RIESGOS y PELIGROS en ALIMENTOS (Última Parte)
“Lo imposible es el fantasma de los tímidos y el refugio de los cobardes”
Napoleón Bonaparte
Análisis de Riesgos y Peligros Microbiológicos (Última Parte)
A continuación propondremos 3 (tres) ejemplos desarrollados, que fueran oportunamente elaborados por la FAO (ONU) para bacterias símbolo en todo el mundo, sobre contaminación: Salmonella y Listeria; por último, para el caso de los parásitos, se analizará el accionar de Anisakis dentro de la investigación epidemiológica.
CONTROL de LISTERIA MONOCYTOGENES en ALIMENTOS
CONTROL DE ANISAKIS EN ALIMENTOS
Una ERM es una evaluación objetiva y sistemática de los conocimientos científicos pertinentes que ayuda al gestor de riesgos a tomar decisiones fundadas sobre la forma de reducir los riesgos que plantea una cuestión de inocuidad de los alimentos. Es una herramienta particularmente útil para que el gestor de riesgos pueda analizar y comparar las opciones de gestión e inferir medidas de control de la inocuidad de los alimentos. Mientras que los programas de gestión de riesgos a nivel nacional se elaboran teniendo en cuenta la situación general de la totalidad de un determinado producto alimenticio consumido en un país, la aplicación efectiva de las intervenciones tiene lugar al nivel de empresas o productores, que pueden contribuir en mayor o menor medida al nivel de riesgo general en un país. El indicador de salud pública más utilizado para cuantificar los efectos de las enfermedades transmitidas por los alimentos sobre una población es la incidencia (notificada) de una enfermedad.
Criterios
Microbiológicos (continuación)
A continuación propondremos 3 (tres) ejemplos desarrollados, que fueran oportunamente elaborados por la FAO (ONU) para bacterias símbolo en todo el mundo, sobre contaminación: Salmonella y Listeria; por último, para el caso de los parásitos, se analizará el accionar de Anisakis dentro de la investigación epidemiológica.
CRITERIO MICROBIOLOGICO para SALMONELLA en HUEVOS de CONSUMO
Como factores determinantes de los casos de salmonelosis
humanas asociados a huevos y ovoproductos hay que considerar los múltiples
factores que condicionan la probabilidad de que los huevos, sea a nivel interno
o externamente, estén contaminados con Salmonella al final del proceso de
producción en granja. Entre ellos adquieren especial relevancia la prevalencia
de granjas con aves portadoras de Salmonella, la de aves contaminadas en cada
granja, el número de salmonellas excretadas por las aves, la frecuencia de
huevos contaminados internamente en el momento de la puesta, el sistema de
producción, la calidad bacteriológica del agua y piensos (o materias primas
para piensos), así como las condiciones higiénicas de la granja y de los
procesos de recogida, clasificación y manipulación de los huevos. Los que
condicionan la persistencia y/o multiplicación de Salmonella en los sustratos
alimenticios durante los procesos de conservación y procesado de los huevos
(principalmente factores intrínsecos –propiedades del sustrato-, factores
extrínsecos –temperatura y tiempo de conservación – y tipo e intensidad de los
tratamientos tecnológicos aplicados –esencialmente, intensidad del tratamiento
térmico).
Los que condicionan la contaminación durante los procesos de
preparación culinaria de productos derivados del huevo (principalmente,
contaminación cruzada). La contaminación exógena procedente de los
manipuladores en cualquiera de las etapas de la cadena producción-consumo
(especialmente en las etapas de preparación previa al consumo). El análisis
microbiológico de los productos alimenticios antes de su consumo, incluso
cuando se lleva a cabo con la aplicación de principios científicos sólidamente
establecidos, no informa con razonable eficacia de su seguridad para el
consumo. El reconocimiento de tal limitación ha determinado la sustitución
paulatina de las normas microbiológicas de producto final por: (1) la
implantación obligatoria de buenas prácticas higiénicas de obtención,
elaboración, transporte, distribución, preparación para el consumo y venta de
productos alimenticios, y (2) la obligatoriedad de utilización por los
explotadores alimentarios de un sistema preventivo basado en el control de los
procesos (actualmente, el sistema HACCP -Hazard Analysis and Critical Control
Points- ó APPCC -Análisis de Peligros y Puntos de Control Crítico).
Sin embargo, aún con las limitaciones antes señaladas, los
análisis microbiológicos de los productos alimenticios constituyen una
herramienta necesaria para aproximarse al conocimiento del estatus sanitario de
alimentos, para los que no se dispone de información acerca de las condiciones
de elaboración. Los criterios microbiológicos pueden adoptarse con una doble
finalidad: como criterios de seguridad alimentaria o como criterios de higiene
de los procesos. En relación con los huevos frescos, si bien el recuento de
mesófilos aerobios y de bacterias Gram-negativas pudiera ser utilizado para
evaluar los puntos de la cadena de procesado que proporcionan una mayor
contaminación, no se dispone de información suficiente que permita relacionar
el nivel de contaminación con estos microorganismos indicadores con la
presencia de Salmonella.
En consecuencia, en términos de seguridad alimentaria, el
criterio debería establecer como parámetro microbiológico el propio peligro
(Salmonella). Basándose en el esquema de decisión sugerido por la ICMSF para la
selección de un plan de muestreo a aplicar en un caso concreto (considerando la
peligrosidad del microorganismo y la probabilidad de que la cuantía del mismo
aumente o no antes del consumo del producto), para Salmonella en huevos frescos
correspondería el caso 11, para el que la ICMSF sugiere un valor de n = 10 y de
c= 0. Según dicho plan, se aceptan los lotes en los que en ninguna de las 10
unidades de muestra analizadas se detecta Salmonella.
CONTROL de LISTERIA MONOCYTOGENES en ALIMENTOS
Listeria monocytogenes es una bacteria Gram positiva que se
encuentra ampliamente distribuida tanto en el medio agrario (suelo, plantas,
forraje en silos, materia fecal, aguas residuales, agua), como en la
acuicultura y los ambientes de elaboración de alimentos. L. monocytogenes es un
residente intestinal transitorio en los seres humanos; entre el 2 por ciento y
el 10 por ciento de la población en general es portador de este microorganismo
sin con-secuencias evidentes para la salud. Comparada con otras bacterias
patógenas que no producen esporas y que son transmitidas por los alimentos
(Salmonella spp., Escherichia coli enterohemorrágica), L. monocytogenes es
resistente a varias condiciones medioambientales tales como altas
concentraciones de sal o acidez. Asimismo, crece en condiciones de baja concentración
de oxígeno y a temperaturas de refrigeración y sobrevive por largos períodos en
el medio ambiente, en los alimentos, en las plantas de elaboración y en el
refrigerador doméstico.
L. Monocytogenes se ha aislado en alimentos tales como las
hortalizas crudas, la leche cruda y la leche líquida pasteurizada, los quesos
(en especial, las variedades blandas y curadas), el helado, la mantequilla, los
embutidos de carne cruda fermentados, la carne aviar cruda y cocida, las carnes
crudas y elaboradas (de todos los tipos) y el pescado crudo, conservado y
ahumado. Incluso cuando L. monocytogenes está presente inicialmente en
cantidades pequeñas en un alimento contaminado, el microorganismo podría
multiplicarse durante el almacenamiento en los alimentos que brindan
condiciones óptimas para su proliferación, incluso a temperaturas de
refrigeración. La listeriosis es una infección que afecta con mayor frecuencia
a personas inmunocomprometidas. Durante los últimos años, la frecuencia de la
listeriosis se ha mantenido constante en la mayoría de los países; varios
países han informado una reducción en la frecuencia de los casos.
Esta disminución muy probablemente refleja los esfuerzos
realizados en esos países por la industria y los gobiernos para a) aplicar las
“buenas prácticas de higiene” (BPH) y el sistema de APPCC, a fin de reducir la
frecuencia y el alcance de L. monocytogenes en los alimentos listos para el
consumo, b) mejorar la integridad de la cadena del frío a lo largo de la
elaboración, la distribución, las ventas al por menor y en los hogares, con el
fin de reducir la frecuencia del uso de las temperaturas indebidas que fomentan
la proliferación de L. monocytogenes, y c) mejorar la comunicación de riesgos,
en particular para los consumidores que tienen un riesgo mayor de contraer
listeriosis. Por lo general, una combinación de intervenciones es más eficaz
que cualquier intervención aislada para controlar el riesgo. El control de la
proliferación puede lograrse mediante distintos métodos, entre ellos la
reformulación del producto de manera que se alteren uno o más de los parámetros
que influyen en la proliferación de la bacteria (pH, la actividad acuosa, la
presencia de compuestos inhibitorios, etc.) a fin de que el alimento deje de
actuar como el medio óptimo para su proliferación.
Por otra parte, el control riguroso de la temperatura de
manera que los alimentos listos para el consumo nunca superen los 6°C
(preferentemente de 2°C - 4°C) y/o la reducción de la vida útil del producto en
condiciones de refrigeración o de frío son otros modos de asegurar que la
proliferación no se produzca a un grado significativo antes del consumo del
producto. La producción de muchos de los productos listos para el consumo
asociados con la listeriosis transmitida por los alimentos prevé una fase
bactericida. Por consiguiente, la frecuencia y el grado de contaminación de
estos productos con L. monocytogenes están típicamente relacionados con la
recontaminación del producto antes del envasado final o con la manipulación ulterior
durante su comercialización o uso en el hogar. Muchos de los alimentos listos
para el consumo son sometidos a uno o más tratamientos durante la elaboración o
la preparación, que inactivan o inhiben la proliferación de L. monocytogenes.
En el caso de estos alimentos, la sanidad animal y la aplicación general de las
buenas prácticas agrícolas, incluidas las prácticas pecuarias, deberían ser
suficientes para reducir al mínimo la prevalencia de L. monocytogenes en la
producción primaria.
El equipo y las instalaciones deberían diseñarse,
construirse y proyectarse de manera que se asegure que se permita la
realización adecuada de la limpieza y se reduzca al mínimo la posible
existencia de lugares donde pueda anidarse L. monocytogenes, así como la posibilidad
de contaminación cruzada y recontaminación. La introducción de L. monocytogenes
en el ambiente de elaboración de los alimentos listos para el consumo ha
derivado de la separación insuficiente de la zona de productos crudos de la
zona de productos terminados, así como del control deficiente de la circulación
de empleados o equipos. La incapacidad de limpiar y desinfectar debidamente el
equipo y los edificios debido a una disposición o diseño deficiente y a la
existencia de zonas inaccesibles para la limpieza ha creado biofilms que
contienen L. monocytogenes y sitios de anidamiento, que han sido fuentes de
contaminación del producto. La incapacidad de controlar debidamente la
ventilación para reducir al mínimo la condensación sobre las superficies en las
plantas elaboradoras de alimentos puede dar lugar a la presencia de L.
monocytogenes en gotitas y aerosoles, que a su vez puede causar la
contaminación del producto.
Siempre que sea factible, los locales y las salas deberían
diseñarse de manera que exista una separación entre las zonas para productos
crudos y las zonas para productos terminados listos para el consumo. Esto puede
lograrse de varias maneras, incluso mediante el flujo lineal del producto (de
crudo a terminado) con filtración del flujo del aire en dirección opuesta (de
productos terminados a crudos) o mediante separaciones físicas. Se debería
mantener una presión positiva del aire en el sector de los productos terminados
en relación con la zona de productos crudos (mantener las presiones de aire más
bajas en las zonas de productos crudos y más altas en las zonas de productos
terminados). Cuando sea factible, las zonas de lavado del equipo
alimentario utilizado en la elaboración del producto terminado deberían
ubicarse en una sala separada de la zona de elaboración del producto terminado.
Esta última debería estar separada de la zona de manipulación de materias
primas y de la zona de limpieza del equipo utilizado en la manipulación de la
materia prima, a fin de impedir la recontaminación del equipo y de los
utensilios empleados en los productos terminados.
Las salas donde los productos listos para el consumo están
expuestos al medioambiente deberían diseñarse de manera que se puedan conservar
lo más secas posible; las operaciones húmedas con frecuencia aumentan la
proliferación y la propagación de L. monocytogenes. Debido a la capacidad de L.
monocytogenes de sobrevivir en biofilms y en sitios anidamiento durante
períodos largos, el equipo de elaboración debería diseñarse, construirse y mantenerse
de manera que se eviten, por ejemplo, grietas, hendiduras, soldaduras ásperas,
tubos y soportes huecos, montajes próximos de superficies de metal a metal o de
metal a plástico, cierres y juntas estropeados u otras zonas que no pueden
alcanzarse durante la labor normal de limpieza y des-infección de las
superficies y zonas adyacentes que entran en contacto con los alimentos. Las
superficies frías (p. ej., los refrigeradores) pueden ser fuentes de bacterias
psicrótrofas, especialmente de L. monocytogenes. La condensación de las
bandejas de los refrigeradores debería dirigirse a un desaguadero mediante una
manguera o se deberían vaciar, limpiar y desinfectar las bandejas de goteo con
regularidad. La vigilancia y el control de las temperaturas de almacenamiento
refrigerado son medidas de control fundamentales. La temperatura del producto
no debería superar los 6°C (preferentemente 2°C - 4°C).
La exposición a temperaturas indebidas que pudieran
favorecer la proliferación de L. monocytogenes podría determinar una reducción
de la vida útil del producto. En algunos productos se podrá tomar como base uno
de los parámetros siguientes: un pH inferior a 4,4, una actividad acuosa
inferior a 0,92 o la congelación, para impedir la proliferación de L. monocytogenes.
En otros productos se utiliza una combinación de parámetros. La validación
debería realizarse para asegurar la eficacia de estos parámetros en situaciones
donde se depende de combinaciones de parámetros o condiciones bacteriostáticas.
Los productos que favorecen la proliferación de L. monocytogenes, que han sido
sometidos a una fase listericida, pueden contaminarse o recontaminarse antes
del envasado final. En estos casos, si fuera necesario, se podrían aplicar
medidas de control adicionales (por ejemplo, la congelación del producto, la
determinación de una vida útil más breve, la reformulación del producto) para
limitar el grado de proliferación de L. monocytogenes o impedirla. Por otra
parte, tal vez sea necesario un tratamiento listericida posterior al envasado
(tratamiento térmico, de alta presión, o de irradiación, donde esté aceptado).
El programa de mantenimiento preventivo debería incluir la sustitución o
reparación programadas del equipo antes de que éste se convierta en una fuente
de contaminación.
El equipo debería ser inspeccionado periódicamente para ver
si hay piezas que estén agrietadas, desgastadas o donde se hayan creado
espacios donde puedan acumularse alimentos y humedad (es decir, lugares de
anidamiento). El mantenimiento preventivo debería incluir el examen y el
mantenimiento periódicos de las cintas transportadoras, los filtros, las
juntas, las bombas, el equipo de rebanado, llenado y envasado. Los filtros de
aire utilizados para aspirar aire del exterior al interior de la planta
deberían ser examinados y reemplazados según las especificaciones del
fabricante o con mayor frecuencia, tomando como base la diferencia de presión o
la vigilancia microbiológica. La experiencia indica que la excesiva dependencia
de los productos químicos solamente para la limpieza puede conducir a un
aumento de los niveles de contaminación microbiana. Los productos químicos para
la limpieza deben aplicarse en la concentración de uso recomendada, durante un
tiempo suficiente, a la temperatura recomendada y con la suficiente fuerza para
eliminar la tierra y el biofilm.
Se han registrado casos de contaminación con L.
Monocytogenes relacionados, en particular, con un fregado manual insuficiente
durante el proceso de limpieza. Los consumidores deberían tener los suficientes
conocimientos sobre L. monocytogenes y la higiene de los alimentos de manera
que:
• entiendan la importancia de la vida útil, las fechas
límite de venta o de uso escritas en la etiqueta de los alimentos;
• puedan realizar una elección con conocimiento de causa que
sea apropiada para cada persona según su estado de salud y su correspondiente
riesgo de contraer la listeriosis por transmisión alimentaria;
• impidan la contaminación con L. monocytogenes y su
proliferación o supervivencia mediante el almacenamiento y la preparación
adecuados de los alimentos listos para el consumo.
La evaluación de riesgos microbiológicos (ERM) puede
considerarse un instrumento aplicable en la gestión de los riesgos ocasionados
por los patógenos transmitidos por alimentos y en la elaboración de normas para
el comercio internacional de productos alimenticios. No obstante, se reconoce
que la realización de una ERM, particularmente de tipo cuantitativo, es una
actividad que consume abundantes recursos y exige un enfoque
multidisciplinario. La mayoría de los casos de listeriosis en personas son
esporádicos o se enmarcan en brotes cuya delimitación geográfica, o temporal, o
ambas, es generalmente difusa. Aunque la transmisión de L. monocytogenes puede
ser vertical (de madre a hijo), zoonótica (de animal a persona) o nosocomial
(contraída en un hospital), la importancia de los alimentos como vía primaria
de transmisión a las personas de L. monocytogenes no se reconoció hasta la
década de 1980, cuando se produjeron, en Norteamérica y Europa, varias grandes
epidemias de listeriosis de origen común.
Los alimentos más frecuentemente asociados con listeriosis
en seres humanos incluyen los alimentos listos para su consumo (LPC) de
elaboración industrial con las siguientes características: i) sustentan la
proliferación de L. monocytogenes, ii) su vida útil en refrigeración
recomendada es prolongada, y iii) se consumen sin someterlos a tratamientos
listericidas adicionales, por ejemplo el cocinado. A pesar de que son muchos y
diversos los alimentos que pueden contaminarse con L. monocytogenes, las
epidemias y casos esporádicos de listeriosis están predominantemente asociados
a alimentos LPC (FDA/FSIS, 2001), una categoría grande y heterogénea de
productos alimenticios que puede dividirse en muchos subgrupos diferentes.
Según la definición del Códex (CAC, 1999b), los alimentos LPC comprenden
cualquier alimento (incluidas las bebidas) que se consume normalmente en crudo
y cualquier alimento manipulado, elaborado, mezclado, cocinado o transformado
de otro modo en un tipo de alimento que se consume normalmente sin elaboración
adicional.
La leche pasterizada es un alimento muy consumido, y su
frecuencia y nivel de contaminación con L. monocytogenes son muy bajas, pero
permite la proliferación del microorganismo durante el almacenamiento. El
helado es similar a la leche, pero no permite la proliferación de L.
monocytogenes durante el almacenamiento. Los productos cárnicos fermentados
están frecuentemente contaminados con listerias y su elaboración no comprende
ninguna etapa listericida, pero su composición final evita la proliferación del
microbio durante el almacenamiento. Tras invadir el tejido intestinal, en la
mayoría de los casos L. monocytogenes se extiende a la sangre, el hígado el
útero grávido, o el sistema nervioso central. Las manifestaciones de la
listeriosis invasiva incluyen, pero no se limitan a, las siguientes:
septicemia, infecciones del sistema nervioso central (meningitis, encefalitis,
meningoencefalitis), síntomas prodrómicos en mujeres embarazadas, aborto, parto
prematuro, parto de mortinato y listeriosis neonatal. Los períodos de
incubación previos a la manifestación de la enfermedad pueden ser largos:
normalmente, de dos a tres semanas y, en ocasiones, hasta tres meses.
La listeriosis no invasiva (conocida como gastroenteritis
febril por listerias) se ha observado principal-mente en algunas epidemias en
las que la mayoría de los casos presentó síntomas de gastroenteritis, como
diarrea, fiebre, cefalea y mialgia, tras un período de incubación corto. L.
monocytogenes está distribuida ampliamente en el ambiente y se ha aislado de
diversas fuentes, como tierra, vegetación, ensilados, materia fecal, agua y
aguas negras. Hay indicios de que la bacteria reside transitoriamente en el
tracto intestinal humano, y, según el examen de muestras fecales, son portadores
del microorganismo, sin consecuencias perjudiciales para la salud aparentes,
del 2 al 10% de la población general. La evaluación de riesgos muestra que la
gran mayoría de los casos de listeriosis se producen como resultado del consumo
de grandes cantidades de Listeria y de alimentos cuyo nivel de contaminación
con el patógeno supera el límite vigente, cualquiera que fuere (0,04 o 100
UFC/g). El modelo pronostica asimismo una probabilidad baja de contraer la
enfermedad tras el consumo de cantidades pequeñas de L. monocytogenes.
La probabilidad de enfermar por el consumo de un número
especificado de bacterias L. monocytogenes puede representarse de forma
conveniente mediante el triángulo epidemiológico, compuesto por los siguientes
factores, todos importantes: la matriz alimenticia, la virulencia de la cepa y
la vulnerabilidad del consumidor. Los modelos elaborados pronostican que casi
todos los casos de listeriosis se originan por el consumo de concentraciones
altas del patógeno. La inmensa mayoría de los casos de listeriosis está
asociada al consumo de alimentos que no cumplen las normas vigentes relativas a
la presencia de L. monocytogenes en alimentos, tanto si la norma estipula una
tolerancia cero como si establece un límite de 100 UFC/g.
CONTROL DE ANISAKIS EN ALIMENTOS
La anisakiosis es una parasitosis que se produce en el
hombre debido al consumo de pescado crudo o insuficientemente cocinado
parasitado con larvas de Anisakis spp. Entre las especies más afectadas por
este tipo de parásito caben destacar: bacalao, sardina, boquerón, arenque,
salmón, abadejo, merluza, pescadilla, fletán, rodaballo, caballa, bonito,
jurel, calamar y sepia. Las larvas de Anisakis son sensibles al calor. Se
inactivan en un tiempo de 5 a 10 minutos a temperaturas superiores a 60 ° C en
el centro del producto. El tiempo necesario variará en función del proceso
culinario y tamaño de las piezas. En los casos que no se vayan a alcanzar estas
condiciones será necesario haber realizado una congelación previa. Los
productos de la pesca que vayan a ser consumidos crudos o prácticamente crudos
deberán congelarse a una temperatura igual o inferior a -20°C en la totalidad
del producto, durante, al menos, 24 horas, en el producto bruto o acabado.
La eficacia de la congelación depende de la temperatura y
tiempo en el cual se alcanza dicha temperatura. Se recomienda que la
congelación se lleve a cabo a temperatura igual o inferior a -20°C durante 7
días. La congelación no sería necesaria cuando la concentración de sal en
el pescado alcance niveles superiores a 9% de ClNa y se mantenga así durante 6
semanas. En los últimos años, los enfoques “basados en los riesgos”, que tienen
como fundamento la mejor información científica disponible, han sido
reconocidos como medios de mejorar la capacidad de gestión de riesgos en
materia de inocuidad de los alimentos para alcanzar su objetivo principal de
proteger la salud pública, así como garantizar el acceso a un suministro
adecuado de alimentos y facilitar el comercio. Este enfoque implica que las
medidas, reglamentaciones, directrices y normas se elaboran y formulan de
conformidad con un conocimiento específico de los “riesgos” para la vida y la
salud. Cuando está debidamente concebida, la Evaluación de Riesgos
Microbiológicos (ERM) es una evaluación objetiva y sistemática de los
conocimientos científicos pertinentes que ayudan al gestor de riesgos a tomar
una decisión fundamentada sobre la forma de reducir el riesgo planteado por una
cuestión relativa a la inocuidad de los alimentos.
Recientemente se ha prestado particular atención a la
utilización de la ERM para establecer o aplicar objetivos o parámetros
microbiológicos cuantitativos basados en los riesgos, como son los objetivos de
inocuidad de los alimentos (OIA), los objetivos de rendimiento (OR) y los
criterios de rendimiento (CR), cuya finalidad es relacionar los objetivos de
salud pública con el grado de rigor exigido por los sistemas de inocuidad de
los alimentos y las medidas de control para alcanzar dichos objetivos. El Códex (Manual de procedimiento, 15ª ed.) define los tres
nuevos objetivos “intermedios” siguientes:
- Objetivo de inocuidad de los alimentos (OIA): la máxima
frecuencia y/o concentración de un peligro en un alimento en el momento de
consumo que proporciona el nivel adecuado de protección (NAP).
- Objetivo de rendimiento (OR): la máxima frecuencia y/o
concentración de un peligro en un alimento en un paso específico de la cadena
alimentaria antes del momento de consumo, que proporciona o contribuye al logro
de un OIA o NAP, según corresponda.
- Criterio de rendimiento (CR): el efecto que debe ser
logrado en la frecuencia y/o concentración de un peligro en un alimento por
medio de la aplicación de una o más medidas de control para lograr o contribuir
al logro de un OR o un OIA.
Se consideró que los OIA, los OR y los CR eran objetivos
intermedios, ya que constituyen un medio para vincular las medidas efectivas de
control con los resultados en materia de salud pública. La gestión de riesgos
no termina con la elección de medidas de control apropiadas. Debe ir seguida de
actividades de vigilancia para determinar el nivel de cumplimiento. Las medidas
de gestión basadas en los riesgos, cuya finalidad es lograr un nivel de
protección de la salud que se pueda explicar y validar en términos de “riesgos”
para la salud humana, pueden a su vez expresarse en términos de un objetivo de
salud pública, del nivel adecuado de protección (NAP) alcanzado o de otros
términos pertinentes. Una gestión satisfactoria de la inocuidad de los
alimentos reconoce la importancia de la colaboración entre sectores
interesados, y unos sistemas de gestión basados en los riesgos bien concebidos
facilitan el mecanismo para dicha colaboración.
Es el funcionamiento del sistema de gestión de la inocuidad
de los alimentos, tanto en términos del rigor que se pretende conseguir como
del grado de coherencia con que se aplica, lo que determina la magnitud del
control de un peligro logrado y, en consecuencia, el riesgo asociado con el
producto final. El nivel de peligro en el momento del consumo es un
determinante básico del riesgo para los consumido-res, tanto si se expresa a
nivel de una población como por ración. El riesgo para la salud pública se
puede cuantificar basándose en el conocimiento de la relación entre la dosis
del peligro y sus efectos sobre la salud de los consumidores. Fundamentar los
enfoques de gestión de la inocuidad de los alimentos en principios científicos
significa que las decisiones, medidas, reglamentaciones y normas están basadas
en informaciones científicas y técnicas objetivas, fiables y verificables,
combinadas con datos sólidos y el dictamen o asesoramiento científico de
expertos competentes.
Una ERM es una evaluación objetiva y sistemática de los conocimientos científicos pertinentes que ayuda al gestor de riesgos a tomar decisiones fundadas sobre la forma de reducir los riesgos que plantea una cuestión de inocuidad de los alimentos. Es una herramienta particularmente útil para que el gestor de riesgos pueda analizar y comparar las opciones de gestión e inferir medidas de control de la inocuidad de los alimentos. Mientras que los programas de gestión de riesgos a nivel nacional se elaboran teniendo en cuenta la situación general de la totalidad de un determinado producto alimenticio consumido en un país, la aplicación efectiva de las intervenciones tiene lugar al nivel de empresas o productores, que pueden contribuir en mayor o menor medida al nivel de riesgo general en un país. El indicador de salud pública más utilizado para cuantificar los efectos de las enfermedades transmitidas por los alimentos sobre una población es la incidencia (notificada) de una enfermedad.
La incidencia de las enfermedades transmitidas por los
alimentos es la suma de todos los casos de enfermedades correspondientes a
todas las categorías de alimentos. Para controlar mejor las enfermedades
transmitidas por los alimentos, los gestores de riesgos necesitan conocer los
efectos sobre la salud pública y la contribución relativa de las posibles
procedencias y vías de exposición. El proceso de definición de esta
contribución relativa se denomina a menudo “atribución de la procedencia”. El
gestor de riesgos puede utilizar las evaluaciones económicas para ponderar qué
opciones de gestión de riesgos proporcionan el nivel de control necesario en
relación a los costos y beneficios para las partes interesadas.
El examen de las estrategias de gestión de riesgos y de las
medidas de inocuidad de los alimentos es necesario para evaluar si todas ellas,
o una en particular, logran los resultados deseados y contribuyen adecuadamente
a la protección de los consumidores. Las
opciones de gestión de riesgos elegidas para influir en los efectos sobre la
salud pública, tanto si se necesita un cambio normativo como si no, mejoran
cuando se establece una estrategia de aplicación para medir la eficacia de
dichas opciones. En algunos casos, si la salud pública no mejora como
consecuencia de una acción de gestión de riesgos, hay que modificar la opción,
incluida la estrategia de aplicación. Una mejora de la aplicación o de la
educación permite resolver el problema y la ERM puede revaluarse si los efectos
sobre la salud pública no son los deseados.
"SOMOS LO QUE HACEMOS REPETIDAMENTE. EXCELENCIA, POR LO TANTO, NO ES UN ACTO SINO UN HÁBITO"
ARISTOTELES
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La mayoría de los aromáticos simples, de hecho, se obtienen comercialmente del alquitrán de hulla. https://bibliotheque-du-capucin.com/como-identificar-un-compuesto-aromatico/
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