LAS ENFERMEDADES TRANSMITIDAS POR LOS ALIMENTOS (Parte 24)
Más de una vez Ud. habrá dicho: “Debe ser algo que comí”,
“Algo me cayó mal” ó “Me dio un ataque de hígado”, luego de haber estado con
diarreas, vómitos, dolor de cabeza ó cólicos. Lo más probable es que sí; algo
le cayó mal, y no precisamente lo que comió, sino, lo que no vio al ingerir ese
alimento, ya que éste tenía el aspecto de estar sano, pero...no fue así.- Lo
que usted sufrió es una Enfermedad Transmitida por Alimentos (ETA)
INTOXICACIONES POR ALIMENTOS CONTAMINADOS CON SUBSTANCIAS QUÍMICAS
(Consideraciones Generales)
En éstas entregas, analizaremos más facetas apasionantes que muchas veces se ignoran al hablar de las ETA(s) cuales son las intoxicaciones por las contaminaciones químicas tanto del agua de consumo cuanto de los alimentos de ingesta diaria. Los contaminantes químicos de los alimentos, son
aquellas sustancias presentes en los mismos y que proceden de diversas fuentes:
residuos de productos sanitarios que se dan a los cultivos o a los animales
para prevenir enfermedades (pesticidas y residuos medicamentosos), residuos
ambientales que las actividades mineras o industriales generan y se esparcen
por tierra, aire y agua contaminando los alimentos (metales pesados, nitratos y
dioxinas) y sustancias que se producen en el procesado o manipulación
industrial de los alimentos (acrilamida, bisfenol A, ftalatos).
Cabe destacar
que aquí nombramos solo a los más destacados y de mayor incidencia en el mundo.
En todos los lugares donde se preparan alimentos, se manejan para la limpieza o
el control de plagas, diferentes sustancias químicas peligrosas como los
detergentes y los plaguicidas, los cuales de no ser debidamente etiquetados,
transportados, almacenados y utilizados, pueden dar lugar a la contaminación de
los alimentos y a la aparición de brotes de enfermedades, ocurridos casi
siempre por equivocaciones o confusiones en su manejo. También en los lugares
de preparación se utilizan sustancias químicas permitidas como aditivos en las
recetas o en la formulación, como es el caso de los Nitratos en los productos
cárnicos, que de no ser bien etiquetados y envasados, pueden confundirse por
ejemplo con la sal común y causar una intoxicación.
Existen también otras sustancias
antiguamente usadas en los procesos, pero prohibidas hoy por ser muy tóxicas,
como el caso del Bromato de potasio utilizado en la elaboración del pan. Un 61%
de los casos de intoxicaciones entre la población infantil de EEUU se producen
a causa de la presencia de sustancias químicas, como plaguicidas, mercurio y
plomo en los alimentos, en el agua y en el aire, según datos de la Asociación
Estadounidense de Centros para el Control de Intoxicaciones. Según el informe La Salud en las Américas, que publica
la Organización Panamericana de la Salud (OPS), los datos disponibles sobre las
sustancias químicas y su efecto en la salud y el ambiente de América Latina y
el Caribe no reflejan la dimensión del problema. Según información del Programa
de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Brasil es uno de los
cuatro países del mundo que utiliza más agroquímicos.
El problema de la
población infantil reside en el hecho de que ingieren más sustancias tóxicas ya
que, según la OPS, "beben y comen más que los adultos". El contacto
directo con el suelo les hace especialmente susceptibles de acumular las
sustancias tóxicas. Algunas de estas sustancias son los plaguicidas y la
presencia de plomo en las tuberías de las redes de abastecimiento de agua potable.
La presencia de patógenos o toxinas en el agua o alimentos contaminados es la
segunda causa de muerte más común en niños. Se estima que es responsable del
12% de las muertes de menores de 5 años en los países en vías de desarrollo.
Y
es que la falta de agua potable y saneamientos básicos es uno de los
principales problemas de estos países. "La probabilidad de que se
presenten episodios diarreicos en menores de 5 años, una de las principales
causas de mortalidad infantil tardía y de desnutrición, es inversamente
proporcional a la disponibilidad de agua potable", afirma el informa de la
OPS. El síndrome diarreico es especialmente devastador en niños menores de un
año, entre los que se da una elevada mortalidad ya que se presenta como una de
las principales causas de deshidratación y desnutrición.
ACRILAMIDAS
La acrilamida es un compuesto químico utilizada en
procesos industriales como la elaboración de materiales plásticos en contacto
con los alimentos, la depuración de aguas, o la fabricación de papel, cosméticos
y pegamentos. Además la acrilamida se forma en el humo del tabaco y de los
tubos de escape. Se ha descubierto que se genera de forma involuntaria al
someter a altas temperaturas (superiores a 180ºC) alimentos ricos en almidón,
como patatas y cereales. La acrilamida aparece en productos fabricados a partir
de patatas o cereales, que han sido fritos u horneados, como, por ejemplo, patatas
fritas, galletas, crackers, cereales de desayuno y pan. También se puede
encontrar en menor cantidad en el café tostado y chocolate en polvo. Es una
sustancia cancerígena que causa tumores y alteraciones en el sistema nervioso y
reproductivo en animales de experimentación a niveles de exposición muy altos,
sin embargo no hay evidencias en el ser humano, por lo que se ha clasificado
como “probable carcinogénico en humanos”.
No obstante, las cantidades presentes
en los alimentos son más de mil veces inferiores a las que producen
alteraciones en animales, por lo que los expertos consideran muy poco
probable que la acrilamida ingerida a través de los alimentos dañen la
reproducción o sistema nervioso del consumidor. La neurotoxicidad de la
acrilamida en el ser humano se conoce a través de casos de intensa exposición
ocupacional y accidental durante el uso de la sustancia en procesos
industriales para la producción de plásticos y otros materiales. Los estudios
realizados en animales han demostrado también que la acrilamida provoca
problemas reproductivos y cáncer. En 2002, estudios realizados en Suecia
demostraron por primera vez la formación no intencional de concentraciones
relativamente elevadas de acrilamida durante la fritura o el horneado de
patatas y productos a base de cereales (a temperaturas superiores a 120 ºC).
Aunque se desconocían las consecuencias sanitarias de las concentraciones de
acrilamida que aparecen en los alimentos, ello hizo temer por la salud pública.
A raíz del estudio sueco, la FAO y la OMS celebraron en 2002 una reunión
consultiva especial de expertos para examinar los datos disponibles. Los
expertos concluyeron entonces que era preciso realizar nuevos estudios para
evaluar debidamente la toxicidad y los efectos en la salud de la exposición a
la acrilamida presente en los alimentos. El Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en
Aditivos Alimentarios y Contaminantes de los Alimentos se reunió del 8 al 17 de
febrero para examinar los posibles riesgos para la salud asociados a la
acrilamida y otros cinco contaminantes de los alimentos. El Comité concluyó
que, según las pruebas realizadas en animales, el cáncer es el principal efecto
tóxico de la acrilamida y que el consumo de alimentos con este contaminante en
las concentraciones en que aparece actualmente puede ser preocupante en
relación con la salud pública.
El Comité afirmó que la conclusión se basó en
una evaluación conservadora y que aún hay importantes dudas acerca del
mecanismo de la toxicidad de la acrilamida, los supuestos utilizados para
comparar los datos animales más pertinentes para la situación en el ser humano
y la extrapolación de las estimaciones de la ingesta. La acrilamida se forma
cuando ciertos alimentos, en particular alimentos de origen vegetal ricos en
hidratos de carbono y pobres en proteínas, se cocinan a altas temperaturas, por
ejemplo friéndolos, asándolos u horneándolos, generalmente a más de 120 ºC. En
los países donde se dispone de datos, los principales alimentos que contribuyen
a la exposición a la acrilamida son las patatas fritas de bolsa, el café y los
productos a base de cereales (bollería y galletas dulces, panes y tostadas). La
cantidad de acrilamida puede variar enormemente en un mismo alimento según
distintos factores, entre ellos la temperatura y el tiempo de cocción.
Por esa
razón, los expertos del Comité afirmaron que no era posible recomendar qué
cantidades de determinados alimentos que contienen la sustancia pueden
consumirse sin riesgo para la salud. El Comité indicó que la industria
alimentaria ha informado de que está evaluando distintos medios para reducir el
contenido de acrilamida en diversos alimentos, y recomendó que prosigan esos
esfuerzos. Los expertos también advirtieron que habría que comprobar que todo
cambio importante en los métodos de elaboración encaminado a reducir el
contenido de acrilamida no menoscabe la calidad nutricional y la inocuidad de
los alimentos, particularmente en relación con la contaminación microbiológica
y la posible formación de otras sustancias nocivas. También hay que tener
presente la aceptabilidad para el consumidor.
Por último, el Comité recomendó
evaluar de nuevo la acrilamida cuando se conozcan los resultados de los
estudios toxicológicos en marcha. Se espera que los resultados de los estudios
a largo plazo más pertinentes estén disponibles dentro de dos o tres años; esos
estudios pueden contribuir a reducir la incertidumbre actual que obstaculiza la
estimación del riesgo. Basándose en esta evaluación, la FAO y la OMS
recomiendan proseguir las actividades encaminadas a reducir las concentraciones
de acrilamida en los alimentos. Las autoridades nacionales responsables de la
inocuidad de los alimentos deben instar a los fabricantes pertinentes a
esforzarse por mejorar las tecnologías de elaboración de alimentos con el fin
de reducir sensiblemente el contenido de acrilamida en alimentos de gran
consumo, como las patatas fritas (tanto en palitos como de bolsa), el café, la
bollería, las galletas dulces, los panes y las tostadas. Los estudios
preliminares de la industria y de otros investigadores parecen indicar que ya
es posible conseguir importantes reducciones en varios alimentos.
Los conocimientos
adquiridos ayudarán a elaborar directrices para la preparación de alimentos en
el hogar. Por otro lado, los datos más recientes acerca de la acrilamida
refuerzan las recomendaciones generales en relación con una alimentación
saludable: hay que seguir consumiendo una dieta equilibrada y variada que
incluya cantidades importantes de fruta y verdura y moderar la ingesta de
alimentos fritos y ricos en grasa. Hace
miles de años que nos servimos del calor para cocinar los alimentos. Sin
embargo, además de conseguir el sabor, el aroma y el color deseados, el proceso
de calentamiento de los alimentos puede conllevar la formación de sustancias
menos recomendables. Una de estas sustancias que ha despertado un gran interés
entre los científicos y los medios de comunicación en los últimos años es la
acrilamida.
Al principio, la acrilamida sólo se conocía por su uso en
procesos industriales como la fabricación de plásticos, colas, papel y
cosméticos. La exposición fortuita de los trabajadores de estas industrias a
niveles elevados de acrilamida llevó a la identificación de esta sustancia como
una neurotoxina. Esto significa que, en dosis elevadas, la acrilamida puede
dañar el tejido nervioso. En animales, se sabe que la exposición a dosis altas
de acrilamida produce cáncer y afecta a la reproducción. La acrilamida puede
formarse en algunos alimentos durante el proceso de calentamiento, cuando se
alcanzan temperaturas de 120°C o más al freír, tostar o asar. Por ejemplo,
inicialmente se descubrió que las patatas fritas caseras y empaquetadas (o
chips), las galletas dulces y saladas, el pan tostado, los cereales de
desayuno, las patatas asadas, ciertos productos de confitería y el café la
contenían. Las investigaciones posteriores también han hallado acrilamida en
las frutas deshidratadas, las verduras asadas, las aceitunas negras y en
algunos frutos secos tostados.
La acrilamida se forma como resultado de lo que
se conoce como la reacción de Maillard, que es una reacción química entre un
aminoácido (componente básico de las proteínas) y un azúcar simple como la
glucosa, la fructosa o la lactosa. El calor es necesario para iniciar dicha
reacción, que produce toda una serie de cambios químicos cuyo resultado es la
“caramelización” del alimento y la formación de una serie de compuestos de
aroma y sabor. Estos compuestos combinados son los que proporcionan la
apariencia y el sabor característicos de los alimentos cocinados. Uno de los
ejemplos más típicos de la reacción de Maillard es el aspecto dorado que
adquiere el pan blanco al tostarlo. El proceso de formación de la acrilamida en
sí sólo se conoce parcialmente, ya que la reacción de Maillard es una de las
reacciones químicas más complicadas que se producen en los alimentos. Sin
embargo, su formación parece depender del tipo de alimento, la temperatura y el
tiempo que se tarda en cocinarlo.
En general, el nivel de acrilamida de los
alimentos que contienen almidón, como el pan o las patatas, aumenta cuando se
cocinan a temperaturas altas y durante un período largo de tiempo. Otras
investigaciones han mostrado que, además del tiempo y la temperatura a la que
se cocinan los alimentos, la presencia de un aminoácido conocido como
asparagina es otro factor determinante en la formación de acrilamida. Este
aminoácido en concreto tiene una estructura química muy parecida a la de la
acrilamida, lo que sugiere que podría transformarse en esta sustancia durante
la reacción de Maillard. En general los científicos coinciden en que los
alimentos con un mayor contenido de acrilamida son los alimentos fritos u
horneados, como los pasteles, las patatas o el pan.
El Comité Mixto de Expertos
en Aditivos Alimentarios (JECFA, por sus siglas en inglés) informa que el
alimento que más contribuye al consumo total de acrilamida en la mayoría de los
países son las patatas fritas (16-30%), las patatas fritas de bolsa (chips)
(6-46%), el café (13-39%), los productos de pastelería y las galletas dulces
(10-20%), así como el pan y la bollería (10-30%). Otros alimentos contribuyen
menos del 10% del total. El consumo de acrilamida dentro de la UE varía entre
los 0,3 y 1,4 microgramos por kilogramo de peso corporal al día, y la
contribución de los diferentes tipos de alimentos varía dependiendo de la dieta
nacional. Hasta ahora no se ha encontrado acrilamida en alimentos cocidos,
escalfados o cocinados al vapor. Esto podría deberse a que la temperatura
máxima empleada en estas técnicas no supera los 100°C y a la ausencia de
caramelización.
Poco después del estudio sueco, el antiguo Comité científico
sobre la alimentación humana (SCF, por sus siglas en inglés) publicó su opinión
sobre la posible amenaza para la salud que representaba la presencia de
acrilamida en los alimentos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma
que: “la acrilamida pertenece a un grupo de sustancias químicas que no parece
tengan un umbral claramente identificable de sus efectos; es decir, que
concentraciones muy reducidas conllevarían un riesgo muy reducido, pero no la
ausencia de este”. En 2005, el Panel de la Autoridad Europea de Seguridad
Alimentaria (AESA) sobre sustancias contaminantes apoyó las conclusiones del
informe del JECFA de que debían tomarse medidas para reducir la exposición a
esta sustancia. Con el objetivo de conocer mejor el riesgo derivado de cocinar
de los alimentos a temperaturas altas, la Comisión Europea financió el proyecto
HEATOX (Sustancias tóxicas generadas al calentar los alimentos: identificación,
caracterización y minimización del riesgo).
Su objetivo era identificar,
caracterizar y minimizar el riesgo que suponen los compuestos adversos
producidos durante el proceso de cocinado de los alimentos. En particular, se
concentró en la acrilamida y, en 2007, se publicaron los cuatro principales
descubrimientos, basados en experimentos realizados en laboratorio: 1) La
presencia de acrilamida en los alimentos puede ser un factor de riesgo para el
cáncer; 2) Se puede reducir el nivel de acrilamida presente en los alimentos,
pero no erradicarlo totalmente; 3) Contamos con métodos analíticos para
detectar la presencia de acrilamida en los alimentos; y 4) Cocinar los
alimentos puede producir otros compuestos importantes para la salud.
Los
fabricantes de productos alimentarios han tomado medidas para reducir la
formación de acrilamida en alimentos como el pan tostado, las galletas y otros
productos horneados, y las patatas fritas, reorientando el enfoque del control
de calidad y cambiando las recetas y los procesos de cocinado. Sin embargo, es
importante resaltar que tales procesos no pueden modificar un elemento
importante, cuyo impacto en el contenido de los precursores de la acrilamida en
la materia prima agrícola es significativo: el de los productos estacionales o
de temporada.
La Asociación Europea de la Industria y Comercio de Alimentos y
Bebidas (en inglés, CIAA) ha publicado una “Herramienta contra la acrilamida”
que recoge los pasos a seguir tanto por los fabricantes de alimentos como por
los consumidores para reducir el nivel de acrilamida en los alimentos. También
se han considerado e incluido en la medida de lo posible los descubrimientos
del proyecto HEATOX en la actualización de este documento. Actualmente, las
investigaciones se centran en la posibilidad de reducir el nivel de acrilamida
presente en los alimentos bloqueando la reacción que se produce durante el
cocinado, mediante la biotecnología y la adaptación de las técnicas de cultivo
actuales.
Así, por ejemplo, al aumentar el nivel de sulfato en la tierra y
reducir el de nitrógeno, se ha observado una reducción del nivel de acrilamida
en algunas cosechas. Es más, mediante la modificación genética se ha conseguido
una variedad de patata totalmente nueva que contiene un nivel de azúcar
inferior al de la patata convencional. Por otro lado, disminuyendo el nivel de
azúcares reductores (como la glucosa) presentes en las patatas, es posible
reducir, al mismo tiempo, la concentración de acrilamida, ya que este tipo de
azúcares son un componente clave de la reacción de Maillard, durante la que se
forman estos compuestos negativos.
De forma similar, se trabaja con los genes
de la planta responsables del control de la formación de asparagina. Puesto que
la asparagina es el otro componente clave de la formación de acrilamida, si se
reduce su nivel es muy probable que disminuya la formación de acrilamida
durante la reacción de Maillard. Por regla general, cocinar los alimentos tiene
numerosas ventajas que no debemos olvidar. Además de mejorar la palatabilidad y
hacer más apetitosos los alimentos (aspecto, sabor, olor), reduce el riesgo de
intoxicación. Igualmente, el proceso de cocinado hace que nuestro organismo
asimile mejor muchos nutrientes esenciales. Mientras las investigaciones siguen
identificando modos de reducir la formación de acrilamida al calentar algunos
alimentos, los consumidores deberían evitar cocinar demasiado tales alimentos
(para evitar el exceso de caramelización).
Seguir las instrucciones indicadas
en los envases de alimentos y materiales de cocina son medidas útiles. Además,
sería aconsejable que los consumidores cambiaran su manera de cocinar, cociendo
más con agua o al vapor y empleando otros métodos similares que ayuden a
reducir al mínimo la formación de acrilamida. Como algunos de los productos con
un alto nivel de acrilamida también son muy energéticos, deberían consumirse
con moderación como parte de una dieta sana y equilibrada. La Confederación de
Industrias Agroalimentarias de la Unión Europea (CIAA, por sus siglas en
inglés) cambió su nombre oficialmente en junio de 2011 y ahora es conocida como
Food Drink Europe (FDE, por sus siglas en inglés). El proyecto europeo de
investigación HEATOX finalizó en noviembre de 2007. Los descubrimientos de
HEATOX se añadieron a la Guía contra la acrilamida de FDE (previamente CIAA).
La Guía se actualiza continuamente con los progresos científicos. En enero de
2014, FDE publicó unas series de folletos específicos para cada sector
disponibles en 23 idiomas europeos con información de la Guía contra la
acrilamida para los productores de pequeñas y medianas empresas. Los folletos
cuentan con información de las herramientas más punteras que ayudarán al sector
alimentario y de las bebidas europeo a mitigar la formación de la acrilamida en
algunos alimentos. El último informe sobre la acrilamida del Comité Mixto
FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA, por sus siglas en inglés)
se publicó en 2011 y forma parte de su evaluación de algunos contaminantes en
alimentos. JECFA ha informado que los principales alimentos que más aportan a
la exposición en la mayoría de los países son las patatas fritas (10–60 %),
patatas chips (10–22 %), pastas y galletas dulces (10–15 %) y pan y tostadas
(13–34 %).
Otros alimentos aportaron menos de un 10 % a la exposición diaria. La
Comisión Europea (CE) emitió una Recomendación a los estados miembros
(2007/331/EC) en 2007 sobre el control de los niveles de acrilamida en los
alimentos. Este control se centra en los productos alimenticios que contienen
un alto nivel de acrilamida y en aquellos que son parte esencial de la
alimentación humana. A principios de 2011, la CE emitió los niveles indicativos
de acrilamida en algunos alimentos según la información recogida en los
controles. Estos valores no son un umbral de seguridad, solo cumplen con la
función de alentar a las autoridades competentes para llevar a cabo
investigaciones con el fin de determinar por qué se han excedido dichos
niveles. Los valores se actualizaron en noviembre de 2013. La Autoridad Europea
de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) publicó en 2012
información sobre los niveles de acrilamida hallados en un abanico de alimentos
entre 2007 y 2010.
Estos datos se han usado como medida para ver si la
industria alimentaria europea ha aplicado correctamente las estrategias
identificadas en la Guía contra la acrilamida. Es importante saber si esas
directrices son eficaces porque serán cruciales para los debates entre estados
miembros en relación con la acrilamida. La información que se recogió se
dividía en 10 categorías de alimentos distintas, aunque algunas de ellas se
dividían en menos, como por ejemplo las patatas chips. El estudio no evidenció
una tendencia de disminución significativa en los niveles de acrilamida en
estas patatas. Los valores recomendados por la CE se superaron en un 3-20 % de
las muestras de las diferentes categorías que se establecían en la información
de control de 2010. El informe concluyó que se necesitaba más tiempo y
descripciones más detalladas de las muestras para establecer una evaluación más
precisa de las tendencias.
Un estudio publicado en 2013, realizado con el
análisis de una mayor base de datos de concentraciones de acrilamida en patatas
chips desde 2002 a 2011, mostró que, al contrario que en estudios anteriores,
en ese periodo se mantuvo una tendencia general de disminución en los niveles
de acrilamida. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ya está
evaluando el impacto de la acrilamida en la salud humana. Este proceso tendrá
en cuenta los avances internacionales, incluido el trabajo del JECFA. Se espera
que la propuesta esté terminada y disponible para consulta pública en junio de
2014. La retroalimentación que se reciba ayudará a elaborar la opinión
científica final prevista para 2015. En mayo del 2002, la Autoridad Alimentaria
Nacional Sueca publicó un estudio en el que se informaba por primera vez sobre
la presencia de grandes cantidades de acrilamida en los alimentos ricos en
almidón cocinados a altas temperaturas (por encima de 120º C), como las que se
generan durante las prácticas de fritura y horneado.
A raíz de este estudio,
las agencias alimentarias del Reino Unido y de Noruega realizaron estudios de
monitoreo para verificar los hallazgos, comprobando los resultados suecos. La
Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas
para la Agricultura y la Alimentación (FAO) celebraron del 25 al 27 de junio de
2002 una reunión de científicos, médicos y especialistas en salud pública que
tuvo como fin estudiar los datos sobre la presencia de acrilamida en los
alimentos y hacer las recomendaciones necesarias tanto a los consumidores como
a los investigadores en la materia. La acrilamida tiene la fórmula química
CH2CHCONH2 y un peso molecular de 71.09; su temperatura de ebullición es de
125º C y la de fusión de 87.5º C.
Es un producto químico intermedio (un
monómero) empleado en la síntesis de poliacrilamidas. Tiene la apariencia de un
polvo blanco cristalino y es soluble en agua, etanol, metanol, éter etílico y
acetona, pero no en heptano ni benceno. Se polimeriza rápidamente al alcanzar
el punto de fusión o al ser expuesto a la luz ultravioleta. La acrilamida
sólida es estable a la temperatura ambiente, pero puede polimerizarse
violentamente cuando se mezcla o expone a agentes oxidantes. En la Unión
Europea se producen de 80 mil a 100 mil toneladas anualmente. Se emplea como
floculante en el tratamiento del agua potable y en el procesamiento de la pulpa
de papel. Se utiliza también para retirar sólidos en suspensión de las aguas
residuales de la industria antes de su vertido, reutilización o eliminación, y
asimismo como aditivo en cosméticos, acondicionadores de suelos, tratamiento de
minerales y formulación de agentes selladores para diques, túneles y
alcantarillados. Los fumadores también se exponen a la acrilamida durante el
consumo de cigarrillos. En los seres humanos y en los animales, la
neurotoxicidad es el riesgo más importante de ingerir acrilamida.
La exposición
a altas dosis de esta sustancia provoca cambios en el sistema nervioso central,
mientras que la exposición prolongada a bajas dosis da como resultado
neuropatía periférica en presencia o ausencia de complicaciones sobre el citado
sistema. Los resultados de algunos estudios llevados a cabo con roedores y
primates impulsaron a la FAO a establecer 0.5 mg/kg/día como el nivel máximo de
ingesta en humanos, el cual no produce la neuropatía; se estimó además la
ingesta crónica permitida en 0.001 mg/kg/día. La acrilamida es tóxica en las
células somáticas y germinales y posee el potencial de inducir daños
hereditarios en los genes y cromosomas. Tiene potencial cancerígeno en ratas,
de modo similar al de otros cancerígenos que están presentes en diversos
alimentos, pero los niveles de ingesta de acrilamida son mayores, por lo que la
Agencia Internacional de Cáncer (IARC) la clasificó como un probable
cancerígeno en los seres humanos, por lo que la ubicó en la clasificación 2A.
En
algunos estudios in vitro que incluían cultivos de células de mamíferos, y
otros in vivo con ratas y ratones, se ha demostrado que produce daño al
material genético de la célula e induce tumores en las ratas después de su
administración. Así, se concluyó que la actividad de la acrilamida es la de un
genotóxico y carcinógeno. No fue posible determinar un nivel de exposición
responsable de los efectos originados; por consiguiente, se debe asumir que existe
riesgo, aunque sea pequeño, en la exposición a niveles bajos. Los datos
publicados indican su capacidad para provocar mutaciones en el código genético
al formar combinaciones de ADN. Las recombinaciones inducidas de ADN pueden
interferir con el proceso de replicación genética, lo que puede desembocar en
la formación de tumores. Como hemos dicho antes, la exposición de ratas y
ratones a la acrilamida aumentó la incidencia de varios tipos de cáncer.
Aunque
por ahora se desconoce el mecanismo que lleva a desarrollar neoplasias, una de
las teorías señala que la esta sustancia desencadena la mutagénesis al dañar el
ADN. El equipo de investigadores del Instituto de Investigación Beckman, en Duarte
(California), probó su hipótesis en células mamíferas al exponer el tejido
conectivo e incorporar artificialmente un gen conocido como transgen. Las
células tratadas con acrilamida formaban más combinaciones de ADN en
determinados puntos del transgen, en comparación con las controles. El
tratamiento de las células con bajas concentraciones de acrilamida se asoció con
una duplicación del número de mutaciones en el transgen, en comparación con el
grupo control. Esta tasa de mutación fue similar a la de las células tratadas
con el conocido carcinógeno BPDE en bajas concentraciones. Los estudios
epidemiológicos de las muertes por cáncer en trabajadores expuestos a la
acrilamida debido a su trabajo no demostraron ningún aumento en su incidencia,
pero no hay aún conclusiones definitivas debido a ciertos sesgos observados en
los estudios.
Según la información disponible, la IARC ha catalogado a la
acrilamida como “probablemente carcinógena para los humanos”. Por esta razón,
en el Reino Unido las autoridades de salud y ambiente recomiendan que la
exposición a los genotóxicos cancerígenos como la acrilamida debe ser mínima. Los
estudios hechos con ratas han demostrado ciertos efectos sobre el sistema
reproductor masculino, manifestados en la disminución de la fertilidad de los
machos. Las ratas macho tratadas con acrilamida desarrollan mesotelioma
testicular y tumores en la tiroides, y las hembras tumores en la tiroides y en
las mamas. En presencia del promotor cancerígeno TPA (12-0-tetradecanoyl-forbol-13-acetato)
se produjeron neoplasias de piel.
No existen datos que permitan extrapolar a
los humanos estos descubrimientos hechos en ratas. La información disponible
todavía es insuficiente para estimar la ingesta total diaria de acrilamida en
la población a través de los alimentos. Los estudios suecos indican que la
ingesta podría ser de hasta 0.1 miligramos por día, lo que equivale
aproximadamente a 0.0017 miligramos por kilo de peso corporal por día, siendo
más de mil veces menor que la dosis necesaria para desarrollar efectos sobre el
sistema nervioso o reproductor en los animales. La consulta realizada por la
OMS a expertos especializados en cuestiones cancerígenas, toxicología,
tecnologías alimentarias, bioquímica y química analítica, identificaron un
número importante de asuntos que deben ser investigados. Por ejemplo, si bien
se sabe que la acrilamida provoca cáncer en animales de laboratorio, no hay
estudios que demuestren la relación entre la acrilamida y el cáncer en los
seres humanos.
Los modelos teóricos para predecir si el cáncer se puede
desarrollar en humanos a partir de los actuales niveles de ingesta no son lo
suficientemente confiables para llegar a conclusiones serias. En los estudios
hechos con ratas, la acrilamida tiene una potencia similar a la de otros
agentes cancerígenos conocidos que se forman durante el cocinado, como es el
caso de ciertos hidrocarburos que se forman en la carne frita o a la plancha.
Pero los niveles de ingestión de acrilamida pueden ser mucho más elevados. Por
ello, la consulta reconoce que el problema de esta sustancia en los alimentos
es importante, pero que los datos hasta ahora disponibles no son suficientes
para estimar cuantitativamente el riesgo de sufrir cáncer a partir de la
acrilamida formada en la dieta.
No es posible todavía determinar qué porcentaje
de la presencia total de acrilamida en el cuerpo humano proviene de los alimentos
hechos a base de almidón. Debido a que otros alimentos, como frutas, verduras,
carnes y mariscos, así como las bebidas o los cigarrillos pueden constituir una
fuente de acrilamida en el cuerpo humano, no es posible saber qué porcentaje
proviene de tales alimentos. La acrilamida se genera en los alimentos ricos en
almidón (como las papas y los cereales) a consecuencia de las altas
temperaturas de cocinado, como la fritura, el horneado, el asado y la parrilla.
Sin embargo, esos alimentos no tienen niveles significativos de acrilamida cuando
están crudos, ni tampoco cuando se cocinan mediante la cocción o hervido, donde
la temperatura alcanzada no rebasa los 100°
Las investigaciones realizadas
en Suecia sobre el riesgo laboral de los trabajadores, determinaron que el
grupo control, no expuesto a la acrilamida en su trabajo, mostraba en forma
inesperada altos niveles de la misma en su organismo. Este hallazgo indujo a
los investigadores a estudiar las posibles fuentes de exposición a la
acrilamida, incluidos los alimentos. Así, se analizó una serie de productos de
consumo habitual, que incluían papas fritas normales (chips); papas fritas
cortadas en rebanadas finas que se fríen hasta lograr una textura crujiente y
que suelen presentarse como aperitivos; papas fritas envasadas, panecillos y
cereales. Se encontraron niveles de acrilamida que confirmaron las
determinaciones suecas: la acrilamida no se hallaba en las papas crudas o
cocidas, pero sí se hallaba en niveles significativos en las fritas.
También se
demostró que el sobre cocinado (o sea, el freírlas hasta más allá del 40% del
tiempo recomendado, por ejemplo 12 + 5 minutos, hasta que se vieran más
doradas) aumentaba todavía más los niveles de acrilamida. Los niveles
encontrados en las muestras oscilaban desde 0.31 hasta 3.5 mg/kg en el caso de
las papas fritas. En las papas fritas sobre cocinadas se alcanzaron niveles de
12-12.8 mg/kg; entre 1.22 y 1.5 mg/kg en las papas fritas envasadas, y entre
0.11 y 2.4 mg/kg en los cereales. Como la acrilamida se forma en los productos
ricos en almidón que se fríen u hornean a temperaturas superiores a los 120º C,
independientemente si se elaboran en la industria alimenticia o se preparan en
casa, es probable que se pueda encontrar también en otros alimentos elaborados
a base de harina, como los cereales (que son ricos en almidón) que sufren los
mismos tratamientos culinarios. A estos productos se pueden añadir las pizzas,
churros, empanadas, pan, galletas, distintos tipos de tartas y otros más.
La
acrilamida se forma durante la llamada “Reacción de Maillard”, que es un
proceso térmico común que dota del color y sabor característicos a los
productos sometidos a altas temperaturas durante un tiempo prolongado. Dicha
reacción es la que explica por qué algunos productos fritos u horneados acaban
tomando un característico color dorado y el olor propio de alimentos tostados.
Es el caso de las papas fritas, las galletas o el pan, todos ellos tienen una
notable proporción de carbohidratos. Los estudios realizados no han demostrado
la razón ni el mecanismo mediante el cual se genera la acrilamida como
consecuencia del cocinado. Diversos grupos de investigadores sospechan que la
causa de que aparezca tal sustancia es un aminoácido llamado asparagina, que al
ser calentado con ciertos azúcares provoca una reacción química que origina ese
preocupante compuesto cancerígeno.
Las papas son especialmente ricas tanto en asparagina
como en glucosa. Además, este aminoácido está presente en numerosos cereales y
carbohidratos. La acrilamida se emplea en la fabricación de los plásticos y el
papel que se utilizan como envases o empaques de alimentos. A consecuencia de
ese contacto, la Unión Europea ha legislado que el límite máximo permisible de
acrilamida es de 0.01 miligramos por kilo de alimento empacado en envases de
plástico. Este valor contrasta con los altos niveles encontrados en los
estudios de monitoreo. El límite legal establecido sólo se aplica a la
acrilamida que pueda pasar de los envases de plásticos a los alimentos y no a la
que se forma durante su cocinado. Un derivado, la poliacrilamida, se emplea en
la depuración de aguas debido a que se adhiere a las partículas sólidas,
reteniéndolas en el filtrado. Es el único polímero que elimina en forma
adecuada ciertas partículas del agua y que no es tóxico en forma polimerizada.
La industria química minimiza su cantidad manteniendo los niveles por debajo
del límite permitido. El límite permisible de acrilamida en aguas aptas para
beber establecido por la Unión Europea es de 0.0001 miligramos por cada litro
de agua; por lo tanto, las cantidades de acrilamida que pueden ser detectadas
en los alimentos como consecuencia de los envases o en el agua potable son
insignificantes en comparación con los que se generan durante la fritura o el horneado.
Para estos alimentos todavía no se establecen los niveles recomendados. Los
datos del estudio realizado por la Food and Drugs Administration (FDA) de
Estados Unidos revelan que no se ha encontrado acrilamida en los quesos
procesados, leche o helados analizados. Pero distintas galletas saladas, que
son la merienda de muchos niños, contienen un alto índice de la misma
sustancia. En cambio, algunas comidas preparadas con pavo y verduras contienen
muy poca. Ciertos alimentos muy habituales en la dieta infantil de
Norteamérica, como la mantequilla de cacahuate y las galletas de chocolate, también
incluyen acrilamida en su composición. La mayoría de las frutas y verduras no
contienen acrilamida, pero sí los zumos preparados y las aceitunas negras. Los
estudios de monitoreo indican que la acrilamida forma parte del 27.7 % de los
alimentos en la compra promedio norteamericana.
La reunión de expertos FAO y la
OMS sobre la acrilamida en alimentos concluyó, después de haber revisado la documentación
disponible, que los nuevos hallazgos representan un problema serio y que la
acrilamida habrá de ser incluida como una prioridad en la reunión de ese comité
de expertos sobre aditivos alimentarios. Los conocimientos que se tienen en la
actualidad no permiten responder a todas las cuestiones planteadas, por lo que
se necesitan más estudios científicos y la creación de una red internacional
que haga posible el intercambio de experiencias y la coordinación de los
trabajos. Los modelos matemáticos para predecir el desarrollo de cáncer en los
seres humanos a partir de los niveles medios de ingesta de acrilamida en
alimentos no son suficientes para llegar a conclusiones definitivas y para
hacer estimaciones cuantitativas del riesgo.
Por otra parte, se desconoce la
toxicocinética y toxicodinamia de la acrilamida en el organismo humano. Los
científicos consideran necesario realizar más estudios para identificar el
mecanismo de formación de la acrilamida durante el proceso de cocinado; la
epidemiología de los cánceres humanos frecuentes, la presencia de la acrilamida
en otros alimentos distintos de los ricos en almidón, incluidos los que no son
típicos de las dietas y las posibilidades de reducir la cantidad de acrilamida
en alimentos cambiando su composición, los tratamientos a los que se les somete
y otros factores. Las intoxicaciones o las toxiinfecciones debidas al consumo
de alimentos crudos o insuficientemente cocinados son un asunto de gran
importancia. La mayoría de los alimentos que se ingieren contienen sustancias
que, consumidas durante periodos prolongados, pueden estimular el desarrollo
del cáncer. Su desarrollo dependerá de los factores internos de tipo personal,
de las dosis y del tiempo de exposición.
Existen otras causas que estimulan el
desarrollo del cáncer, incluidos la contaminación ambiental, el estilo de vida,
el medio laboral y otros. Debido a los recientes descubrimientos de la
acrilamida en los alimentos y el alto consumo de alimentos fritos en la
población mexicana, se puede esperar la aparición de los efectos dañinos en
personas expuestas a esta dieta; sin embargo, los expertos advierten que el
nivel de agentes que causan daños en el ADN y que son potencialmente
cancerígenos –como es el caso de la acrilamida– debe restringirse y reducirse
en los alimentos. Cuando se generan en los alimentos de forma natural, es
necesario tomar acciones para determinar cuál es el nivel permisible que de
forma razonable no entrañe peligro para la salud. Para esto se debe trabajar conjuntamente
con la industria alimenticia a fin de aumentar el nivel de conocimientos sobre
la acrilamida en los alimentos.
Las posibles consecuencias de tales
descubrimientos para la industria son por el momento impredecibles, pero
pueden tomarse algunas medidas sencillas que podrían reducir o eliminar la
acrilamida de algunos alimentos protegiendo su estado higiénico y su sabor.
Entre esas medidas se hallan las de agregar el aminoácido cisteína o minerales
como el calcio, que impiden la formación de acrilamida, o bien cambiar las
técnicas en el cocinado y preparación de los alimentos. Mientras no se disponga
de nuevos datos, los expertos no recomiendan a la población que deje de
consumir los productos ya estudiados; no existe un método práctico para evitar
la presencia de acrilamida en los alimentos, y dado que aparece en muchos
productos de consumo habitual, no es posible seguir una dieta equilibrada sin
correr algún riesgo.
Advierten, sin embargo, que en una dieta equilibrada el
consumo de productos fritos y ricos en grasas debe ser limitado. Por otra
parte, una dieta saludable y equilibrada que incluya una buena cantidad de
frutas y verduras parece tener un efecto protector ante ciertos tipos de
cáncer. En conclusión, las recomendaciones de los expertos no son muy
alentadoras. Durante la mayor parte de nuestra vida estamos expuestos a la
contaminación alimenticia de compuestos químicos potencialmente cancerígenos.
Dados nuestros hábitos alimenticios, es difícil modificarlos prescindiendo de
platillos y formas de cocinado habituales en la dieta. El cocinado a
temperaturas inferiores a las normales no es una solución porque el calor
elimina organismos patógenos peligrosos. Como dijimos antes, se necesitan más
estudios y pruebas antes de lograr un entendimiento total del problema y de sus
implicaciones para la salud.
"SOMOS
LO QUE HACEMOS REPETIDAMENTE. EXCELENCIA, POR LO TANTO, NO ES UN ACTO SINO UN
HABITO"
ARISTOTELES
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solicitare debidamente fundamentada.
Cordial saludo profesional Santiago, te puedo pedir el favor que me envies todos estos temas de ETAS al correo gsiaconsulting@gmail.com , te lo agradeceria inmensamente.
ResponderBorrarMUY BUENOS DÍAS. SI OBSERVA LA COLUMNA DERECHA, ENCONTRARA LA LEYENDA "ARCHIVOS DEL BLOG", PUEDE DESCARGAR LAS ENTRADAS QUE DESEE CITANDO LA FUENTE RESPECTIVA. LE AGRADEZCO SU COMENTARIO Y SU PERSONAL INTERÉS.
BorrarSi nos regañas a él y a mí, esos dos pronombres reciben resentidos el regaño y así actúan como objetos. https://bibliotheque-du-capucin.com/como-identificar-el-sujeto-y-el-objeto-de-una-oracion/
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