberán ser de calidad y precisión suficientes para reducir al
mínimo la incertidumbre de la estimación de riesgos.
Una evaluación de riesgos microbiológicos deberá considerar
explícitamente la dinámica del crecimiento, supervivencia y muerte de los
microbios en los alimentos, y la complejidad de la interacción entre el ser
humano y el agente (incluidas las secuelas) después del consumo, así como las
posibilidades de propagación ulterior. Siempre que sea posible, las
estimaciones de riesgos deberán volver a evaluarse a lo largo del tiempo en
comparación con datos independientes sobre enfermedades humanas. Es posible que
una evaluación de riesgos microbiológicos necesite ser revaluada a medida que
aparezca nueva información pertinente. Las Directrices para la aplicación, proporcionan
un esquema de los elementos que constituyen una evaluación de riesgos
microbiológicos, indicando además los tipos de decisiones que es necesario
considerar en cada etapa. Los elementos del análisis de riesgos son: evaluación
de riesgos, gestión del riesgo y comunicación del riesgo. La separación
funcional entre evaluación y gestión del riesgo ayuda a garantizar la
objetividad del proceso de evaluación de riesgos.
Sin embargo, para un proceso completo y sistemático de
evaluación de riesgos se precisan determinadas interacciones. Éstas pueden
incluir una clasificación de los peligros así como decisiones sobre la política
de evaluación de riesgos. Cuando en la evaluación de riesgos se toman en cuenta
aspectos de gestión del riesgo, es necesario que el proceso de adopción de
decisiones sea transparente. Lo que importa es el carácter transparente y
objetivo del proceso, y no quién es la persona concreta encargada de la
evaluación o la gestión. Siempre que resulte practicable, se debe hacer lo
posible por ofrecer un proceso de evaluación de riesgos al que las partes
interesadas puedan aportar sus contribuciones. Dichas contribuciones de las
partes interesadas pueden aumentar la transparencia de la evaluación de
riesgos, elevar la calidad de las evaluaciones al proporcionar capacidad
especializada e informaciones adicionales, y facilitar la comunicación del
riesgo aumentando la credibilidad y aceptación de los resultados de la
evaluación de riesgos. Los datos científicos disponibles pueden ser limitados,
incompletos o divergentes.
En tales casos, será necesario adoptar decisiones
transparentes y fundamentadas en cuanto a la manera de completar el proceso de
evaluación de riesgos. Cuando se realiza una evaluación de riesgos, es
importante que se utilice información de buena calidad para reducir la
incertidumbre y aumentar la confiabilidad de la estimación de riesgos
resultante. Aunque en la medida de lo posible se recomienda utilizar
información cuantitativa, no debe subestimarse el valor y la utilidad de la de
índole cualitativa. Hay que reconocer que no siempre se contará con recursos
suficientes, y que es probable que existan limitaciones para la evaluación de
riesgos que influirán en la calidad de la estimación de riesgos resultante.
Cuando se tropieza con tales limitaciones de recursos es importante, en aras de
la transparencia, que éstas queden descritas en el informe oficial. Cuando
corresponda, este informe incluirá una evaluación de las repercusiones que
tienen las limitaciones de recursos en la evaluación de riesgos. Al comienzo
del trabajo, deberá exponerse claramente el propósito específico de la
evaluación de riesgos que se lleva a cabo.
Se ha de definir la forma que asumirá el resultado y las
alternativas posibles para el mismo. Por ejemplo, el resultado podrá consistir
en una estimación de la prevalencia de la enfermedad, o bien en un cálculo de
la tasa anual (casos de enfermedad por cada 100.000 habitantes) o en una
estimación de la tasa de enfermedad humana en relación con los casos de
ingestión. La evaluación del riesgo microbiológico puede requerir una fase de
investigación preliminar. En ésta se podrán estructurar o incorporar a un mapa
los datos que apoyan la elaboración de un modelo del riesgo desde la producción
hasta el consumo, en el contexto de la evaluación de riesgos. En el caso de agentes
microbianos, el objeto del análisis es identificar los microorganismos o
toxinas microbianas de interés para un alimento. La identificación de peligros
será predominantemente un proceso cualitativo. Los peligros pueden
identificarse a partir de fuentes de datos pertinentes. La información sobre
peligros puede obtenerse de la literatura científica, de bases de datos como
las de la industria alimentaria, de organismos gubernamentales, de las
organizaciones internacionales correspondientes, y de opiniones solicitadas a
expertos.
Entre la información pertinente se encuentran datos
procedentes, por ejemplo, de estudios clínicos, de la vigilancia e
investigación epidemiológicas, de estudios en animales de laboratorio, de
investigaciones sobre las características de microorganismos, de la interacción
entre los mismos y su medio ambiente a través de la cadena alimentaria. La
evaluación de la exposición incluye una evaluación de la magnitud de la
exposición humana efectiva prevista. En el caso de agentes microbiológicos, la
evaluación de la exposición puede basarse en el posible alcance de la
contaminación de los alimentos por un microorganismo determinado o sus toxinas,
así como en información acerca de la ingesta. La evaluación de la exposición
debería especificar la unidad alimentaria en cuestión, por ejemplo, tamaño de
la porción consumida en la mayor parte o la totalidad de los casos de
enfermedad aguda. Entre los factores que deben tomarse en cuenta para la
evaluación de la exposición figuran la frecuencia de la contaminación de los
alimentos por el agente patógeno, y el nivel de éste en dichos alimentos a lo
largo del tiempo.
En estos factores influyen, por ejemplo, las características
del agente patógeno, la ecología microbiana del alimento, la contaminación
inicial de la materia prima y, en particular, consideraciones relativas a las
diferencias regionales y el carácter estacional de la producción, el nivel de
control de la higiene y el proceso de elaboración, los métodos de elaboración,
envasado, distribución y almacenamiento de los alimentos, y etapas de la
preparación de éstos como cocción o tiempo de espera. Otro factor que debe
tomarse en cuenta en la evaluación son los hábitos de consumo. Esto se refiere
a los antecedentes socio económicos y culturales, el origen
étnico, factores estacionales, diferencias de edad (distribución demográfica),
diferencias regionales, y a la preferencia y comportamiento del consumidor.
Otros factores que han de considerarse son: la función del manipulador de alimentos
como fuente de contaminación, la cantidad de contacto manual directo con el
producto, y el efecto que pueden producir relaciones indebidas entre tiempo y
temperatura ambientales. Los niveles de los agentes microbianos patógenos
pueden ser dinámicos, y aunque es posible mantenerlos bajos utilizando, por
ejemplo, controles adecuados de tiempo/temperatura durante la elaboración de
los alimentos, dichos niveles también pueden aumentar considerablemente si se
verifican condiciones indebidas (por ejemplo, temperaturas inadecuadas de
almacenamiento de los productos alimenticios, o contaminación cruzada con otros
alimentos).
Por lo tanto, la evaluación de la exposición deberá
describir todo el camino desde la producción hasta el consumo. Es posible
construir escenarios para predecir el alcance de la exposición posible. Éstos
podrían reflejar los efectos de la elaboración, como el diseño higiénico, la
limpieza y la desinfección, así como el historial de tiempo/temperatura y otras
condiciones de los alimentos, las modalidades de manipulación y consumo de los
productos, los controles reglamentarios, y los sistemas de vigilancia. La
evaluación de la exposición calcula, dentro de los distintos niveles de
incertidumbre, la presencia de agentes patógenos microbiológicos o toxinas
microbianas y la posibilidad de que éstos se presenten en los alimentos en el
momento de su consumo. Desde el punto de visto cualitativo los alimentos pueden
clasificarse según la probabilidad de que el producto esté o no contaminado en
su origen; la capacidad del alimento de soportar o no el crecimiento del agente
patógeno en cuestión; la existencia de una posibilidad considerable de
manipulación indebida del alimento; o el hecho de que éste vaya a someterse a
un proceso térmico.
En la presencia, el crecimiento, la supervivencia o la
muerte de los microorganismos, incluidos los agentes patógenos presentes en los
alimentos, influyen las prácticas de elaboración y envasado, las condiciones de
almacenamiento y en particular la temperatura, la humedad relativa del medio
ambiente y la composición gaseosa de la atmósfera. Otros factores pertinentes
son el pH, el contenido de humedad o actividad del agua (aw), el contenido de
sustancias nutritivas, la presencia de sustancias antimicrobianas y la
microflora que compite con ellos. La microbiología predictiva puede ser un
instrumento útil para la evaluación de la exposición. El propósito de esta etapa es proporcionar una
descripción cualitativa o cuantitativa de la gravedad y duración de los efectos
adversos que pueden resultar de la ingestión de un microorganismo o sus toxinas
con los alimentos. Deberá efectuarse una evaluación de la dosis-reacción, si es
posible obtener los datos necesarios. Hay varios factores importantes que deben
tomarse en cuenta en la caracterización del peligro. Éstos se relacionan tanto
con el microorganismo como con el huésped humano.
En relación con el primero revisten importancia los
siguientes aspectos: que los microorganismos son capaces de duplicarse; que la
virulencia e infectividad de los organismos puede cambiar en función de su
interacción con el huésped y el medio ambiente; que el material genético se
puede transferir de un microorganismo a otro, lo que conlleva la transferencia
de características como la resistencia a los antibióticos y factores de
virulencia; que los microorganismos pueden diseminarse por transmisión secundaria
y terciaria; que los síntomas clínicos pueden presentarse bastante tiempo
después de la exposición; que los microorganismos puede perdurar en
determinados individuos, causando una excreción continua del microorganismo
mismo y un constante riesgo de difusión de la infección; que, en algunos casos,
dosis bajas de ciertos microorganismos pueden provocar un efecto grave; y que
los atributos de un alimento pueden modificar la patogenicidad microbiana, por
ejemplo en caso de alto contenido de grasa de un vehículo alimentario.
En relación con el huésped pueden revestir importancia los
siguientes factores: factores genéticos como el tipo de antígenos del leucocito
humano (HLA); una susceptibilidad en aumento debida a la ruptura de las
barreras fisiológicas; características individuales de susceptibilidad del
huésped como edad, embarazo, nutrición, salud y medicamentos administrados,
infecciones simultáneas, estado de inmunidad e historial de exposición previa;
características de la población como inmunidad, acceso a la atención médica y
su utilización, y persistencia del organismo en la población. Una
característica aconsejable para la caracterización del peligro es, idealmente,
que establezca una relación entre dosis y reacción. Para determinar dicha
reacción será necesario tener en cuenta los distintos puntos finales, como
infección o enfermedad. De no existir una relación conocida entre dosis y
reacción se podrían utilizar herramientas de la evaluación de riesgos como las
deducciones de expertos para considerar los distintos factores, como por
ejemplo la infectividad, que se precisan para describir la caracterización del
peligro. Además, los expertos podrán idear sistemas de clasificación que
permitan caracterizar la gravedad y/o duración de la enfermedad.
La caracterización del riesgo representa la integración de
las determinaciones resultantes de la identificación del peligro, la
caracterización del peligro y la evaluación de la exposición, a fin de obtener
una estimación del riesgo; proporciona una estimación cualitativa y
cuantitativa de la probabilidad y gravedad de los efectos adversos que podrían
presentarse en una población dada, incluida la descripción de las
incertidumbres asociadas con estas estimaciones. Tales estimaciones pueden
evaluarse por comparación con datos epidemiológicos independientes que
establecen una relación entre los peligros y la prevalencia de la enfermedad.
La caracterización del riesgo reúne toda la información cualitativa o
cuantitativa de las etapas anteriores a fin de proporcionar una estimación de
riesgos con base sólida para una población dada. La caracterización del riesgo
depende de los datos y opiniones de expertos disponibles. Es posible que el
peso de la evidencia obtenida integrando los datos cualitativos y cuantitativos
sólo permita efectuar una estimación cualitativa de los riesgos. El grado de
confianza en la estimación definitiva del riesgo dependerá de la variabilidad,
la incertidumbre y las suposiciones identificadas en todas las etapas
anteriores. La diferenciación de incertidumbre y variabilidad es importante
para la posterior selección de las opciones de gestión del riesgo. La
incertidumbre está asociada con los propios datos y con el tipo de modelo
elegido.
Las indeterminaciones de los datos incluyen las que pueden
surgir durante la evaluación y extrapolación de la información obtenida de
estudios epidemiológicos, microbiológicos y en animales de laboratorio. Surgen
incertidumbres cada vez que se intenta utilizar los datos referentes a la
incidencia de ciertos fenómenos, obtenidos bajo condiciones determinadas, para
hacer estimaciones o previsiones sobre fenómenos que probablemente se
verificarán en otras condiciones respecto de las cuales no se dispone de datos.
La variación biológica incluye las diferencias de virulencia existentes entre
las poblaciones microbianas, así como la susceptibilidad variable de las
poblaciones y subpoblaciones humanas. Es importante demostrar la influencia de
las estimaciones y supuestos utilizados en la evaluación de riesgos; en la
evaluación cuantitativa esto puede realizarse efectuando un análisis de
sensibilidad y de incertidumbre. La evaluación de riesgos deberá documentarse
en forma completa y sistemática y comunicarse al encargado de la gestión del
riesgo. A efectos de la transparencia del proceso, que es importante para la
adopción de decisiones, es esencial que se conozcan todas las limitaciones que
haya podido influir en la evaluación de riesgos. Por ejemplo, es necesario que
el dictamen de expertos se identifique, y que se explique su justificación.
Para garantizar una evaluación de riesgos transparente
deberá prepararse un documento formal que incluya un resumen, y que se enviará
a las partes independientes interesadas a fin de que otros evaluadores de
riesgos puedan repetir y criticar el trabajo. El documento formal y el resumen
deberán indicar todas las restricciones, incertidumbres y supuestos así como
sus consecuencias para la evaluación del riesgo. Los problemas de vigilancia
pueden proporcionar una oportunidad continua de volver a evaluar los riesgos
para la salud pública que se vincula a la presencia de agentes patógenos en los
alimentos, a medida que se van proporcionando nuevas informaciones y datos
pertinentes. Los evaluadores del riesgo microbiológico podrán tener la
oportunidad de comparar la estimación de riesgos, que se ha obtenido de modelos
de evaluación de riesgos microbiológicos, con datos de informes sobre
enfermedades humanas, a efectos de calibrar la confiabilidad de la estimación
efectuada. Esta comparación pone el acento en el carácter iterativo de la
elaboración del modelo. En caso de que se proporcionen nuevos datos, quizás sea
necesario reexaminar la evaluación del riesgo microbiológico.
CRITERIOS MICROBIOLOGICOS
Un criterio microbiológico para alimentos define la
aceptabilidad de un proceso, producto o lote de alimentos basándose en la
ausencia o presencia o el número de microorganismos y/o la investigación de sus
toxinas por unidad de masa, volumen o área. La evaluación que se hace de la
inocuidad de los alimentos y de su aptitud para el consumo humano a través del
cumplimiento con el criterio microbiológico designado para el producto en
cuestión, puede referir a ausencia de patógenos o a la demostración de la
aplicación de Buenas Prácticas de Higiene. En Argentina, el Código Alimentario
Argentino establece dos categorías principales en cuanto a los criterios a
seguir para la elaboración de patrones microbiológicos (Resolución MSyAS N° 003
del 11.01.95- de “Principios Generales Para El Establecimiento De Criterios Y
Patrones Microbiológicos Para Alimentos MERCOSUR” - GMC - RES Nº 059/93):
Criterio obligatorio: se utiliza para referirse a los microorganismos
considerados de importancia en salud pública y de acuerdo con la clase de
alimento. En este caso su hallazgo constituye razón suficiente para imputar la
infracción y proceder en consecuencia, en forma preventiva o represiva,
imponiendo las sanciones que correspondan. Criterio complementario
(recomendatorio): a diferencia del anterior es el criterio relativo a la
evaluación del proceso tecnológico utilizado para la obtención de un producto.
Puede orientar al fabricante, aconsejarlo acerca de puntos sin control, y su
seguimiento permitirá inferir o determinar la “falla”, que se demuestra en los
protocolos analíticos. No tiene por finalidad la inspección final, con lo que
se indica que de su incumplimiento no derivarán sanciones.
En ese momento se destacará la idoneidad del inspector
actuante, quien sugerirá las acciones correctivas y se pondrá a prueba la
responsabilidad del elaborador, a quien de de manifestarse remiso a adecuarse,
sí se le aplicará la sanción correspondiente. Los microorganismos elegidos para
la elaboración del criterio deben ser relevantes para el alimento y
circunstancias particulares (producto crudo o listo para consumir, perfil del
consumidor del producto). Si el criterio establece la búsqueda de
microorganismos indicadores, su propósito debe ser detallado claramente (por
ejemplo, detectar higiene inadecuada, indicar posible presencia de patógenos).
La presencia de algunos microorganismos en los alimentos no es necesariamente
un índice de riesgo para el consumidor. Vegetales y animales son la principal
fuente de los alimentos que comemos y se encuentran naturalmente asociados a
microorganismos, lo que implica que los alimentos que de ellos se obtengan
también estarán asociados naturalmente a microorganismos.
Es importante tener presente que, mientras para un alimento
cocido o listo para consumir la tolerancia para un determinado microorganismo
es cero, sí se puede permitir la presencia del mismo en el alimento crudo,
dentro de ciertos niveles, si éste fuera sometido a un tratamiento previo a su
consumo por el cual se eliminará dicho microorganismo (por ejemplo, cocción).
En este mismo sentido, la interpretación del resultado es diferente según se
trate de producto crudo o producto cocido o listo para consumir. Dentro de los
microorganismos que componen un criterio microbiológico se pueden distinguir
dos tipos:
a) Organismos indicadores: para la evaluación de la
inocuidad microbiológica de los alimentos, la utilización de organismos
indicadores es muy frecuente. El análisis microbiológico de alimentos para la
búsqueda de estos microorganismos suele utilizar técnicas sencillas y
accesibles que permiten evaluar:
- calidad de la materia prima, problemas de almacenamiento,
abuso de temperatura, vida útil (Recuento de aerobios mesófilos)
- potencial contaminación fecal o posible presencia de patógenos
(Escherichia coli, Coli-formes fecales)
- contaminación por manipulación humana (Staphylococcus
aureus coagulasa positiva)
- contaminación post tratamiento térmico (coliformes,
enterobacterias, Staphylococcus aureus coagulasa positiva, estreptococos
fecales)
- productos metabólicos de patógenos que indican un peligro
para la salud (termonucleasa)
Se utilizan para relevar las condiciones a las que ha sido
expuesto el producto que pu-dieran implicar un posible peligro, no
necesariamente presente en la muestra analizada, pero que podría hallarse en
muestras paralelas.
b) Organismos patógenos: aquellos que pueden encontrarse en
el alimento en cuestión que pueden convertir al alimento en un potencial
vehículo de enfermedad a quien lo consuma. Existen dos tipos de planes de
muestreo reconocidos internacionalmente, definidos por la ICMSF: el plan de dos
clases (por ejemplo: n=5, c=0 / n=5, c=2, m=) y el de tres clases (por ejemplo:
n=5, c=2, m=103, M=104). El plan de dos clases es utilizado generalmente para
patógenos, mientras que el plan de tres clases es utilizado frecuentemente para
el análisis de indicadores de higiene donde es posible la cuantificación (en
unidades de masa o de volumen) de los microorganismos. La representatividad de
los resultados de laboratorio en microbiología de alimentos depende del número
de muestras recolectadas, de si la distribución de los patógenos en el lote es
homogénea o no y de si el muestreo es realizado de manera aleatoria / dirigida.
La confiabilidad de los resultados obtenidos depende de la técnica seleccionada
para realizar el análisis (sensibilidad y especificidad). En la mayoría de los
casos cuando se analiza el producto final se sabe que los límites se han
excedido se tiene cuando ya es tarde.
Si alguno de los límites que componen el criterio es
excedido, las decisiones deben tomarse según el tipo de peligro que involucre
el límite excedido y debe realizarse, en todos los casos, en el contexto de una
evaluación integral del proceso. Si el límite excedido corresponde a un
criterio recomendatorio (no existe peligro directo para la salud), el alimento
no necesariamente ha perdido su inocuidad. Este criterio permite un margen de
discrecionalidad. Sirve para alertar sobre deficiencias en el proceso,
distribución, almacenamiento o comercialización. La situación es diferente si
tenemos evidencia de que existe un peligro directo para la salud, es decir que
el criterio obligatorio ha sido excedido. Nunca debe ser excedido el criterio
obligatorio, si esto sucediera requiere de la acción inmediata de la Autoridad
de aplicación. Las medidas a tomar pueden ser, según la situación particular,
destrucción, reprocesamiento, redestinación. La legislación provee alternativas
a la destrucción si el producto, por el tratamiento que sufre durante su
procesado, al momento de su consumo es inocuo. Cuando se consideran decisiones
sobre el destino de alimentos que poseen un peligro directo para la salud, las
alternativas diferentes a la destrucción total deben ser analizadas cuidadosamente.
El reprocesamiento del producto está permitido y debería ser considerado si el
peligro puede ser eliminado de esta manera (por ejemplo, reconstitución y
repasteurización de leche en polvo usada como ingrediente alimentario).
La inocuidad de los alimentos se asegura principalmente
mediante el control en el punto de origen, el control de la planificación y
formulación del producto y la aplicación de buenas prácticas de higiene durante
la producción, la elaboración (incluido el etiquetado), la manipulación, la
distribución, el almacenamiento, la venta, la preparación y el uso, junto con
la aplicación del Sistema de HACCP. Este enfoque preventivo ofrece un control
mayor del que se obtiene con los ensayos microbiológicos, habida cuenta de que
la eficacia del ensayo microbiológico para evaluar la inocuidad de los
alimentos es limitada. Los criterios microbiológicos deben establecerse de
conformidad con estos principios y basar-se en análisis y asesoramiento
científicos y, cuando se disponga de datos suficientes, en un análisis de
riesgos adecuado para el producto alimenticio y su uso. Además, tienen que
elaborarse de forma transparente, cumpliendo con los requisitos necesarios para
un comercio equitativo, y revisarse periódicamente para comprobar su utilidad
frente a nuevos gérmenes patógenos, tecnología en evolución y nuevos
conocimientos científicos.
Los criterios microbiológicos obligatorios deberán aplicarse
a los productos y/o puntos de la cadena alimentaria para los cuales no se
disponga de ningún instrumento más eficaz, y a los casos en que se prevea que
estos instrumentos pueden aumentar el nivel de protección que se le ofrece al
consumidor. Los empresarios del sector alimentario podrán utilizar los
criterios microbiológicos no sólo para comprobar que se ajusten a las
disposiciones reglamentarias sino también para formular requisitos de diseño y
examinar los productos terminados, siendo ésta una de las medidas que permite
comprobar y/o validar la eficacia del sistema de HACCP. Los criterios microbiológicos
normalmente no son adecuados para la vigilancia de los límites críticos
definidos en el Sistema de Análisis de Peligros y de los Puntos Críticos de
Control y las Directrices para su Aplicación (Anexo al CAC/RCP 1-1969, Rev.
3-1997). Los procedimientos de vigilancia deben permitir detectar pérdidas de
control en un punto crítico de control (PCC). Mediante la vigilancia
esta información deberá proporcionarse a tiempo para que puedan adoptarse
medidas correctivas, con objeto de recuperar el control antes de que sea
necesario rechazar el producto. Por esta razón, con frecuencia se prefiere
efectuar mediciones de los parámetros físicos y químicos sobre la línea de
producción en vez de realizar ensayos microbiológicos, habida cuenta de que los
resultados pueden obtenerse a menudo más rápidamente y en el lugar de la
producción. Deberá establecerse y aplicarse un criterio microbiológico sólo
cuando haya una necesidad concreta y cuando su aplicación resulte práctica.
Esa necesidad se demostrará, por ejemplo, a través de datos
epidemiológicos que indiquen que el alimento examinado puede representar un
peligro para la salud humana, y que un criterio resulta significativo para la
protección del consumidor, o como resultado de una evaluación de riesgos. El
criterio debe poder conseguirse técnicamente aplicando buenas prácticas de
fabricación (códigos de prácticas). El número y la magnitud de unidades
analíticas examinadas por cada lote sometido a ensayo deberán corresponder a lo
establecido en el plan de muestreo y no deberán modificarse. Sin embargo, el
lote no deberá someterse a repetidos análisis con el fin de lograr su
conformidad. El mero descubrimiento, mediante una prueba de presencia-ausencia,
de determinados organismos de los que se sabe que provocan enfermedades
transmitidas por los alimentos (Clostridium perfrigens, Staphylococcus aureus y
Vibrio parahaemolyticus) no constituye necesariamente una indicación de una
amenaza para la salud pública.
En caso de que los gérmenes patógenos puedan detectarse de
manera directa y segura, deberá examinarse la posibilidad de realizar ensayos
para detectar los gérmenes en lugar de realizar ensayos para detectar los
organismos indicadores. Si se aplica un ensayo para un indicador, deberá
declararse expresamente si el ensayo se utiliza para señalar prácticas de
higiene poco satisfactorias o bien un peligro para la salud. Un plan de
muestreo adecuadamente diseñado define la probabilidad de detección de
microorganismos en un lote, pero debe tenerse presente que ningún plan de
muestreo puede asegurar la ausencia de un determinado organismo. El informe
sobre los ensayos deberá contener la información necesaria para una
identificación completa de la muestra, el plan de muestreo, el método de
ensayo, los resultados y, de ser apropiado, una interpretación de la misma.
"SOMOS
LO QUE HACEMOS REPETIDAMENTE. EXCELENCIA, POR LO TANTO, NO ES UN ACTO SINO UN HÁBITO"
ARISTOTELES
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