Guía Práctica del laboratorio microbiológico en agua y alimentos (Parte XII)
"Lo poco que hoy soy, lo soy en razón de todo lo que he aprendido"
(El Autor)
GUÍA PRACTICA del LABORATORIO MICROBIOLOGICO
en AGUA y ALIMENTOS (Parte XII)
f. ALTERACIONES EN ALIMENTOS ENLATADOS
Tradicionalmente
el enlatado es un método de conservación de alimentos en el que se incluyen en
recipientes cerrados herméticamente. Se les aplica calor de forma que se
destruyan o inactiven los microorganismos, sus toxinas y enzimas, con lo que el
alimento, no se altera, ni origina efectos nocivos. Desde el punto de
vista biológico este método puede fallar por una o dos razones. Primera, por
una contaminación después del procesado, debida a la penetración de
microorganismos por fugas de los sertidos y segunda porque sobreviva algún
microorganismo debido a un tratamiento térmico deficiente. Más recientemente se ha establecido
un nuevo proceso de enlatado, especialmente para alimentos líquidos, en el que
se utiliza un tratamiento a temperatura alta, tiempo corto (HTST) acompañado
del llenado aséptico de envases pasterizados pero, como en el método más
tradicional, los problemas son aquí fundamentalmente los mismos. Antes de
revisar con más detalle la alteración microbiológica de los alimentos enlatados
debe señalarse que también puede deberse a cambios químicos, de los que el más
importante es el «abombamiento por hidrógeno». Se debe a la reacción del metal
de la lata (hierro) con los ácidos de los alimentos, produciéndose así
hidrógeno, que es el responsable del hinchamiento del bote. Cuanto mayor es la acidez
del alimento, tanto mayor es la probabilidad de que surja este problema, si
bien unos buenos barnices internos evitarán en gran parte esta alteración.

Son muchos los microorganismos responsables
de las alteraciones por fugas, que tienen lugar después del procesado y cuya
fuente principal es el agua empleada para la refrigeración de las latas
tratadas por el calor. La calidad microbiológica de esta agua influye muchísimo
en la frecuencia con que se da la recontaminación, por lo que su recuento total
debe ser menor de 100 microorganismos por ml. Un detalle interesante de
este problema es que las bacterias móviles penetran por las fugas más
rápidamente que las inmóviles. Una buena cloración es lo mejor para rebajar la
carga microbiana del agua de refrigeración a niveles aceptables. Otros muchos
factores contribuyen a la recontaminación post-procesado, siendo uno de los más
importantes las latas defectuosas. El punto de entrada más fácil para los
microorganismos es el de la unión del sertido lateral con la doble agrafadura
del ribete de fondos y tapas del bote; por ello es muy importante controlar las
operaciones de cerrado en estos lugares. Otro punto de fugas lo constituye
el propio sertido lateral, por lo que es esencial asegurar el grosor óptimo del
ribete y el solapado de la tapa y de las pestañas del cuerpo; también es de
gran importancia la calidad y la cantidad del barniz aplicado al sertido. Una
tercera puerta de entrada, aunque menos frecuente, es un pequeño poro o corte
en la lámina metálica con la que se construyó la lata.

En una revisión, muy
detallada, acerca de la alteración microbiana por fugas, Put et al. (1972)
señalan una serie de principios o normas que, si se cumplen, darán lugar a
alimentos enlatados estériles, genuinos e inocuos para el consumidor.
Tales
principios son:
(1)
asegurarse de que en la construcción del doble sertido, el solapado y la
agrafadura lateral cumplen las normas de calidad admitidas;
(2)
evitar el tratar las latas rudamente;
(3)
evitar la deformación excesiva de fondos y tapas de los botes debida a cambios
bruscos de presión durante la esterilización y refrigeración;
(4)
tratar convenientemente el agua de refrigeración con cloro, hasta una
concentración residual de 1 – 2 mg/litro de cloro libre, medido en el agua del
autoclave después de la refrigeración. Asegurarse también de que el agua de
refrigeración cumple las normas químicas y bacteriológicas establecidas para el
agua potable;
(5)
lavar y desinfectar a intervalos frecuentes todas las superficies del equipo
mecánico que pueden contactar con el doble sertido;
(6)
secar las latas inmediatamente después de refrigeradas y transportarlas en
superficies limpias y secas;
(7)
controlar la higiene de la conservería mediante revisiones microbiológicas
regulares;
(8)
insistir y supervisar los altos estándares de higiene de los empleados.
Desde
1985 se admiten las junturas laterales soldadas. En consecuencia, cada vez
habrá una proporción mayor de latas cuyo sertido lateral presentará un solapado
mínimo. Por lo tanto, las uniones (ribetes) del sertido lateral del bote con
los fondos y tapas serán mucho menos voluminosas, con lo que las posibilidades
de entrada de bacterias por estos puntos disminuirán mucho. Otro cambio en la
fabricación de botes, que cada vez es más popular, es la elaboración, de forma
continua y con la misma hoja metálica, del fondo y cuerpo de la lata; esto
elimina la necesidad de sertidos laterales y de ribetes de fondos, con lo que
las fugas en estos botes sólo son posibles en el ribete de unión entre cuerpo y
tapa a no ser que la lámina de hojalata o de aluminio presente defectos. Cuando la alteración se debe a
fugas por los sertidos, las bacterias implicadas tienen corrientemente temperaturas
óptimas de crecimiento relativamente bajas (25-35 ºC) y se destruyen fácilmente
a las temperaturas de procesado. Generalmente se aisla más de un tipo;
entre ellas se encuentran miembros de los géneros Pseudomonas, Alcaligenes y
Flavobacterium, además de coliformes y micrococos. Los tipos citados son
contaminantes corrientes cuando los niveles de cloración del agua de
refrigeración son mínimos o inexistentes; cuando la cloración está ligeramente
por debajo de los estándares pueden estar implicadas especies de Bacillus y
Clostridium debido a que sus esporas son muy resistentes a la cloración. Cuando
se piensa que casi dos tercios de todos los tipos de alteración de los
alimentos enlatados, se deben a su reinfección, después del tratamiento
térmico, es lógico remarcar la importancia de las medidas de control,
especialmente una buena cloración del agua de enfriamiento.
El
fin del tratamiento térmico es la destrucción o inactivación de los
microorganismos y de sus productos, esto es, asegurar que los alimentos
enlatados son «comercialmente estériles». Tales alimentos pueden no ser
estériles en el sentido al soluto del término, pero cualquier espora o
microorganismo que haya sobrevivido al tratamiento será incapaz de desarrollarse. El tratamiento
térmico necesario para la esterilización comercial viene determinado, en gran
parte, por el pH del alimento. A pHs mayores de 4,5 las esporas de Clostridium
botulinum, que son muy termorresistentes, pueden germinar por lo que cabe la
posibilidad del crecimiento de las células vegetativas con la consiguiente
producción de toxina. Los alimentos cuyos pHs son mayores de 4,5 reciben, por
lo tanto, tratamientos térmicos duros, a temperaturas de 110 – 121 ºC. Por el
contrario, los alimentos de pH menor de 4,5 reciben tratamientos térmicos
relativamente suaves, por lo que generalmente no se utilizan las temperaturas
que superan los 100 ºC.
La velocidad de destrucción de las
esporas bacterianas (o de las células vegetativas que son mucho menos
termorresistentes) es función de la temperatura y del tiempo: cuanto mayor es
la temperatura, mayor es la velocidad de destrucción bacteriana en un tiempo
dado. La destrucción bacteriana se dice que es logarítmica, lo que significa
que en cada unidad de tiempo sucesiva, se destruye el mismo porcentaje de
bacterias sobrevivientes. Desde el punto de vista práctico es importante, por lo
tanto, asegurarse de que los alimentos que van a enlatarse poseen un número
predecible de esporas que pueden destruirse por el tratamiento térmico
normalmente aplicado: por lo tanto, la calidad microbiológica de la materia
prima y los estándares de higiene de la línea de trabajo deben controlarse
cuidadosamente. En la categoría de alimentos con baja acidez, se
incluyen carnes enlatadas, aves, pescados, hortalizas, sopas, judías,
espaguetis y pudines de leche; su alteración se debe principalmente a Bacillus
y Clostridium sp., debido a la termorresistencia de sus esporas. Bacillus
stearothermophilus es la única especie de Bacillus de importancia industrial y
es el responsable del deterioro por «amargor», es decir, produce ácidos a
partir de los carbohidratos que «amargan» el alimento, pero no forma gas con lo
que los fondos y tapas de los botes mantienen su forma normal. B.
stearothermophilus es termófilo obligado: todas sus estirpes crecen a 65 ºC,
pero ninguna lo hace por debajo de 35 ºC.

Produce esporas muy termorresistentes
que son unas diez veces más resistentes que las de C. botulinum. Por lo tanto,
los alimentos que se han tratado por el calor para destruir las esporas de C.
botulinum, pueden contener esporas viables de B. stearothermophilus. Sin
embargo, debido a su alta temperatura mínima de crecimiento, los botes
mantenidos a temperaturas menores de 35 ºC no se alterarán, aunque posean
esporas de dicho bacilo. Esto constituye un buen ejemplo del concepto de envases
comercialmente estériles. Los alimentos enlatados, sensibles a esta alteración,
son guisantes y productos vegetales similares que se someten a un tratamiento
térmico generalmente largo y de tipo medio. Aunque B. coagulans también ha
estado implicado en la alteración por «amargor», sus esporas no son muy
termorresistentes y tiene escasa importancia actualmente.
Otro microorganismo
termófilo importante que produce esporas, pero menos termorresistentes que las
de B. stearothermophilus, es C. thermosaccharolyticum; produce alteración con
abombamiento de los alimentos enlatados. Esta alteración se debe a la
fermentación de los carbohidratos que forman ácidos y grandes cantidades de
gas: dióxido de carbono e hidrógeno; si se alcanza presión suficiente, se
distienden los fondos y tapas y ocasionalmente salta la agrafadura lateral
saliendo al exterior los contenidos del bote. Las legumbres enlatadas con salsa
de tomate suelen ser de los alimentos más corrientemente afectados. C.
nigrificans, o más correctamente Desulfotomaculum nigrificans produce la
«alteración sulfurosa». D. nigrificans es un anaerobio obligado, Gram negativo,
que produce esporas con una termorresistencia intermedia entre las de B.
stearothermophilus y las de C. thermosaccharolyticum. El ácido sulfhídrico,
producido por la hidrólisis de las proteínas, es soluble en el producto y
reacciona con el hierro del bote produciendo sulfuro de hierro responsable del
ennegrecimiento del alimento.
A medida que el sulfuro de hidrógeno alcanza
niveles altos, el olor de esta alteración resulta muy desagradable.
Afortunadamente este tipo de alteración es raro, debido a la muy escasa
incidencia de esporas de este microorganismo y a su alta temperatura mínima de
crecimiento. La alteración sulfurosa se ha señalado en los últimos años,
tanto en setas enlatadas como en e budín de leche. Como mejor se controlan los
microorganismos esporulados que sobreviven al tratamiento térmico es enfriando
las latas tan rápidamente como sea posible, después de procesadas.
Particularmente los termófilos del amargor o «fermentación simple» se
multiplican rápidamente entre 50 – 70 ºC y por lo tanto el no enfriar
inmediatamente las latas procesadas a temperaturas próximas a 35 ºC permite una
rápida multiplicación y da lugar a un grave deterioro.
También
se facilita el control:
(a)
seleccionando los ingredientes (azúcar, almidón, leche en polvo, etc.) libres
de esporas termófilas o con muy bajo número;
(b)
limpiando abundantemente las materias crudas y (c) manteniendo limpia y
desinfectada la línea de trabajo.
La
microbiología de los jamones enlatados difiere de la de otros alimentos de baja
acidez por lo que se merece un estudio aparte. La conservación del jamón
enlatado se basa en parte en un tratamiento térmico medio que destruye muchas
de las bacterias más termo sensibles; para ello debe alcanzarse una temperatura
interna en el jamón de unos 70 ºC. Debido a su relativa termoestabilidad,
algunos estreptococos originan con frecuencia problemas alterativos, como
licuefacción de la gelatina y amargor. También están implicados clostridios y
bacilos y en los últimos años ha atraído mucho interés el peligro potencial de
Clostridium botulinum en este alimento. Diversos factores interrelacionados
entre sí, por ejemplo, sal, nitrito, pH y temperatura de almacenamiento juegan
una parte importante en la conservación del jamón, al inhibir el desarrollo de
las esporas germinadas. Ingram (1976) puso de manifiesto en una revisión que
las esporas lesionadas por el calor se inhiben en la carne, bajo el
efecto del nitrito mucho más fácilmente que las esporas sin calentar. Se
admite que el nitrito inhibe al C. botulinum por diversos mecanismos, pero su
acción inhibidora se estimula más al aumentar la concentración de sal y/o
descender el pH.
Se han hecho manifestaciones sobre la posible toxicidad de los
nitritos para las personas. Se ha sugerido que los nitritos pueden reaccionar
con algunas de las aminas presentes naturalmente en la carne, para formar
nitrosaminas, de las que algunas son carcinogénicas bajo ciertas condiciones de
empleo. Por lo tanto, ya que el nitrito juega un papel fundamental en la
inhibición del desarrollo de las esporas germinadas, nos enfrentamos con un
dilema y actualmente se está investigando mucho para aclarar algunos de sus
problemas. Se han sugerido métodos alternativos de conservación, como el empleo
de nisina, antibiótico producido por los estreptococos lácticos cuyo uso está
permitido en los alimentos; la nisina combinada con niveles bajos de nitrito es
especialmente eficaz. El dióxido de azufre y el ácido sórbico también pueden
suplir parcial o totalmente al nitrito. Los alimentos cuyos valores de pH
son <4,5 comprenden tomates, peras, melocotones, ananas o piñas y sus jugos,
además de los encurtidos y ciertas salsas. Los microorganismos que causan la
alteración de estos productos son muy variados y aquí estudiaremos algunos de
los más importantes y los efectos alterativos que producen. B. coagulans,
microorganismo termófilo productor de la «fermentación simple o amargor», crece
en un rango de pH de 4 – 4,5 y a veces está implicado en la alteración de los
tomates y de su jugo, generalmente debido a fugas en el sertido lateral. Las
esporas de B. coagulans son termosensibles y suelen destruirse por los
tratamientos térmicos medios empleados, si bien se han recomendado temperaturas
de procesado mayores de 100 ºC como medida adicional de seguridad.
Algunos
clostridios, sobre todo C. pasteurianum y C butyricum, también crecen bien en
el rango de pHs citado y dan lugar a la alteración, con producción de gas, de
los tomates, peras y otras frutas enlatadas. Las esporas producidas por estos
clostridios son incluso más termolábiles y puesto que se destruyen a 100 ºC en
15 minutos es difícil que el procesado sea inadecuado. Entre las bacterias no esporuladas,
las más frecuentemente incriminadas en la alteración de estos alimentos ácidos
son las lácticas. Lactobacillus brevis origina corrientemente fermentación en
el catchup, salsa Worcester, encurtidos y salsas y aderezos de ensaladas. Otros
lactobacilos y leuconostocs ocasionan esporádicamente la alteración de varias
frutas y jugos de frutas enlatadas. Estas bacterias lácticas (por ej.,
algunos Lactobacillus sp;y todos los Leuconostoc sp.producen gas y también
ácido a partir del jarabe, por lo que la alteración se acompaña de
abombamiento; otros productos finales son ácido acético y alcohol etílico, por
lo que a estas bacterias lácticas se les denomina «heterofermentativas». Con
las bacterias lácticas homofermentativas (es decir, los demás lactobacilos y
todos los Streptococcus sp.) sólo se produce ácido láctico por fermentación del
azúcar.
Las
levaduras son muy termosensibles y por lo tanto raramente están implicadas en
la alteración de los alimentos enlatados. Ciertas Torulopsis sp originan
ocasionalmente la alteración gaseosa de la leche condensada, cuya conservación
descansa más en su gran contenido azucarado que en el tratamiento térmico
recibido. Otras levaduras, Saccharomyces sp., han dado lugar a
la alteración de jugos, cítricos. Como las levaduras, los mohos en raras
ocasiones originan alteraciones, aunque hay dos notables excepciones,
Byssochlamys fulva y B. nivea, cuyas ascosporas son muy termorresistentes,
tolerando 85 ºC durante 30 minutos. Los principales alimentos a los que atacan
son fresas y frambuesas que pueden desintegrarse totalmente durante su
alteración, debido a la acción de los enzimas pectolíticos producidos por los
mohos. La mejor forma de controlar este tipo de alteración es con un
pretratamiento de la fruta infectada con bromuro de metilo gaseoso o con ácido
paracético y limpiando cuidadosamente tanto la materia prima como el equipo de
procesado.

g. ALTERACIONES
EN ALIMENTOS CONGELADOS
La
congelación se inicia en los alimentos generalmente de -l a -3 ºC y a medida
que disminuye la temperatura es mayor la cantidad de alimento que se congela.
En la carne y en el pescado el agua no se congela en su totalidad hasta los -50
a -70 ºC, si bien en el caso de frutas y hortalizas tales cifras corresponden a
-16 y -20 ºC. Por lo tanto, a temperaturas ligeramente por debajo de los 0 ºC
los microorganismos disponen para su crecimiento de agua sin congelar y ciertas
bacterias especializadas pueden crecer a -7 ºC e incluso algunos mohos pueden
hacerlo a -10 ºC. A medida que la temperatura desciende por debajo de 0 ºC
se forman una serie de mezclas eutécticas (mezclas de hielo/solutos) que se
acompañan de un aumento de la concentración de los sólidos disueltos en el agua
sin congelar. Estos aumentos de la concentración de solutos disminuyen
progresivamente la aw lo que tiene graves consecuencias en la población
microbiana; por lo tanto, los microorganismos que crecen a temperaturas subcero
para poder desarrollarse deben tolerar también valores bajos de aw.
Aunque algunos microorganismos se destruyen durante la
congelación, el 50 % aproximadamente la resisten, si bien esta cifra está
influenciada por una serie de factores, como tipo de microorganismo, velocidad
de congelación y composición del sustrato a congelar. Las esporas bacterianas
no se afectan por la congelación y en general los bacilos y cocos Gram
positivos son más resistentes que las bacterias Gram negativas. Hace tiempo que
se ha observado que la viabilidad de los microorganismos aumenta al hacerlo la
velocidad de congelación, desde la «lenta» de los congeladores domésticos
convencionales a los procesos «rápidos» utilizados por la industria. Este aumento de la sobrevivencia se
debe principal y probablemente a la disminución del tiempo de contacto de los
microorganismos sensibles con las soluciones peligrosas, muy concentradas, en
el agua sin congelar. Cuando la congelación es más rápida, la viabilidad
disminuye debido posiblemente a la formación interiormente de cristales de
hielo que destruyen las membranas celulares. A velocidades de
congelación «muy rápidas», como por ejemplo las alcanzadas con nitrógeno
líquido, la formación de cristales disminuye, sustituyéndose por la
«vitrificación». Hay una serie de sustancias, como glucosa, extracto seco de la
leche, grasas y glutamato sódico, que son «protectoras» y mejoran la viabilidad
microbiana; el mecanismo de su efecto protector todavía se desconoce. Aunque las principales pérdidas de
viabilidad microbiana acaecen durante la congelación inicial, la muerte
microbiana también tiene lugar posteriormente, durante el almacenamiento en
congelación. Con tal que la temperatura de almacenamiento sea
suficientemente baja, las tasas de muerte son mínimas, pero es evidente una
cierta pérdida de viabilidad a las temperaturas corrientes de almacenamiento de
los alimentos en congelación (-20 ºC), sobre todo en los primeros días. La disminución de
los recuentos de microorganismos viables, mantenidos entre -5 y -10 ºC, es
mucho mayor que a -20 ºC, pero mientras las temperaturas de almacenamiento
mayores constituyen un método eficaz de disminuir los recuentos, contribuyen a
aumentar la velocidad de deterioro alimenticio por otras causas. La calidad
puede alterarse hasta cuando se inhibe por completo el crecimiento microbiano,
a consecuencia de la continua actividad de los enzimas microbianos liberados o
de los enzimas autóctonos del alimento; en el caso de las hortalizas estos
enzimas se destruyen por escaldado. Durante la congelación y el almacenamiento
en frío pueden tener lugar otros cambios físico-químicos y bioquímicos
peligrosos.
Cuando
las bacterias se congelan y después se descongelan pueden observarse tres tipos
de células: no lesionadas, lesionadas y muertas. Las no lesionadas crecen en
medios nutritivos mínimos y en los medios selectivos utilizados corrientemente para
su aislamiento; por el contrario, las células muertas no crecen en ningún
medio. Las células lesionadas son más delicadas nutritivamente mientras se
recuperan de las lesiones producidas por la congelación; sólo crecen en medios
que proporcionen ciertos factores energéticos que les son necesarios para
reparar la lesión. Tal reparación es rápida, completándose en menos de 2
horas; también puede tener lugar en el alimento descongelado con tal que
disponga de los nutrientes necesarios. Este hallazgo tiene importantes
aplicaciones al emplear medios selectivos para el recuento bacteriano de los
alimentos congelados; las recuperaciones bacterianas pueden disminuir mucho,
dando un resultado falso, si ha sido imposible la reparación de la lesión. Como
mejor se realiza la curación de la lesión es, o preincubando las muestras en un
medio complejo, o dejando que el alimento se descongele unas 2 horas
aproximadamente antes de proceder al recuento bacteriano en medios selectivos.
Por
razones no bien conocidas, la velocidad de la descongelación influye en el
número de microorganismos que sobreviven al ciclo congelación – descongelación;
con una descongelación rápida se obtienen recuentos algo mayores. Los
microorganismos supervivientes comienzan a multiplicarse, como en el ciclo de
crecimiento normal, después de un período de latencia (ver pág. 16), pero este
período se prolonga debido a la baja temperatura propia del alimento, de forma
que, para establecerse la fase de crecimiento logarítmico pueden requerirse de
3 a 6 horas. Cuando los alimentos congelados se dejan descongelar durante mucho
tiempo a, por ejemplo 3 – 10 ºC, los microorganismos psicrótrofos constituyen
la flora dominante causante del deterioro subsiguiente. En otros casos los
tipos de microorganismos que se desarrollan dependen de la temperatura a que se
mantiene el alimento descongelado, pero los microorganismos predominantes en la
mayoría de los alimentos son iguales a los del correspondiente producto sin
congelar. En los paquetes o envases grandes, por ej., pavos congelados, en los
que se establece un gradiente de temperatura entre la superficie caliente y el
interior frío, se presentan problemas peculiares. Si se descongelan a
temperaturas demasiado altas el crecimiento bacteriano en la superficie puede
ser demasiado rápido. Sin embargo, si la descongelación es suficientemente
rápida y el alimento se consume a las pocas horas no suelen presentarse
problemas; durante este tiempo recongelar el alimento descongelado no es
peligroso en absoluto, si bien no es de recomendar en lo que atañe a la
conservación de la textura, del aroma y de las propiedades nutritivas.

Hay
algunos casos en los que la flora alterante del alimento congelado, una vez
descongelado, es distinta de la del producto fresco original, constituyendo un
buen ejemplo los guisantes descongelados: durante el procesado los leuconostoc
y estreptococos van aumentando en las líneas de producción, siendo estas
bacterias las que predominan en la flora alterante; atacan a los azúcares
(principalmente sacarosa) de los guisantes, con la caída consiguiente del pH y
la aparición de una tonalidad amarilla. Otros cambios que originan son la
producción de una copiosa cantidad de limo o viscosidad en la superficie de los
guisantes junto con olores típicos a «vinagrería» o a «mantequería».
h. ALTERACIONES
EN ALIMENTOS DESHIDRATADOS
La
desecación es el método más antiguo de conservación de alimentos y puede
llevarse a cabo de diversas formas. Ya nos hemos referido al salado y ahumado
que actúan indirectamente bajando la aw del alimento. La eliminación directa
del agua puede tener lugar por tres métodos básicos: desecación solar,
deshidratación mecánica y liofilización. La desecación
solar, limitada a los climas cálidos y secos, se emplea con frutas como pasas,
ciruelas e higos, que se extienden en bandejas y se les da vuelta ocasionalmente
durante la desecación. La deshidratación mecánica convencional, realizada en
hornos o túneles, implica el paso de aire caliente por el alimento,
especialmente hortalizas, que se cortan o trituran para aumentar la relación
área: volumen con lo que mejora la eficiencia de la deshidratación. Actualmente
se emplea mucho el principio del «lecho fluido» en el que se inyecta aire
caliente entre las partículas de alimento que se mantienen en un estado de
agitación que aumenta más la eficacia de la deshidratación. Los alimentos líquidos, como leche
y ovoproductos y el café pueden deshidratarse nebulizando o atomizando el
producto en una corriente de aire caliente; esta técnica ha superado con mucho
a la deshidratación en tambores que antes se empleaba mucho con los productos
lácteos. La liofilización consiste básicamente en la deshidratación a gran
vacío del material congelado, que se calienta lo suficiente para permitir que
el hielo se convierta directamente en vapor de agua (sublimación).
Esta
técnica, utilizada corrientemente con carnes y pescados que se desnaturalizan
si se deshidratan por los métodos corrientes, proporciona el producto de más
alta calidad que puede obtenerse por cualquiera de los métodos de
deshidratación; en particular la lesión celular se reduce al mínimo, lo mismo que
las distintas reacciones degradativas que a menudo acaecen durante la
deshidratación convencional, como desnaturalización proteica y reacciones de
pardeamiento enzimático y no enzimático. En la deshidratación
convencional empleada con las hortalizas, la flora microbiana se modifica
durante las operaciones iniciales de procesado, como preparación de cubitos y
de trozos similares; salvo que el equipo esté escrupulosamente limpio el
recuento microbiano aumentará. Sin embargo, como en las hortalizas congeladas,
hay que practicar el escaldado lo que reduce mucho los recuentos microbianos.
Aunque
durante la primera fase de la deshidratación se utilizan temperaturas de hasta
90 ºC, la rápida pérdida de humedad de los alimentos durante este período
determina un efecto de enfriamiento y ayuda a mantener la temperatura entre 40
y 50 ºC, de aquí que sólo se origine una pequeña disminución de los recuentos
microbianos. En la segunda fase de la deshidratación, las temperaturas son
mayores (60 – 70) y durante la misma se destruyen las levaduras y muchas
bacterias. La flora residual al terminar la deshidratación se
compone principalmente de esporulados (Bacillus y Clostridium sp.), enterococos
y diversos mohos (por ej., Aspergillus, Penicillium, Alternar¡a y Cladosporium
sp.). En la leche y ovoproductos en polvo, desecados por atomización, las
temperaturas alcanzadas no son tan altas y en consecuencia persiste una flora
mucho más variada en la que puede haber hasta Salmonella sp.; para evitar este
peligro la leche se pasteriza actualmente antes de su desecación. Puesto que la liofilización se ideó
inicialmente para conservar el material biológico, nada tiene de extraño que a
menudo los recuentos microbianos de los alimentos liofilizados sean altos. Los
alimentos deben congelarse antes de deshidratarse y los efectos de la
congelación, estudiados más atrás, deben manifestarse originando cambios
microbianos en los alimentos.
Aunque la deshidratación, desde el estado congelado,
tiene lugar a vacío, todavía puede aplicarse calor para sublimar el hielo. A
medida que desaparece la interfase congelada, las temperaturas en la proximidad
de la superficie aumentan hasta las de la placa de calentamiento (40 – 50 ºC) y
consecuentemente en esta región tendrá lugar una cierta destrucción de las
bacterias termo sensibles. Sin embargo, la temperatura del centro del alimento sólo en
las últimas fases de la deshidratación supera los 0 ºC por lo que en esta zona
no cabe esperar un efecto letal. Todo lo expuesto significa que después de la
liofilización todavía queda sobre un 30 % de la flora original y a menudo los
recuentos de los alimentos deshidratados de esta forma superan los 100.000
microorganismos por gramo. Durante el almacenamiento de los alimentos
deshidratados acaecen muchos cambios, siendo la mayoría de origen no
microbiano. El más corriente y más importante de los cambios es el pardeamiento
no enzimático (reacción de Maillard) que consta de una serie compleja de
reacciones químicas entre los azúcares reductores y los aminoácidos o
proteínas. Los niveles de aw que deben alcanzarse durante la deshidratación
para frenar este pardeamiento son mucho más bajos que
los necesarios para inhibir el crecimiento microbiano, por lo
que así no habrá lugar a la alteración de este origen.

De hecho durante el
almacenamiento disminuye el número de microorganismos viables, si bien las
esporas bacterianas y fúngicas no se afectan. Si los alimentos deshidratados se
envasan defectuosamente o se almacenan en condiciones de humedad, pueden
reabsorber agua suficiente para permitir el crecimiento de mohos, pero no el
bacteriano que requiere más humedad. Cuando los alimentos deshidratados se
rehidratan los microorganismos que contienen reaccionan del mismo modo que los
de los alimentos congelados cuando se descongelan: presentan una fase de
latencia del crecimiento y muchos microorganismos exhiben lesiones metabólicas.
Sin duda alguna la temperatura del agua de rehidratación ejerce un marcado
efecto en la flora y en la posterior velocidad de alteración del alimento. Si
se emplea agua hirviendo, predominará Bacillus sp. y producirá la alteración,
pero a temperaturas de rehidratación progresivamente menores, la flora será
cada vez más variada y contendrá microorganismos más termosensibles. Cuando se
usa el almacenamiento en refrigeración la vida de almacén de la mayoría de los
alimentos rehidratados se limita a 1 – 2 días, pero si se hace uso del
almacenamiento a temperatura ambiente lógicamente no será mayor de unas pocas
horas.
El
término de «alimentos de humedad intermedia» se aplica a un grupo heterogéneo
de alimentos cuyos valores de aw están comprendidos entre 0,60-0,85 que
equivalen a contenidos de humedad del 20-40 % y que no necesitan refrigeración
para su conservación. Comprenden frutas secas, determinados productos horneados
y carnes y pescados salados, todos los cuales se han estudiado más atrás,
además de mermeladas, jarabes y miel. La alteración del último grupo se
atribuye a los osmófilos, microorganismos que crecen a concentraciones altas de
azúcar (65-70 %) y que toleran valores de pH bajos (<4,0). Los agentes
alterantes más corrientes son las levaduras osmofílicas (Saccharomyces y
Torulopsis sp.) que fermentan la sacarosa con producción de alcohol. Ciertos mohos se
desarrollan en la superficie de mermeladas, siendo los más corrientes especies de
Aspergillus y de Penicillium. Puesto que los osmófilos son termosensibles y por
lo tanto, fácilmente destruibles durante el procesado térmico, la alteración
por estos microorganismos sólo es posible después de una recontaminación, lo
que puede ocurrir por un vertido defectuoso o después de abiertos los
recipientes que los contienen. Además, es probable que sea necesaria la
reabsorción de humedad antes de que pueda iniciarse el crecimiento.
"SOMOS LO QUE HACEMOS REPETIDAMENTE. EXCELENCIA, POR LO TANTO, NO ES UN ACTO SINO UN HÁBITO"
ARISTOTELES
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