GUÍA PRACTICA DEL LABORATORIO MICROBIOLOGICO DE AGUAS Y ALIMENTOS (PARTE 2)
Metabolismo bacteriano y factores que inciden en su normal desarrollo
Las bacterias que pueden presentarse en el agua de
consumo y en los alimentos crudos y/o cocidos, son microorganismos de una
organización celular simple y se encuentran solos o agrupados; constan de una
pared rígida que además de otorgar una forma característica para cada familia
bacteriana, le permitirá a las mismas colorearse o no con determinadas
substancias que nos orientarán a priori sobre qué género de bacteria está
contaminando la muestra. Dichos
contaminantes, bajo condiciones favorables de pH, temperatura y nutrientes,
desarrollan un crecimiento explosivo. Amplios grupos de microorganismos, pueden
atacar a alimentos mono y disacáridos y además casi todos desarrollan en
estrechos rangos de pH que van entre los 6,60 a los 7,50 como valores extremos promedio,
excepto los mohos y levaduras que prácticamente abarcan la escala de 0 a 14. Un
alimento capaz de soportar el desarrollo de gérmenes tiene una composición
microbiana constante, únicamente, cuando ha intervenido un factor externo (por
ejemplo, congelación o deshidratación) o cuando se han agotado todos los
elementos nutritivos (alcanzando una alteración completa) o, una vez que, la
acumulación de productos metabólicos finales ha llegado a un nivel que
determina la inhibición de todo crecimiento por ejemplo, fermentación o
adobado).
Una
población uniforme, después de alcanzada su estabilización, comienza a
decrecer. Un estudiante de Microbiología diría que esta descripción corresponde
exactamente al perfil de la curva de crecimiento bacteriano.
![[grafica+de+temp+cardinales.jpg]](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQ286eaw8_wX3XNwprHHhWwMJbzlL9MzuxVyBQZOMG3wfW2QJX41p6Lq1o1Wmrj80FoYTtzVjtgwBDmMGlDFCiDjnVCVMU1X_Ql13Cy2dZg95RFNssfNB2Slyg081D1r0eWUw-WMAHdtgy/s640/grafica+de+temp+cardinales.jpg)
Hasta que se
llega a la etapa de estabilización, la composición cualitativa y cuantitativa
de la microflora está cambiando constantemente. Cada alimento tiene, en un
momento dado, un perfil microbiano característico, comenzando por la
"flora inicial", correspondiente a la recolección o sacrificio, que
va aumentando a lo largo del transporte, elaboración y almacenamiento. El
microambiente específico de cada alimento, en particular y, las acciones
estimuladoras o inhibidoras, que ejercen unos microorganismos sobre otros,
influirán en el resultado final. Existen
ciertas condiciones que favorecen el desarrollo de microfloras específicas e
inhiben la presencia de otras; estas condiciones se traducen en factores
intrínsecos, de elaboración y extrínsecos. Las bacterias responsables de las ETAs (Enfermedades Transmitidas por los Alimentos)
tienen una temperatura óptima de crecimiento de 37º C. Pese a
todo, pueden crecer a una velocidad considerable en un rango de temperatura que
se halla entre los 5º C Y 65º C. Fuera de este rango su capacidad reproductora
se ve muy disminuida. A 100º C
(ebullición) las bacterias comienzan a morir y por debajo de 5º C
(refrigeración) su crecimiento es más lento; a los 0° C (congelación) quedan en
estado latente pero no mueren.
Los psicrótrofos: crecen a Tª de
refrigeración (- 5° C) y a óptimas de 20 – 30° C (Cl. botulinum).
Los psicrófilos crecen a Tª de refrigeración con óptimas de 10 – 15°
C (Psicrobacter sp).
Los mesófilos crecen entre los 30 y 40ºC (Enterobacterias).
Los termótrofos crecen entre 42 y 50° C (Escherichia coli).
Los
termófilos crecen entre 50 y 90° C (Bacilo estearotermófilo).
Las
bacterias como todos los seres vivos, necesitan alimentarse para poder desarrollarse.
Prefieren alimentos con un alto contenido de proteínas y humedad tales como
carnes rojas, pollos, pescados o productos lácteos. La humedad del agua en algunos
alimentos va de fuera a dentro o al revés. Si la humedad relativa atmosférica es
igual a la del alimento se conserva inalterado. Si la humedad relativa del
alimento es < que la humedad
relativa atmosférica el alimento se seca (EJ: Jamón de York o Jamón cocido). Si
la humedad relativa atmosférica es >
que la humedad relativa del alimento: se humedece el alimento y pueden crecen
hongos (galletas, pan). Para preservar la contaminación
de los alimentos; guardar bajo condiciones ambientales restrictivas. Cuando se
almacenan bajo condiciones restrictivas se retrasa el deterioro del alimento al
reducirse el crecimiento microbiano. Los factores intrínsecos son
inherentes a los alimentos e influyen en el crecimiento microbiano.
Corresponden a características químicas, físicas y bioquímicas (nutrientes,
factores antimicrobianos naturales, pH, Aw y Eh). Sus efectos combinados
determinaran la selección de la porción de la flora inicial capaz de sobrevivir
o crecer; los microorganismos que no pueden competir en ese ambiente, son
eliminados gradualmente. Por ejemplo, la mayor parte de las bacterias
gram-negativas, que originalmente se encuentran en gran cantidad en las
plantaciones, no sobreviven en los frutos cítricos, debido al pH claramente
desfavorable. Por lo tanto, su alteración está producida por mohos, levaduras o
microorganismos gram – positivos, que únicamente se encontraban, en la flora
inicial, en proporciones menores.
Los nutrientes se han de encontrar
en forma que puedan ser utilizables o degradables por los microorganismos.
Algunas estructuras son resistentes al ataque microbiano y solamente pueden ser
degradadas por microorganismos con enzimas específicos. La mayoría de los microorganismos
alterativos no son exigentes en cuanto a sus nutrientes. Se ha venido
considerando que, la alteración de los alimentos ricos en proteínas es el resultado
del ataque de los enzimas bacterianos proteolíticos, que liberan aminas y
péptidos de bajo peso molecular; pero actualmente se sabe que, el desarrollo
microbiano en carne conservada en condiciones aeróbicas, no da lugar a una
descomposición proteica significativa, hasta que no se alcanza un avanzado
estado de alteración (Dainty y col., 1975).
El crecimiento bacteriano inicial
se produce a expensas de la glucosa y ribosa y, continúa utilizando los
lactatos y aminoácidos (Gill, 1976). Únicamente, ciertos grupos de
microorganismos especiales tienen un potencial enzimático suficiente para
atacar estructuras biológicas complejas y dar lugar a alteraciones. Por
ejemplo, los estados de degradación iniciales de muchos tejidos vegetales, sólo
pueden ser producidos por microorganismos que segregan celulasas o pectinasas.
Estos enzimas despolimerizan los polisacáridos de la pared celular y liberan
compuestos metabolizables de peso molecular bajo, que pueden ser utilizados por
otros microorganismos.
Ciertas proteínas (queratina o
elastina) son muy resistentes a la degradación por enzimas microbianos. Otras,
como el colágeno, son descompuestas por la colagenasa, que sólo la producen muy
pocos microorganismos (Pseudomonas sp, Clostridium perfringens y otros clostridios
patógenos). Las proteínas y péptidos solubles se degradan mucho más fácilmente.
Como resultado de este proceso de degradación se puede llegar a establecer un
patrón particular de aminoácidos libres (Mifier y Kandler, 1967).
Una vez que las proteínas han sido
fragmentadas por la flora proteolítica, en elementos de peso molecular bajo,
estos son fácilmente utilizados por la flora restante. Algunas especies liberan
aminoácidos, que pueden ser asimilados por otros microorganismos, de tal modo
que, llegan a establecerse asociaciones de dependencia. Otros producen péptidos
de carácter estimulante.
Por ejemplo, Streptococus
thermophilus da lugar, en el yogur, a péptidos, que utiliza Lactobacillus
bulgaricus. Muchos microorganismos alterativos (Pseudomonas y Bacillus sp), así
como la mayor parte de los mohos y algunas levaduras y enterobacterias producen
enzimas lipolíticas, que hidrolizan las grasas (Mossel y Harrewijn, 1970;
Mossel, 1971).
La proteólisis y glucólisis son
actividades metabólicas esenciales de muchos organismos alterativos, mientras
que, la lipólisis es menos frecuente. Existen dos razones que avalan esta idea.
Primera, la proteólisis y glucólisis se llevan a cabo mucho más rápidamente,
porque los sustratos de proteínas y carbohidratos son, casi siempre, solubles
y, por lo tanto, más fácilmente accesibles a los enzimas microbianos intra y
extracelulares. Segunda, las grasas son relativamente insolubles, por lo que
las porciones directamente accesibles a los enzimas extracelulares de los
microorganismos alterativos son generalmente muy pequeñas, estando inicialmente
limitadas a la superficie de la monocapa de las partículas grasas. En algunas emulsiones alimentarias
"agua en aceite", la distribución de los microorganismos en las
gotitas grasas aisladas está hecha de tal forma que, la mayor parte del lípido
no es accesible a los enzimas microbianos.
De hecho, el deterioro oxidativo de
las grasas está originado principalmente por factores físicos y químicos,
siendo raro el enranciamiento microbiano. No obstante, la lipólisis lenta,
efectuada por los microorganismos, contribuye a la obtención de los típicos
sabores de ciertos quesos (Roquefort, Gorgonzola) y de algunos productos
cárnicos desecados y fermentados de forma natural, como el salame. La actividad
lipásica es importante, en relación con las modificaciones del sabor, sólo como
una primera etapa de una serie de reacciones. No existe correlación entre la
producción de lipasas y la actividad oxidativa de los microorganismos (Alford y
col., 1971). El contenido vitamínico de los
alimentos no constituye un factor importante que pueda influir en la
presentación de alteraciones, por lo que la pérdida de vitaminas en los
alimentos, raramente, evita o retrasa su deterioro. No obstante, existen
excepciones. Así, en los huevos los mecanismos antimicrobianos incluyen la
unión de la biotina a la avidina, que disminuye la capacidad alterativa de los
microorganismos (Board, 1969).
Todos los alimentos contienen
minerales en cantidades excesivas, en relación con los que los microorganismos
requieren para su crecimiento. En sustratos totalmente exentos de minerales no
es posible el crecimiento de microorganismos y los zumos de frutas,
completamente desmineralizados por intercambio iónico, son más resistentes a
las levaduras que los productos no tratados.
Ciertos alimentos contienen
constituyentes microbianos; este tema ha sido revisado por Mossel e Ingram
(1955) y Mossel (1971,1975). Estos constituyentes se han encontrado en algunos
tejidos vegetales, como especias (Fuchs, 1958), cebollas, ajos (Wei y col.,
1967; Drechsel, 1965), berros y perejil, así como frutas (uvas). Las
frambuesas contienen ácido salicílico, las bayas del fresno, ácido sórbico, y
los frutos cítricos, aceites antibacterianos. Existen actividades antimicrobianas
en alimentos de origen animal, sobre todo en la sangre (complemento,
properdina, lisozima, histona, protamina y hematina). El calostro, leche, saliva,
leucocitos y algunos otros fluidos y tejidos tienen un sistema antimicrobiano
eficaz, en el que la peroxidasa ("lactoperoxidasa" de la leche)
cataliza la peroxidación de sustancias de bajo peso molecular (como el
tiocianato) para formar productos que inactivan a los microorganismos. Los
huevos de gallina contienen lisozima, que lisa ciertas clases de bacterias.
El crecimiento y multiplicación de
los microorganismos están influidos por la estructura o estado físico de los
alimentos; por ejemplo, el estado líquido o congelado del agua tisular, la
distribución de la fase acuosa de las emulsiones y la presencia de barreras
biológicas (cáscara y membranas de los huevos, escamas del pescado y piel de
las aves).
La actividad antimicrobiana de los
enzimas tisulares se reduce o, incluso se destruye, por tratamiento térmico. La
congelación puede liberar importantes cantidades de lisozima de los tejidos
animales e inhibir el crecimiento de los microorganismos, utilizados para
detectar residuos de antibióticos u otras sustancias innibidoras, en la
inspección de carnes. En consecuencia, se pueden obtener resultados positivos
falsos (Heinert y col., 1976). Frecuentemente, se sobrevalora la importancia de
muchas actividades antimicrobianas de los alimentos.
En la mayor parte de los casos, sus
efectos quedan limitados a determinados grupos de microorganismos. Algunos
componentes pueden anular los efectos de otros. En este sentido, ciertos
cationes divalentes contrarrestan los efectos inhibidores de los ácidos grasos
de cadena larga (Galbraith y col., 1971).
a. FACTORES DE ELABORACIÓN
Todos los factores que influyen en
la colonización, supervivencia y crecimiento microbiano durante la preparación
de los alimentos, se denominan factores de elaboración. Estos factores pueden
inhibir o, incluso destruir, parte o la totalidad de la población. Por otro
lado, los componentes individuales de la flora están, en ciertos aspectos, de
tal modo favorecido que producen cambios en el perfil microbiológico.
b. FACTORES EXTRÍNSECOS
Están representados por factores
ambientales, como temperatura de almacenamiento, presión de vapor del agua y
presiones parciales de los gases de almacenamiento, que seleccionan una flora
particular.
c. EFECTOS COMBINADOS
El desarrollo microbiano determina
la alteración o la enfermedad de origen alimentario que es, a su vez, una
combinación de factores intrínsecos, de elaboración y extrínsecos, que son
independientes. En la Tabla expuesta a continuación, se señalan los niveles más
bajos de actividad de agua, temperatura y pH compatibles con el crecimiento de
los principales microorganismos productores de enfermedades transmitidas por
alimentos. Si dos de estos factores son
óptimos, el crecimiento se producirá dentro de los límites del tercero; aunque
éstos sean más estrechos cuando los otros dos factores no son los más idóneos.
El desarrollo del Clostridium
botulinum tipo A, a pH 7 y 37ºC, tiene lugar a aw de 0,94, mientras que a pH
5,3, el límite de aw para que haya crecimiento es de 0,99 (Baird – Parker,
1971). Las salmonelas proliferan a pH 5,8 y a aw de 0,971, pero si el pH es de
5, el valor de aw tiene que ser de 0,986 o superior. Para Staphylococcus aureus
se ha señalado una interdependencia similar (Genigeorgis y Sadler, 1966;
Genigeorgis y col., 1971a).

Aspergillus
glaucus, a pH 5 es capaz de multiplizarse a aw, de 0,73, pero a pH 3 precisa
valores de aw de 0,77 o superiores (Lubienieckivon Schelhorn, 1972-1974).
Generalmente, la inhibición está causada por una combinación de efectos
desfavorables. La combinación
de pH, ClNa (aw) y NO2Na, que incide el crecimiento de S. aureus (cepa
productora de enterotoxina A) a 35 y 15ºC, y la acción del calor, que a 65ºC
determina una supervivencia del 0,1 % (Bean y Roberts, 1974) pueden ser
ilustraciones del efecto inhibitorio adicional del calor, cuando se combina con
una incubación a temperatura reducida. Staphylococcus aureus, Salmonella
typhimurium y E. coli son más sensibles al NO2Na, en presencia de
ClNa a 10ºC, que a 15 – 35ºC (Albalas y Roberts, 1977). Con C
botulinum tipos A y B (inóculo de esporos) incubados durante 6 meses, se
observa un incremento similar de la sensibilidad frente a NO2Na, en
presencia de CINa (Roberts y col., 1976). A 20 – 25ºC el crecimiento y la
producción de toxina era similar, a 17,5ºC menos evidente y, a 15ºC no existía
crecimiento durante 2 – 3 meses. En todas las combinaciones de ClNa y NO2Na,
el desarrollo continuaba aumentando hasta los 6 meses.
d. pH Y ACIDEZ
En estado natural, la mayoría de
los alimentos, como carnes, pescados y productos vegetales, son ligerarnente
ácidos. La mayor parte de las frutas son bastante ácidas y solo algunos
alimentos, como la clara de huevo por ejemplo, son alcalinos. Para preservar
los alimentos, durante miles de años se ha venido aumentando su acidez, bien de
manera natural, por fermentación, o artificial, por adición de ácidos débiles,
con lo que se consigue inhibir la proliferación microbiana. La acidez puede ser
un factor básico en la preservación. como en el caso de algunos alimentos
fermentados tales como el yogur, la col fermentada o los pepinillos en vinagre,
o tener un papel auxiliar, cuyo efecto se combina con el de otros factores
tales como conservadores químicos, calor o actividad de agua (aw).
La concentración de iones de
hidrógeno está representada en la definición de pH de la forma que sigue:
pH = -1og10 [H+] ó pH =
1og10(1/[H+])
Así pues, el pH es el logaritmo
negativo de la concentración de protones o iones hidrógeno. En alimentos, las
sustancias ácidas que interesan son casi siempre ácidos débiles (HA) que se
disocian dando lugar a H+ y aw. En equilibrio, la relación entre [H+]
[A-] y [HA] es una constante (Ka), siendo Ka = [H+] [A-]
/ [HA]. Lo que también se puede expresar como
[H+] =Ka [HA] / [A-]
y obteniendo el logaritmo negativo
de ambos términos de la ecuación,
-log H+ = -log Ka -log[HA]
+ Iog [A-]
ó
pH = pKa + log [A-]/[HA]
Si [A-]y [HA] son
iguales, el logaritmo de su cociente es cero, y el pH = pKa. En otras palabras,
pKa = pH, cuando la concentración del ácido disociado es igual a la del ácido
no disociado. En los manuales de física y química, están tabulados los valores
de Ka y pKa de diversos ácidos. Conociendo la concentración del ácido, el pH y
el pKa ó Ka, se puede calcular la cantidad de ácido no disociado presente en
una solución.
Los ácidos fuertes tienen valores
de pKa muy bajos, esto es, están casi totalmente disociados cuando estan en
solución. Esto supone que aportan una [H+] proporcionalmente mayor
que un ácido débil. Por ejemplo, el pH (a 25ºC) de una solución 0,1 N de HCl es
1,08, mientras que el de una solución también 0,1 N de ácido acético es 2,87.
El título de acidez es la cantidad de álcali standard (habitualmente 0,1 N
NaOH) que se necesita para neutralizar una solución ácida. Mide la cantidad de
ion hidrógeno libre y la de ion hidrógeno liberado a partir del ácido no
disociado durante la titulación.
El pH de un alimento es uno de los
principales factores que determinan la supervivencia y el crecimiento de los
microorganismos durante el procesado, el almacenaje y la distribución. Como el
efecto de algunos otros factores, de los que se habla en este volumen, depende
en parte del pH y es a veces difícil separar el efecto del pH per se y el de
otros factores influidos por el pH. Así por ejemplo, los microorganismos se ven
afectados por el nivel de iones H+ libres (o sea, el pH per se) y
además, por la concentración de ácido débil no disociado, la cual a su vez
depende del pH. Los aniones de algunos ácidos débiles (del ácido acético o
láctico, por ejemplo) son metabolizados dentro de la célula bacteriana,
liberando H+ que acidifica el interior de la célula hasta alcanzar
niveles inhibitorios. Otros aniones no son metabolizados y por tanto no
acidifican el interior de la célula. El pH se determina normalmente con
un pHmetro electrónico, obteniendo una precisión de aproximadamente ± 0,01
unidades de pH dentro del rango de 0 a 14. El pHmetro puede venir equipado con
un electrodo de membrana de vidrio y otro electrodo de referencia, o bien con
un único electrodo combinado, lo que es cada vez más frecuente. El electrodo de
referencia suele ser de calomelano, con puente salino de solución saturada de
cloruro potásico. Se ha hecho un estudio comparado de los diversos métodos
aplicables para determinar mediante pHmetro el pH de alimentos de humedad
intermedia (Acott y Labuza, 1975a).
Todos estos métodos vienen a dar
resultados sinulares. El de la AOAC, que utiliza un electrodo de lectura
directa, resultó en el estudio comparativo ser tan fiable como cualquier otro,
siempre que el alimento fuera lo suficientemente plástico como para permitir el
contacto con el extremo sensor del electrodo. Si el alimento es más bien seco,
la técnica del gráfico de Gran resulta ser la más apropiada; la capacidad
tamponadora del alimento puede sin embargo afectar a la medida. Para consulta de los métodos
standard para la medición del pH de alimentos concretos, úsese la 128 edición
del "Official Methods of Analysis of the Association of the Official
Analytical Chemists" (Horwitz, 1975). Las características físicas del
producto determinan cual ha de ser en cada caso el procedimiento más adecuado
para preparar la muestra y medir su pH. Para alimentos líquidos o semilíquidos
de consistencia homogénea, basta con sumergir en la muestra el extremo del
electrodo y asegurarse de que el contacto sea completo.
Los alimentos que contienen
partículas sólidas han de ser homogeneizados antes de tomar la muestra, para
poder medir el pH global. Algunos alimentos no son homogéneos y presentan
gradientes de pH entre la superficie y el centro de la pieza o partícula (es el
caso, por ejemplo, de algunos productos vegetales durante el proceso de
encurtido). Las diferencias de pH en distintos puntos de la muestra son reflejo
de su naturaleza y tamallo.
Para medir el pH de una superficie
húmeda (como la de filetes de carne o pescado, por ejemplo) basta con aplicar
los dos electrodos con suficiente presión como para obtener una lectura en el
pHmetro; la medida corresponde al pH existente en la superficie del electrodo
de vidrio, mientras que el electrodo de calomelano sirve sólo para establecer
contacto eléctrico (Elliott, 1947). En determinadas circunstancias, por
ejemplo, cuando se trata de alimentos muy ácidos o fuertemente tamponados, el
título de la acidez puede ser más útil que el empleo del pHmetro. Una
proporción sustancial del ácido débil en solución se encuentra en forma no
disociada, por lo que no contribuye directamente al pH, que sólo indica
concentración de protones, no concentración total de ácido. Como la acción bacteriostática de
los ácidos débiles depende básicamente de la concentración de molécula no
disociada, es necesario primero estimar el pH del alimento y después, valorar
la concentración total de ácido, lo que normalmente se hace mediante titulación
con 0,1 N NaOH. Durante la titulación, la dilución del ácido y el drenaje de
iones H+ provocan la disociación gradual del ácido inicialmente no
disociado, liberando los iones H+ restantes, que pueden así ser
titulados.
Muchos microorganismos pueden
crecer dentro de un amplio rango de pH. Cabría suponer pues, que estas células
disponen de métodos eficaces para estabilizar su pH interno. Sin embargo, se ha
comprobado que el pH interior puede verse considerablemente afectado por el pH
del medio exterior. Se ha estudiado esta cuestión a base de seguir el paso, a
través de la membrana celular, de un ácido débil, la
5,5dimetil-2,4-oxazolidindiona (DMO). En el rango de pH entre 5 y 7, el
pH interno de Escherichia coli resultó ser más alcalino que el del medio
exterior y por encima de pH 7, más ácido (Kashket y Wong, 1969).
Hay una serie de ácidos débiles que
a pH igual o inferior a su valor de pKa, han resultado ser potentes inhibidores
del transporte de aminoácidos en Penicillium chrysogenum. Entre los compuestos
que han mostrado este efecto, están el ácido sórbico, el benzoico y el
propiónico; se ha sugerido que la forma no disociada de estos ácidos débiles
podría difundirse libremente a través de la membrana celular, e ionizarse
dentro de la célula, dando lugar a protones que acidificasen el medio interno
de este organismo, que es normalmente alcalino (Hunter y Segel, 1973). Efectos
parecidos se han observado en diversos organismos y la eficacia práctica como
conservadores de distintos ácidos no disociados, se conoce desde hace muchos
años (Ingram y col., 1956).
Algunos experimentos han dado
pistas sobre lo que podia ser el mecanismo por el que actúan los ácidos
débiles. Freesey y Col (l973) por ejemplo,determinaron en células microbianas
la relación existente entre el pH externo y el interno, empleando ácidos
débiles de carácter lipofilico como conservadores; su conclusión fue que es la
relación entre la tasa de pérdida de protones internos y la de rechazo de
protones externos, por parte de la célula, lo que determina la magnitud del
efecto inhibitorio del entorno.
Existen dos tipos de conservadores
ácidos:
1. Los ácidos fuertes (como el
clorhídrico o el fosfórico), cuyo efecto consiste en bajar considerablemente el
pH, proporcionando una concentración externa de protones muy elevada, que
determina la acidificación del medio interno celular. Tales condiciones son
normalmente inaceptables en alimentos, pero permisibles en bebidas carbónicas,
en las que se emplea el ácido fosfórico como acidulante.
2. Los ácidos débiles lipofílicos,
que provocan la entrada de protones a través de la membrana celular,
acidificando el interior de la célula e inhibiendo el transporte de nutrientes.
Algunos ácidos se disocian dando
lugar a aniones (lactato o citrato, por ejemplo) que la célula es capaz de
transportar y cuya presencia por tanto no inhibe el metabolismo energético.
Otros ácidos, como el acético o el fórmico, son eficaces conservadores debido a
que no sólo son buenos conductores de protones, sino que además pueden dar
lugar a concentraciones intracelulares de sus aniones que ejercen acción
inhibitoria. Los iones potenciadores de ácidos, tales como el sulfito o el
nitrito (las sales de ácidos minerales débiles), que resultan altamente
inhibitorios a pH bajo. Las células de diferentes especies
microbianas muestran muy distinta tolerancia a la acidificación interna o a la
acumulación de aniones y sus membranas presentan distintas características en
cuanto a permeabilidad de ácidos lipofílicos. A partir de una flora mixta, la
acidez puede actuar como agente selector de un componente de la población
inicial que sea particularmente tolerante. Las levaduras y los lactobacilos
resultan a menudo seleccionados por efecto de los pHs bajos.
e. ACTIVIDAD DE AGUA
REDUCIDA
Los microorganismos requieren la
presencia de agua, en una forma disponible, para que puedan crecer y llevar a
cabo sus funciones metabólicas. La mejor forma de medir la disponibilidad de
agua es mediante la actividad de agua (Aw). La aw de un alimento puede
reducirse aumentando la concentración de solutos en la fase acuosa de los
alimentos mediante la extracción del agua o mediante la adición de solutos.
Algunas moléculas del agua se
orientan en tomo a las moléculas del soluto y otras quedan absorbidas por los
componentes insolubles de los alimentos. En ambos casos, el agua queda en una
forma que es menos reactiva. La deshidratación es un método de
conservación de los alimentos basado en la reducción de la aw,lo que se
consigue eliminando el agua de los productos. Durante el curado y salazonado,
así como en el almíbar y otros alimentos azucarados son los solutos los que, al
ser añadidos, descienden la aw. Un pequeño descenso de la aw es a
menudo suficiente para evitar la alteración de los alimentos siempre que esta
reducción sea potenciada por otros agentes tal como ocurre con los nitritos en
muchas carnes curadas y con los componentes del humo en los alimentos ahumados,
salazonados y desecados.
La aw de un alimento o solución se define como la relación entre la
presión de vapor del agua del alimento (p) y la del agua pura (po) a la misma
temperatura.
aw = p/po
A medida que una solución se
concentra. la presión de vapor disminuye y la aw va descendiendo a partir de un
valor máximo de 1 para el agua pura (en ausencia de capilares o fuerzas de
adsorción). La aw está relacionada con el punto de congelación y con el de ebullición
así como con la humedad relativa en equilibrio (ERH) y la presión osmótica. Los primeros estudios sobre la
respuesta de los microorganismos frente a la humedad se describieron en
términos de ERH o presión osmótica. La ERH, como la aw, es la relación entre la
presión de vapor de la solución y la del agua pura pero expresadas en
porcentaje. Por ello,
ERR (%) = aw · 100
La ERH se refiere estrictamente a
la atmósfera en equilibrio con una solución o alimento y constituye una
expresión menos apropiada que la aw como forma de medir el agua disponible.
Sin embargo, los solutos nunca son
ideales. De una parte, las interacciones entre las moléculas pueden reducir el
número efectivo de partículas en la solución, mientras que de otra, la
disociación puede incrementar realmente dicho número. Tales factores conducen a
desviaciones del sistema ideal que son realmente grandes para los no
electrolitos a concentraciones superiores a 1 molal y para los electrolitos a
cualquier concentración.
Las concentraciones se expresan en
grados Baumé, Salometer y Brix que son los términos más ampliamente utilizados
en la Industria Alimentaria. Los datos ofrecidos anteriormente
permiten predecir la aw de una solución sencilla de composición conocida pero
la relación entre la composición de un alimento y su aw es mucho más compleja.
Para conocer estas relaciones lo habitual es determinar los valores de la aw
del alimento a diferentes concentraciones de agua, los que se representan
gráficamente con el fin de obtener la isoterma de sorción de agua.
Los factores que reducen la presión
de vapor de agua en los alimentos y, por tanto, la aw son los siguientes: la
adsorción de las moléculas de agua a las superficies, las fuerzas capilares y
las sustancias disueltas que se han mencionado anteriormente. Normalmente se
acepta que la primera subida de la isoterma representa la adsorción del agua
que forma una monocapa de moléculas en los lugares de adsorción del producto
sólido. Al anadir más agua, la isoterma aumenta rápidamente de nuevo a medida
que los solutos se disuelven y se llenan los espacios capilares. Estos fenómenos se solapan y
algunos, realmente, pueden no estar representados en la isoterma. En estos
casos puede no evidenciarse la monocapa en los alimentos que contengan poco
material estructural al mismo tiempo que las fuerzas capilares pueden tener
poca influencia. Para muchos alimentos, la isoterma obtenida por adsorción de
agua a un producto seco difiere de la hallada secando un alimento húmedo.
Este efecto se denomina histéresis
y la parte divergente de las isotermas se le llama "espacio" de
histéresis.

La actividad de agua depende de la
temperatura dado que ésta influye también sobre la presión de vapor de agua de
las soluciones pero el efecto es pequeño con la mayoría de los solutos salvo
que las soluciones sean saturadas. En tales casos, las cantidades de algunas
sustancias de la solución, y por tanto la aw, pueden variar marcadamente con la
temperatura. A temperaturas inferiores a las del punto de congelación de una
solución o alimento, la presión de vapor del agua líquida disminuye al
descender la temperatura. La aw de una solución o alimento congelados es
función de la temperatura presentando un valor de 0,953 a -5ºC; de 0,907 a
-10ºC; de 0,864 a -15ºC y de 0,823 a -20ºC. Scott (1962) ha estudiado los
límites del crecimiento microbiano en un medio congelado en relación con la
temperatura y la aw.
La determinación de la aw se
realiza habitualmente en el laboratorio mediante higrómetros eléctricos o de
cabello que se encuentran en el mercado o por interpolación gráfica. En este
último método, las muestras del alimento se mantienen a temperatura constante
en envases (preferentemente evacuados) que contienen soluciones (con frecuencia
saturadas) de aw conocidas.
Las variaciones de peso sufridas
por las muestras en un período de varias horas se representan gráficamente
respecto a la aw de la solución control. La aw a la que la gráfica indica que
no ha habido variación en el peso es la aw del alimento.
f. TEMPERATURA
El hombre ha aprendido a lo largo
de los siglos, por vía empírica,a explotar las temperaturas extremas para la
conservación de sus alimentos. Observó que enfriándolos se
retrasaba su alteración; que manteniéndolos en estado congelado se conservaban
durante largos periodos de tiempo; que el calentamiento eliminaba los agentes
de la alteración de origen microbiano y que, si se evitaba la recontaminación
mediante un envasado adecuado, los alimentos térmicamente tratados podían con
servarse incluso a la temperatura ambiente.
Del mismo modo, averiguó que
algunos alimentos, mantenidos a la temperatura ambiente, sufren modificaciones
de sus propiedades organolépticas, pero siguen siendo aptos para el consumo y
se tornan considerablemente más estables. Así se fue desarrollando una amplia
variedad de alimentos fermentados, muchos de ellos asociados en su origen a una
determinada raza y a los alimentos frescos localmente disponibles.
La
sociedad moderna consume cientos de productos fermentados que, pese a que un
buen número de ellos se han visto favorecidos por la aplicación de los
conocimientos científicos, recientemente descubiertos, siguen siendo
esencialmente idénticos a los que se consumían hace varias generaciones.
Las fermentaciones generalmente
implicadas son la láctica y la alcohólica, o una combinación de ambas. Si el
alimento original contiene un azúcar fermentescible y se encuentra
moderadamente salado es probable que se produzca una fermentación láctica Si su
sabor es ácido,lo esperable es una fermentación alcohólica.
En cualquier caso, para conseguir
las características deseadas en el producto fermentado de que se trate, resulta
esencial el control de la temperatura, generalmente un ambiente frío.
A lo largo de milenios de la
historia de la humanidad, sólo las dos o tres últimas generaciones han sido
capaces de capitalizar para la conservación y las fermentaciones de los
alimentos los principios científicos en que estos procesos se basan. El control
y la manipulación de la temperatura se encuentran entre los factores más
críticos precisos para el logro de un suministro alimenticio que reuna las
propiedades sanitarias organolépticas etc. correctas. En este capítulo describiremos los
principios científicos relacionados con la explotación de la temperatura en el
control de los microorganismos que de ordinario pueden encontrarse en los alimentos
consumidos por el hombre. Probablemente sea la temperatura el
más importante de los factores ambientales que afectan a la viabilidad y el
desarrollo microbianos. Aunque el crecimiento microbiano es posible entre
alrededor de -8 y hasta +90º C, el rango de temperatura que permite el
desarrollo de un determinado microorganismo rara vez excede de los 37º C.
Dentro de este rango, la temperatura afecta a la longitud de la fase de
latencia, a la velocidad de crecimiento, al número final de células, a las necesidades
nutritivas y a la composición química y enzimática de las células. Cualquier temperatura por encima de
la máxima de crecimiento de un determinado microorganismo resulta letal para el
mismo, y cuanto más elevada sea la temperatura en cuestión tanto más rápida
será la pérdida de viabilidad. Sin embargo, la letalidad de cualquier
exposición a una determinada temperatura por encima de la máxima de crecimiento
depende de la termorresistencia que es fundamentalmente una característica del
microorganismo considerado.
Los microorganismos sobreviven a
temperaturas inferiores a la mínima de crecimiento. Los efectos letales de la
refrigeración y la congelación dependen del germen considerado, del
microambiente y de las condiciones de tiempo y temperatura de almacenamiento.
Algunos microorganismos permanecen viables durante largos periodos de tiempo si
se mantienen congelados a temperaturas suficientemente bajas. Tras un periodo
de ajuste o adaptación al ambiente (fase de latencia) comienza el crecimiento que
se acelera hasta alcanzar una etapa de multiplicación rápida y constante, de
crecimiento exponencial, denominada fase logarítmica o exponencial. La
deplección de nutrientes y el acúmulo de metabolitos tóxicos termina frenando
la velocidad de crecimiento hasta que alcanza un punto en el que muertes y
divisiones celulares se igualan, permaneciendo así la población constante
durante un periodo al que se conoce con el nombre de fase estacionaria. A esta
fase en la que la población es máxima, sigue otra en la que va progresivamente
decreciendo a causa de las muertes celulares.
La influencia de la temperatura
sobre la actividad microbiana es más acusada en los alimentos húmedos, es decir
a actividades de agua (aw) superiores a 0,85. La mayor parte de las bacterias
son incapaces de seguir creciendo a actividades de agua inferiores. La Figura
de abajo, ilustra las relaciones entre temperatura y tiempos de duplicación
para dos microorganismos, un psicrotrófico y un mesófilo típicos. Tres efectos
son fácilmente discernibles. A medida que la temperatura aumenta el crecimiento
se acelera, es decir, decrece el tiempo de generación o duplicación.
A las temperaturas más elevadas,
hay un rango en el que la velocidad de crecimiento, tiempo de generación, se
mantiene relativamente estable (óptimo de crecimiento); este rango se halla en
torno a 20 – 30º C para los psicrótrofos y 35 – 45° C para los mesófilos. A
temperaturas sólo ligeramente superiores a las que son precisas para un
crecimiento óptimo se da una inhibición del mismo. Las bacterias termófilas
responden de un modo similar, pero su gráfica de crecimiento se encuentra
sustancialmente desplazada hacia la derecha.
La naturaleza de la respuesta a
cualquier temperatura dada se ve profundamente afectada por el tiempo de exposición
a la misma. El crecimiento en un ambiente confinado, incluso a la temperatura
óptima, cesa llegado un momento determinado a causa del gradual agotamiento de
nutrientes.
En atención a sus rangos de
temperatura de crecimiento, pueden distinguirse cuatro grupos fisiológicos
fundamentales de bacterias: termófilas, mesófilas, psicrófilas y psicrotrofas.
Los microorganismos mesófilos, muchos de origen humano o animal incluyendo los
patógenos y numerosos tipos de los que alteran los alimentos prefieren
temperaturas moderadas; ofrecen un óptimo que generalmente se encuentra entre
los 30 y 45º C y una temperatura mínima de crecimiento que suele hallarse entre
5 y 10º C.
En un medio favorable, el tiempo de
generación de muchos mesófilos a la temperatura óptima es de 0,5 horas, o aún
menos. En los termófilos la totalidad de la gráfica que relaciona el
crecimiento con la temperatura se halla desplazada hacia el rango de
temperatura más alto. La temperatura para un crecimiento óptimo suele hallarse
entre 55 y 65º C y en algunos casos es de hasta 75 – 90º C; la mínima se
encuentra hacia los 35º C.
Todavía persiste cierta confusión
con respecto al término psicrófilo. Utilizando los mismos criterios que nos han
servido para definir los microorganismos mesófilos y termófilos, es lógico
definir los psicrófilos en términos de su temperatura óptima de crecimiento,
que debe ser claramente distinta de las de los dos citados grupos. Muchos
autores, sin embargo, han clasificado como psicrófilos a todos aquellos
microorganismos que son capaces de crecer a 0º C, sin tener en cuenta cual sea
su temperatura óptima.
Otros distinguen a los
microorganismos que toleran las bajas temperaturas en psicrófilos obligados,
con óptimos inferiores a 20º C y psicrófilos facultativos con temperaturas
óptimas más altas (Ingraham y Stokes, 1959). Morita (1975) reclama más
consistencia en la definición que estima debe estar basada en la temperatura
óptima; así denomina psicrófilos a los microorganismos que tienen una
temperatura óptima de crecimiento alrededor de, o inferior a 15ºC y una máxima
de alrededor de 20ºC,o menos.
Los auténticos psicrófilos abundan
en los ambientes fríos más de lo que al comienzo se pensaba, especialmente en
aquellos lugares en los que se mantiene constantemente una temperatura baja. De
hecho el ambiente predominante de la biosfera es frío, dado que las regiones
polares y los oceanos (95 % en volumen por debajo de 5ºC) representan el 14 y
el 71 % de la superficie del planeta, respectivamente (Morita, 1975). Al aislar
psicrófilos es preciso cuidar de un modo especial de evitar la exposición a
temperaturas superiores a 10ºC. Al olvido o al desconocimiento de este hecho se
deben pasados fallos en la detección de un gran número de psicrófilos. En la
Tecnología de los Alimentos los microorganismos psicrófilos son menos
importantes que los psicrotrofos, en virtud de su mayor sensibilidad a las
temperaturas elevadas. Los auténticos psicrófilos son generalmente de origen
marino siendo en este hábitat en el que mayor interés cobran y comprenden solo
unos pocos géneros.
A los microorganismos capaces de
crecer en las proximidades de 0º C, pero que no reunen los requisitos de
temperaturas óptima y máxima para su clarificación como psicrófilos se les
conoce como psicrótrofos (Eddy, 1960). Como crecen mejor a temperaturas
moderadas, pueden considerarse como un subgrupo de los mesófilos capaz de
desarrollarse a temperaturas inferiores a la mínima tolerada por la mayoría de
los mesófilos. Entre los psicrótrofos se incluyen bacterias Gram positivas y
Gram negativas; aeróbicas, anaeróbicas, y anaeróbicas facultativas; carentes y
provistas de movilidad; esporuladas y no esporuladas. El grupo comprende
numerosas especies pertenecientes a no menos de 27 géneros. También se encuentran cepas
psicrótrofas de levaduras y mohos pertenecientes a géneros tan importantes como
Penicillium y Aspergillus.
Temperaturas de refrigeración son
aquellas próximas, pero superiores, al punto de congelación de los alimentos,
habitualmente se consideran como tales las incluidas en el rango - 1 +7ºC. El
efecto de la refrigeración sobre la microflora de un determinado alimento
depende de la temperatura y el tiempo de almacenamiento, así como de las
características fisiológicas de los microorganismos implicados. A medida que la
temperatura desciende por debajo del óptimo, el crecimiento se hace más lento y
finalmente se detiene. En el rango próximo a la
temperatura de crecimiento, aumenta rapidamente la fase de latencia, tanto más
cuanto más baja sea la temperatura, aproximándose finalmente a infinito. En el
Ciadosprium herbanm, un hongo extremadamente tolerante a las bajas
temperaturas, la fase de latencia oscila entre un día a la temperatura ambiente
y 18 días a -5º C.
Se han citado periodos de latencia
de hasta 414 días, pero es dudoso que a lo largo de un periodo tan prolongado
se haya llevado un cuidadoso control de la temperatura (Michener y Elliott,
1964). En el rango de temperaturas que permite tanto el crecimiento de los
mesófilos típicos como el de los psicrotrofos la fase de latencia de estos
últimos es mucho más corta. La velocidad de crecimiento se ve
afectada por los cambios de temperatura; por debajo del óptimo, el crecimiento
es más lento y en los rangos inferiores por debajo de 0º C) el tiempo de
generación puede sobrepasar las cien horas.
Las bajas temperaturas tienen una
importante acción selectiva sobre las floras mixtas constituidas por mesófilos
y psicrotrofos y pueden afectar a la composición de la carga inicial de un
alimento determinado, además de conducir a modificaciones instanciales de la
flora desarrollada a lo largo del tratamiento tecnológico o el almacenamiento. Así, por ejemplo, una carne vacuna
refrigerada obtenida en un clima semitropical ofrece un periodo de vida útil,
en condiciones de refrigeración, más largo que el de una carne similarmente
tratada procedente de zonas más frías (Empey y Scott, 1939). Esta diferencia es
debida al efecto de terminología hoy habitual, este último debe clasificarse
como psicrotrofo.
De acuerdo con la temperatura sobre
la proporción de microorganismos tolerantes de las bajas temperaturas en la
carga inicial procedente del suelo y la piel del animal; la carne de bóvido de
las áreas mas frías tiene una proporción más elevada de psicrotrofos. La temperatura de almacenamiento
ejerce una poderosa influencia sobre la microflora de la leche. La leche cruda
mantenida a unos 10º C desarrolla una flora en la que dominan los estreptococos
acidolácticos, en tanto que si es mantenida en las proximidades de 0º C la
flora dominante está constituida principalmente por bacterias Gram negativas
psicrotrofas (Mocquot y Mucluzeau, 1968).
El enfriamiento rápido de las
bacterias mesófilas, desde una temperatura normal de crecimiento hasta 0º C,
causa la muerte o lesiona un cierto porcentaje de las células que componen el
cultivo. Las bacterias Gram negativas, como Escherichia coli, Pseudomonas
aeruginosas, P. fluorescens, diversas especies de Salmonella y Enterobacter
aerogenes, parecen ser más susceptibles al frío que los microorganismos Gram
positivos, aunque también se haya observado el shock del frío en Bacillus
subtilis y Clostridium perfringens (Sato y Takahashi, 1969; Traci y Duncan,
1974). Staphylococcus aureus es resistente
al shock del frío, pero Jackson (1974) observó que un cultivo de este
microorganismo en caldo tripticasa soja incubado a 5º C, manifestó un
incremento en la sensibilidad al agar manitol salado evidenciando así su
lesión. Los microorganismos psicrotrofos parecen ser menos sensibles al frío
(Farrelí y Rose, 1968).
El crecimiento a temperaturas
inferiores a la óptima puede provocar numerosas modificaciones morfológicas y
fisiológicas de los microorganismos. Entre las modificaciones morfológicas cabe
citar el incrementeo del tamaño celular en la levadura Candida utilis (Rose,
1968) y en Escherichia coli (Shehata y Marr, 1975), la formación de filamentos
en E. coli (Shaw, 1968), así como el deterioro de los mesosomas y la formación
de doble pared celular en B. subtilis (Neale y Chapman, 1970).
El descenso diferencial de las
actividades de los enzimas a bajas temperaturas puede alterar las rutas
metabólicas y sus productos finales. Por ejemplo, los microorganismos que
sintetizan pigmentos de fenacina y carotenoides tienden a rendir tasas más
altas de estos productos a bajas temperaturas, lo que tiene cierta
trascendencia en la alteración de los alimentos (Witter et al., 1966). La
producción de dextranos extracelulares por Leuconostoc y pediococos se ve
favorecida por las temperaturas inferiores a las óptimas de crecimiento de
estas bacterias (Rose, 1968).
La producción de lipasa y
proteinasa por Pseudomonas y otros géneros ocurre preferentemente a bajas
temperaturas (Jezeski y Olsen, 1962; Alford y col., 1971; Juffs, 1976). Algunos
de estos enzimas son termorresistentes y pueden persistir después del
tratamiento térmico. Muchos de los procesos reguladores del metabolismo celular
son sensibles a las temperaturas inferiores a la óptima, de modo que la
exposición a las bajas temperaturas puede provocar desequilibrios metabólicos y
el cese del crecimiento (Rose, 1968).
La incubación a bajas temperaturas
puede alterar igualmente la composición lipídica de las células microbianas
(Marr e lngraham, 1962). El contenido lipídico final de las bacterias es
independiente de la temperatura de crecimiento (Cronan y Vagelos, 1972), pero
el de las levaduras aumenta ligeramente al descender la temperatura (Kates y
Baxter, 1962).
Tanto las bacterias como las
levaduras experimentan un incremento en la proporción de acidos grasos
insaturados a medida que disminuyen las temperaturas de crecimiento; en las
bacterias se producen además menos ácidos grasos que contienen el anillo del
ciclopropano (Gill, 1975).
También se han citado incrementos
en la insaturación de los alcoholes de las ceras producidos por las cepas
mesófilas de Acinetobacter crecidas a bajas temperaturas (Gallagher, 1971). El
incremento de la proporción de ácidos grasos no saturados al descender la
temperatura se cree esencial para que las membranas cumplan su función, dado
que la alteración provocada desciende la temperatura a que los lípidos de la
membrana "se congelan".
La proporción de ácidos grasos no
saturados puede ser responsable de la capacidad de las células que soportan del
frío, pero en los auxotrofos de. E coli para los ácidos grasos la distribución
de estos en los lípidos de la membrana (siempre que en el medio de cultivo se
hallen presentes tasas mínimas de ácidos grasos saturados y no saturados) puede
variar dentro de amplios límites sin que aparentemente se vea afectada la
capacidad del microorganismo para crecer a bajas temperaturas (Cronan y
Gelmann, 1975).
Los alimentos pueden alterarse bajo
la acción de microorganismos pertenecientes a los cuatro grupos en que se han
clasificado en virtud de su respuesta a la temperatura: psicrofilos, mesófilos
y psicrotrofos.
Sin embargo, si los alimentos han
sido refrigerados y mantenidos a las temperaturas de refrigeración adecuadas
(inferiores a 7º C) la alteración sólo será causada por los psicrotrofos. Aunque los tiempos de generación de
los psicrotrofos parezcan muy prolongados, los largos periodos de
almacenamiento a refrigeración utilizados en muchos alimentos permiten que la
población psicrotrófica alcance tasas de muchos millones por gramo en unos
pocos dias, lo que frecuentemente resulta en la aparición de alteraciones
desagradables en el olor, el gusto y la textura. Deben evitarse las
fluctuaciones en la temperatura de almacenamiento porque la velocidad de
crecimiento aumenta rapidamente con ella.
La mayor parte de los patógenos son
mesófilos y, con pocas excepciones, su crecimiento no constituye un problema en
los alimentos refrigerados. Las salmonelas no crecen a temperaturas inferiores
a unos 6º C (Matches y Liston, 1968) y en un caldo rico la fase de latencia a
10º C de la S. typhimurium es de aproximadamente 12 horas y su tiempo de
generación de unas 8 horas. El crecimiento en los alimentos puede ser mucho más
lento. Así, por ejemplo, tanto la
Salmonella senftenberg como la S. ententidis y la S. manhattan son incapaces de
crecer a 10º C en ensalada de jamón o natillas, aunque crezcan a 7º C en pollo
"a la King" (Angelotti y col., 1961). Goepfert y Kim (1975)
observaron que, en carne de vaca picada y cruda, no crecían a 7º C inóculos de
cinco serotipos de salmonella multiplicandose, en cambio por 300 en cinco días
a 12,5º C.
Clostridium perfringens puede
crecer a temperaturas entre 12 y 50º C, pero su desarrollo es muy lento por
debajo de 15º C (Michener y Elliott 1964; Roberts y Hobbs, 1968; Hobbs, 1969).
Las celulas vegetativas del Clostridium perfringens son sensibles a las bajas
temperaturas y el almacenamiento prolongado de los alimentos a temperaturas de
refrigeración es probable que resulte en su destrucción lenta si las contienen.
Los esporos no se ven afectados en el mismo grado por las acciones de las bajas
temperaturas (Canada y col., 1964). La velocidad de crecimiento se ve
afectada además por el pH y la composición del medio, de modo que el
crecimiento del C. perfingens es más lento en un medio a pH 5,8 que en otro de
7,2. (Barnes y col., 1963). Se ha observado la germinación de esporos de
clostridios a 5º C, es decir, por debajo de la temperatura mínima de
crecimiento (Roberts y Hobbs, 1968). Staphylococcus
aureus es capaz de soportar las bajas temperaturas y de crecer hasta a unos 7º
C (Angelotti y col., 1961). Pero el límite inferior para la producción de
toxinas es algo más elevado. Se han detectado, por ejemplo, enterotoxinas en
alimentos mantenidos a 10º C (Genigeorgis y col., 1969; Tatini, 1973) pero por
debajo de 20º C su producción es lenta. Alcanzar niveles detectables de toxina
(1 mg/ml) a 13º C exigió en una cepa 158 horas. Otras cepas crecen a 13º C pero
son incapaces de producir toxina a menos de 19º C Scheusner y col.,(1973).
En un medio
rico, a pH 7, el tiempo necesario para la producción de toxina en cantidades
mensurables osciló en la cepa estudiada por Scheusner y col. (1973) entre 78 –
98 horas a 19º C y 14 – 16 horas a 26º C. Bajo condiciones menos favorables, la
producción de toxina fue más lenta. Aunque se alcancen poblaciones abundantes
de S. aureus, la producción de enterotoxina puede inhibirse mediante las
acciones independientes e interactivas de la temperatura, el pH, la tensión de
oxígeno, la actividad de agua y el desarrolo competitivo de otros
microorganismos (Tatini, 1973).
Vibrio
parahaemolyticus es sensible a las bajas temperaturas y las intoxicaciones
alimentarias producidas en Japón por este microorganismo suelen acaecer en los
meses más cálidos del año. En la superficie del pescado marino al crecimiento
parece cesar a temperaturas inferiores a 5 – 8ºC, aunque el microorganismo
puede sobrevivir durante largos periodos de tiempo (Sakazaki, 1973) El Vibrio
parahaemolyticus puede multiplicarse hasta alcanzar niveles peligrosos al
almacenar ostras a temperaturas de 10º C durante una semana (Thomson y Thacker,
1973). La temperatura de crecimiento más baja publicada para el V
parahaemolyticus en medios de cultivo es de 5º C (Beuchat, 1973); pero, el
crecimiento a esta temperatura se ve fuertemente influido por el pH. Bacillus cereus
crece en el rango de temperatura de 7º a 45º C (Chung y col., 1976) y el
Bacillus subtllis entre 12 y 55º C (Riemann, 1969). No se han encontrado
pruebas de que el E. coli enteropatógeno crezca a temperaturas inferiores a las
mínimas de los demás E. coli. El número de E. coli enteropatógenos recuperables
de los quesos blandos aumenta durante el almacenamiento a 4º C, pero no está
claro en las experiencias en que se hizo esta observación si tal incremento era
debido a la multiplicación del microorganismo o a la recuperación después del
shock térmico (Fantasia y col., 1975).
A Park y col.,
(1973) estudiaron el comportamiento de seis cepas de E. coli enteropatógeno en
el queso Camembert a lo largo de un proceso de maduración de 7 semanas a 10º C
y observaron un marcado descenso de las tasas de cuatro de ellas; en las otras
dos las tasas aumentaron ligeramente durante la primera semana y decrecieron
rapidamente en las seis restantes. Se han aislado
microorganismos similares a la Yersinia enterocolitica en carne envasada a
vacío y mantenida a 1 – 3º C (Hanna y col., 1976). También se ha comprobado la
producción de aflatoxina, oclaratoxina A y tremortinas A y B a 4 – 5ºC en
diversos alimentos (Diener y Davis, 1967; Farhat y Koburger, 1975;Trenky col.,
1971;Hou y col., 1971).
g. POTENCIAL DE
OXIDACIÓN – REDUCCIÓN O POTENCIAL REDOX
Mientras que el pH de los alimentos
se mide con facilidad y se comprende la significación de su medida, mucho más
difícil resulta medir la repetibilidad del potencial de oxidación – reducción
(Potencial Redox), sobre todo entre laboratorios diferentes, y además no está
clara la significación que en la microbiología del producto tienen los valores
hallados. Se piensa que el potencial redox es
un importante factor selectivo en todos los ambientes, incluidos los alimentos,
que probablemente influye en los tipos de microorganismos presentes y en su
metabolismo. Las diferencias observadas en los productos finales del
metabolismo, discernibles por el consumidor por diferencias de color o sabor,
pueden ser en algunos casos la consecuencia de diferencias redox.

En los alimentos picados (e.g.,
productos cárnicos) o en los productos no homogéneos (e.g., emulsiones), el
potencial redox puede variar considerablemente de una parte a otra debido a altas
concentraciones localizadas de diversos pares redox o de nutrientes como
glucosa, fumarato o malato. Cuando se encuentra restringida la difusión gaseosa
hacia el centro del alimento pueden existir gradientes de potencial redox desde
la atmósfera hasta las partes profundas del alimento. El potencial redox indica las
relaciones de oxígeno de los microorganismos vivos y puede ser utilizado para
especificar el ambiente en que un microorganismo es capaz de generar energía y
sintetizar nuevas células sin recurrir al oxígeno molecular. Los
microorganismos aerobios necesitan para crecer valores redox positivos mientras
que los anaerobios frecuentemente requieren valores redox negativos. En
diferentes cultivos microbianos el valor redox puede oscilar dentro de un rango
comprendido entre una cifra anaeróbica inferior a unos -420 milivoltios (mV)
hasta una cifra aeróbica de aproximadamente +300 mV.
Los procesos de oxidación y de
reducción se definen en términos de migraciones electrónicas entre compuestos
químicos. La oxidación es la pérdida de electrones mientras que la reducción es
la ganancia de electrones. Cuando se oxida una sustancia (libera electrones)
siempre se reduce simultáneamente otra (o sea, capta los electrones liberados).
Este concepto electrónico ha sugerido el desarrollo de métodos para estudiar
cuantitativamente los procesos de oxidación-reducción reversibles que son
vitales para las células vivas. La medida del potencial de
electrodo permite determinar el grado de reducción o de oxidación de una sustancia
alimenticia determinada. Esta medida sugiere la posibilidad de clasificar los
sistemas oxidantes y reductores de los alimentos en base a su intensidad.
Todo proceso redox reversible puede
expresarse así:
[oxidante] + [H+]
+ ne = [reductor]
expresión en la que ne es el número de electrones
transferidos en el proceso.
El potencial redox (Eh) de tal
proceso viene dado por la ecuación concebida y desarrollada originalmente por
Nernst (Pirt, 1975):
Eh = Eo + (RT/nF) ln
[oxidante]/[reductor]
en la que Eo es el potencial redox estándar a pH 0 pero en presencia de otros
solutos a concentración 1 M (normalmente se mide como el potencial redox del
punto medio a pH 0 y se supone que su valor es igual al valor teórico de los
pares redox en solución acuosa diluida), R es la constante del gas molar, T la
temperatura en ºK, F la cantidad Faraday de electricidad, n el número de
electrones transferidos en el proceso y ln el logaritmo natural.
En muchos alimentos es difícil
obtener la verdadera medida del potencial redox. Para que el potencial redox de
una muestra represente fielmente el del alimento de que fue tomada es esencial
que se mantenga inalterado el ambiente gaseoso tanto si el alimento está
envasado a vacío, envasado bajo una atmósfera anóxica o envasado en contacto
con el aire. Puesto que el potencial redox desciende a consecuencia de la
actividad metabólica, el transporte de la muestra deberá realizarse bien en
condiciones de refrigeración (0 – 4º C) o a la temperatura de almacenamiento
del alimento. La temperatura. y el tiempo del
transporte deberán especificarse para ser consideradas en la interpretación de
los resultados. El oxígeno es el principal agente que interfiere la medida del
potencial redox. En general no deben usarse en la determinación del potencial
redox muestras extraídas porque el oxígeno puede penetrar en la muestra durante
el muestreo. Para evitar que el oxígeno contamine las muestras deberá quitarse
la capa superior de la muestra de alimento bajo gas inerte para efectuar la
medida.
Puesto que los valores de potencial
medidos dependen del pH, cada medida de potencial redox deberá ir acompañada de
la medida del pH. El pH puede cambiar el potencial redox real, pero también
para el mismo valor Eh el pH puede crear condiciones favorecedoras de diferentes
tipos de metabolismo. Roberts (1970) ha demostrado la influencia del pH sobre
el potencial redox limitante del crecimiento del Clostridium perfringens
mediante la interpretación de los datos de Ranke y Bailey (1945).
El concepto de rH se introdujo para
eliminar por cálculo ésta dependencia del pH. Mientras que el rH puede
calcularse exactamente cuando todos los iones hidrógeno están completamente
disociados a todos los valores pH, cuando el grado de disociación es alterado
por el pH se producen inexactitudes. Además, los ácidos monovalentes alteran el
potencial redox 30 mV por unidad pH, los ácidos divalentes 57,7 mV y los ácidos
de valencia superior hasta 120 mV. Para convertir el Eh (en voltios) en rH
puede usarse la siguiente fórmula.
Eh = 0,03 (rH - 2 · pH) o rH = Eh /
0,03 + 2 · pH
El potencial redox se mide con un
electrodo de metal inerte (normalmente platino) en un circuito con un electrodo
de referencia. Alternativamente pueden utilizarse colorantes que cambian de
color a determinados potenciales redox si bien estos indicadores pueden
interactuar con los microorganismos y los alimentos obteniéndose falsos
valores.
El electrodo de platino responderá
a cualquier sistema que produzca una reacción electroquimicamente reversible en
la superficie del electrodo, siempre que la velocidad de reacción sea rápida en
comparación con la captura o liberación de electrones del electrodo medidor.
Con los modernos sistemas de medida
de alta impedancia (1013 ohmios) pueden medirse potenciales
verdaderos a partir de pares redox que producen corrientes de cambio muy bajo.
En los sistemas que reaccionan con relativa rapidez tales como el Fe2+/Fe3+
pueden obtenerse medidas cuando la concentración del par es tan baja como 10-5
M (Harrison, 1972). La calibración de electrodos redox está relacionada
teóricamente al electrodo de hidrógeno estandar, aunque en la práctica se usa
un electrodo de calomelano u otro tipo de electrodo de referencia. Para la medida potenciométrica del
potencial redox de muestras de alimentos líquidos se usan los electrodos de
platino estandar y de calomelano. Para medidas sobre alimentos sólidos se
necesita utilizar electrodos especiales con punta de platino afilada, que
tengan escaso diámetro y gruesa pared y puentes de CIK-agar en tubos con punta
rellena de fibras de asbestos fundido. A diferencia de los electrodos de pH,
los electrodos redox requieren cierto tiempo (dependiente del tipo de muestra)
para revelar el potencial redox.
El potencial redox de los alimentos
depende de las cantidades relativas de sustancias oxidadas y reducidas que
contengan. Los alimentos que tienen grandes cantidades de tales sustancias son
resistentes a los cambios del potencial redox y se llaman "fuertemente
tamponados". De aquí que no sea fácil la interpretación de la lectura
arrojada por un electrodo redox insertado en un alimento, puesto que el alimento
puede estar o no fuertemente tamponado. En los alimentos débilmente
tamponados una pequeña población microbiana (< 105/g)
posiblemente puede causar un cambio del potencial redox, mientras que en los
alimentos fuertemente tamponados una población microbiana grande (> 108/g)
apenas puede afectar al potencial redox.
Para poder juzgar la significación
de cualquier cambio del potencial redox de un alimento hay que tener en cuenta
el potencial metabólico y el tamaño de la población microbiana en relación con
la capacidad tampón redox del alimento.
Las medidas redox tienen la máxima
utilidad cuando existen pares reversibles de componentes conocidos que se
encuentran en equilibrio. Todo alimento puede contener pares redox pero algunos
no se encuentran en equilibrio y otros son irreversibles. Se ha sugerido que la
sonda redox puede ser un monitor adecuado de alteraciones o cambios deseables
durante el almacenamiento de alimentos envasados a vacío, bajo atmósferas de
gas anóxico o enlatados. Se ha visto que indica con exactitud tales cambios
profundos en la carne en postrigor (véase Barnes e Ingram, 1956), donde se
encuentran relaciones empíricas reproducibles entre los eventos metabólicos y
el potencial redox.
En tales circunstancias los
principales sustratos o productos microbianos muestran alta actividad con el
electrodo y pueden enmascarar todas las reacciones colaterales o interferentes
de forma tal que el potencial redox medido es la verdadera representación del
estado del par redox dominante.
En presencia de oxígeno todos los
pares redox de los alimentos tienden hacia el estado totalmente oxidado. Aunque
el oxígeno disuelto no influye en la sonda de platino en presencia de agua
pura, en presencia de soluciones salinas (incluyendo alimentos tales como el
jamón y las verduras encurtidas) se producen reacciones electrolíticas que
pueden sensibilizar la sonda al oxígeno disuelto (Harrison, 1972) haciendo que
indique valores redox artificialmente altos positivos).
En tales circunstancias el
potencial redox aparente será función del logaritmo de la concentración del
oxígeno disuelto y por tanto grandes cambios del potencial redox representarán
pequeños cambios de la tensión del oxígeno disuelto. Jacob (1970) señaló una
caída de 60 mV por el 90 % de reducción de la concentración del oxígeno
disuelto. A tensiones de oxígeno disuelto muy bajas las sondas redox pueden
exhibir relaciones empíricas entre el oxígeno y los cambios metabólicos
(Wimpenny, 1969). Sin embargo, a estos bajos niveles de oxígeno la bioquímica
de los microorganismos y los alimentos bioquímicamente activos sufren cambios
metabólicos que alteran de forma impredecible estas relaciones.
El potencial redox y el pH se
pueden controlar en los medios de cultivo, y probablemente en los alimentos,
ajustando la concentración de O2 gaseoso y CO2 del espacio de cabeza existente
sobre el medio (Dobson y Bullen, 1964). Aunque en teoría puede alcanzarse un
equilibrio estable entre las concentraciones en las fases de gas y de agua
(relativas a la solubilidad de los gases en el medio de cultivo y la
temperatura), la captación de O2 y la liberación de CO2 por los cultivos
microbianos excederá con frecuencia de tales concentraciones. El potencial redox puede reducirse
rapidamente durante la germinación y crecimiento de los esporos puesto que,
aunque inicialinente sólo germina una pequeña proporción de los esporos, los
esporos que germinan y crecen producen nicotinamida adenín dinucleótido
reducido (NADH) y otros reductores que reducen la concentración de oxígeno a un
nivel no inhibidor para los esporos remanentes.
Esta reducción del nivel de oxígeno
y la mayor tensión de H2 producida por el metabolismo celular se traduce en una
gran caída del potencial redox. Los ambientes creados en los alimentos pueden
categorizarse a groso modo como aquellos en los que el acceso de oxígeno está
restringido y en los que no está restringido.
En los que el acceso de oxígeno es
limitado los microbios que se desarrollan producen CO2 + H2O como principales
productos finales; aunque la producción de productos finales tales como ácidos
orgánicos no es significativa, entre los metabolitos secundarlos pueden
incluirse aminas, etc. Cuando el acceso al oxígeno es restringido ocurre la
fermentación y pueden impartirse cambios de aroma al alimento antes de que se
altere. Antes de que tales cambios sean detectables por el consumidor tiene que
alcanzarse un alto número de microorganismos (> 106 /gm). Algunos microorganismos, como los
aerobios estrictos y los anaerobios, sólo poseen un sistema metabólico terminal
para obtener energía y en consecuencia sólamente son activos dentro de un
margen de potencial redox relativamente estrecho. Otros, como los anaerobios
facultativos, tienen sistemas alternativos que pueden ser puestos en marcha o
paro por el potencial redox o la presencia o ausencia de oxígeno.
h. SALES DE CURADO Y
SUSTANCIAS ANÁLOGAS
En sus comienzos el curado se
desarrolló para conservar ciertos alimentos mediante la adición de cloruro
sódico. Una impureza de la sal, el nitrato sódico, se vio que era el
responsable de la aparición del pigmento rosa – rojizo de la carne, el llamado
color de carne curada. Más tarde se comprobó que el compuesto responsable de la
aparición del color era el nitrito y no el nitrato que se originaba por
reducción bacteriana del último. En la actualidad se consideran sales del
curado al cloruro sódico y al nitrito o nitrato de sodio o de potasio. Aunque el curado constituía
originalmente un mecanismo de conservación por salazón, se han desarrollado
simultáneamente con aquél varios miles de procesos adicionales principalmente
fermentación, ahumado, desecación y aplicación de calor. En los últimos
cincuenta años se han ideado una serie de productos curados que solo permanecen
estables en condiciones de refrigeración. De hecho la mayoría de los productos
cárnicos curados deben mantenerse en refrigeración para que conserven su
inocuidad y salubridad y durante las últimas dos décadas hasta el envasado de
muchos tipos de productos curados ha supuesto un factor importante para
prolongar el tiempo durante el que el producto mantiene su salubridad.
Además de las sales del curado y de
los procesos con ellas relacionados, ya mencionados, en muchos productos
cárnicos curados se emplean aditivos conocidos colectivamente como adyuvantes.
En ellos se incluyen ascorbatos, fosfatos, glucono lactona y azúcares. Los
adyuvantes se emplean fundamentalmente para alcanzar o mantener ciertos cambios
deseables; los ascorbatos en relación con el color y los demás con respecto al
pH, textura y en ciertos casos aroma. Los adyuvantes también pueden afectar a
la sanidad del producto.
El término de "curado" se
utiliza mucho en varias industrias siempre en relación con un cambio deseable,
por ejemplo en la preparación de cuero, fabricación de acero, endurecimiento de
mortero y también en la conservación de alimentos. Sin embargo, incluso en la
industria de los alimentos, la denominación de curado se relaciona unicamente
con ciertos productos cárnicos y de pescado y con los quesos. Hasta en estos alimentos la palabra
"curado" puede tener distintas connotaciones: a la carne se le
adicionan siempre sal y nitrito o nitrato; al pescado, también se le añade
siempre sal, mientras que el nitrato se le adiciona en muy raras ocasiones y en
el queso, que siempre contiene sal y rarísimamente nitrato, el término curado
se aplica a la producción de cambios proteolíticos y lipoliticos deseables. De hecho el significado de
"curados", incluso en la industria de los alimentos depende de la
costumbre; por ejemplo, tanto la mantequilla como ciertas hortalizas adobadas
necesitan sal como parte de su sistema conservador, pero nunca se les denomina
productos curados. Las sales del curado, los adyuvantes y los procesos con
ellos relacionados, ya citados, modifican el alimento base; entre tales
modificaciones se incluyen las del color, aroma, textura y sensibilidad al
crecimiento microbiano; éste, dependiendo del producto, puede ser deseable,
causar alteración u originar una toxiinfección alimentaria.
La historia del curado comenzó hace
miles de años cuando el hombre aprendió a conservar la carne por salazón. La
presencia de nitrato en la sal común es responsable del enrojecimiento de este
alimento. Sin embargo, el nitrato como tal se utilizaba incluso antes de la era
cristiana en las antiguas civilizaciones de China e India. Los escritores
romanos describen el curado de la carne por salazón, ahumado y acidificación
(Binkerd y Kolari, 1975). Hacia finales del siglo XIX se
sabía que las bacterias reducían el nitrato a nitrito durante el curado de la
carne y que el responsable del enrojecimiento era el nitrito y no el nitrato.
Sin embargo, hasta 1923 no se permitió en EE. UU. la adición de nitrato a la
carne. Actualmente en la mayoría de las carnes curadas se tiende a emplear
solamente sal y nitrito, si bien en ciertos productos se utilizan todavía el
nitrato o las mezclas de nitrato y nitrito.
El nitrato se ha empleado en Europa
desde hace unos ciento cincuenta anos en la elaboración de quesos salazonados
mediante inmersión en salmuera. La concentración de cada uno de los agentes del
curado depende de la naturaleza de los alimentos y de la tecnología empleada en
cada país; en donde se dispone de refrigeración suficiente los productos
cárnicos más corrientes son los ligeramente salados que necesitan mantenerse en
refrigeración. Por el contrario, en climas cálidos y en donde no se dispone de
suficiente refrigeración los productos más corrientes son los fermentados e
intensamente salados (autoestables).
En consecuencia los productos
curados reflejan las economias y climas nacionales, constituyendo parte de las
culturas nacionales y hasta regionales. De aquí que haya amplias diferencias
entre los embutidos curados preparados en países distintos. Una afirmación
similar puede hacerse para el pescado y quesos curados. No obstante, el resto
de este capitulo se dedicará fundamentalmente al curado tal y como se aplica a
la carne.
Las carnes curadas pueden
dividirse, de forma bastante amplia, en tres grupos: sin calentar, calentadas
ligeramente (pasteurizadas hasta una temperatura en su centro de 65 – 75º C) y
tratadas a temperaturas altas (autoestables, después de un calentamiento de l00
– 120º C).
En general sólo unos pocos
productos sin calentar (ciertos tipos de jamón y embutidos, bacon y costillar
ligeramente salado) necesitan almacenarse en refrigeración, mientras que la
mayoría de los calentados ligeramente deben someterse a refrigeración después
de tratados por el calor; sin embargo, los que se someten a temperaturas altas
en climas templados y en recipientes herméticamente cerrados son
indefinidamente estables.
Cuando se incorpora nitrito a un
sistema alimentario se suceden una serie compleja de reacciones cuya naturaleza
depende de las características físico-químicas del sistema. Se desconocen
muchas de las reacciones. El nitrito adicionado a la carne se convierte en una
mezcla en equilibrio de NO-3, NO- 2 y NO, dependiendo del
pH y del Eh (Shank y col., 1962; Ingram, 1973). El nitrito desaparece como resultado
de sus reacciones químicas con los componentes de la carne o de la actividad
metabólica de los microorganismos. En las reacciones con la carne
pueden estar implicados los pigmentos hemo (Möhler, 1973), las proteínas no
hemo (Woolford y col., 1976) y otros compuestos. Del 70 al 80 % aproximadamente
del nitrito adicionado a la carne puede recuperarse en los siguientes
porcentajes: nitrato 1-10; nitrito 5-20; gas 1-5; productos de su reacción con
la mioglobina 5-15; id. con las proteínas 20-30; con el grupo sulhidrilo 5-15 y
con los lípidos 1-5 (Cassens y col., 1976).
Unos pocos componentes de la carne
(cisteina e histidina) y los aditivos ascorbato e isoascorbato parece que son
los responsables de las pérdidas mayores de nitrito; los agentes reductores median
en la conversión del nitrito en óxido nítrico, pero se desconoce el papel de la
histidina (Fox y Nicholas, 1974). Parte del nitrito se convierte en nitrato
mediante diversas reacciones químicas especialmente en presencia de ascorbato y
en curaciones prolongadas (Herring, 1973; Fujimaki y col., 1975; Möhler y
Baumann, 1971), con tal que exista oxígeno o algún otro aceptor adecuado de
hidrógeno.
Si el nitrito de los productos
enlatados esté en cantidades excesivas, durante el tratamiento térmico puede dar
lugar a la liberación de óxidos de nitrógeno gaseosos que pueden causar
abombamiento (Morris, 1952). La velocidad a que desaparece el nitrito de los
productos cárnicos tratados por el calor depende del pH y de la temperatura; a
medida que desciende el pH y sube la temperatura se acelera la velocidad a que
desaparece (Oliman y Krol, 1972). Por ejemplo la vida media en horas
a un pH de 6 y a varias temperaturas será: a 100º C, 1,8; a 77º C, 6,7; a 24º C
126 y a 7º C 376. Algunos microorganismos también contribuyen a la desaparición
del nitrito al utilizarlo como aceptor de hidrógeno.
Las levaduras (Wickerham, 1957) y
las bacterias (Pivnick, datos sin publicar) pueden llevar a cabo esta operación
en las carnes curadas envasadas al vacío en plásticos impermeables al oxígeno;
el desarrollo de ciertas bacterias reductoras del nitrito persiste en este
ecosistema hasta que se agota todo el nitrito.
En la carne curada enlatada el
nitrato sirve de aceptor de hidrógeno de las bacterias aerobias,por ejemplo
Bacillus spp y micrococos; generalmente en ausencia de aquél no se multiplican.
La reducción microbiana del nitrato o del nitrito a N2O y N2 puede producir
abombamiento (Eddy e Ingram, 1956).
Los principales agentes del curado
y adyuvantes que afectan al aroma son la sal, el azúcar, el humo y el nitrito.
El azúcar se utiliza en bastante cantidad en ciertos tipos de bacon y jamones
pero su contribución al aroma en otros productos es todavía objeto de
controversia; el humo, como aromatizante, se estudiará más tarde. El nitrito
reacciona con los componentes de la carne, especialmente de la de cerdo,
modificando su aroma y este aroma modificado se acepta más que el de la carne
de cerdo curada exclusivamente con sal (Barnett y col., 1965; Mottrant y
Rhodes, 1973). La concentración óptima oscila
entre 15 y 150 ppm de nitrito,dependiendo del producto. Se desconoce el
fundamento químico del aroma del curado a pesar de las numerosas
investigaciones realizadas, pero se ha sostenido la hipótesis de que parte del
aroma a curado se debe a la ausencia de productos de la degradación oxidativa
de los lípidos insaturados, por ejemplo hexanal y aldehido valérico. La sal y
el hierro aceleran la oxidación y ésta es más rápida en la carne de cerdo que
en la de bóvidos ya que posee más lípidos insaturados que la última (Wilson y
col., 1976).
El nitrito retarda la velocidad de
la oxidación; por lo tanto la diferencia entre la carne con y sin nitrito
estriba en que en la primera la oxidación de los lípidos es menor (Cross y
Ziegler, 1965 ;Cho y Bratzler, 1970; Mottram y Rhodes, 1973; Wasserman, 1973;
Hadden y col., 1975). Se han hecho algunos trabajos (Simon y col., 1972) con
salchichas frankfurt de cerdo y de vacuno elaboradas con y sin nitrito que
apoyan esta afirmación: las fabricadas con carne de cerdo sin nitrito o con
niveles de nitrito bajos fueron organolépticamente menos aceptables que las de
vacuno .Las especias y el ahumado pueden mejorar la aceptación organoléptica de
los productos elaborados sin nitrito (MacNeil y Mast; 1973;Wasserman, 1973).
En la carne que ha sido tratada por
el calor y refrigerada (Wilson y col., 1976; Sato y Hegarty, 1971) se ha
observado un defecto conocido como "aroma a sobrecalentado"
("warmed over" flavor (WOF)). Se debe al aumento, favorecido por el
hierro, de los lípidos oxidados tales como heptanal,n-nona-3,6-dienal y otros
compuestos semejantes (Ruenger y col., 1978). El nitrito previene o disminuye
la producción de WOF, defecto qúe también se evita al producirse antioxidantes
durante un calentamiento intenso (por ejemplo; F0 = 17; Einerson y Reineccius,
1977), o adicionando algunos antioxidantes, v. gr., hidroxianisol butilado
(BHA), hidroxitolueno butilado (BHT) y galato de propilo. Todo ello está en
favor de la hipótesis de que el aroma a curado se debe, al menos en parte, a la
inhibición de la oxidación de los lípidos.
La adición de nitrito a la carne
transforma los pigmentos cárnicos, en especial la mioglobina y en menor
extensión la hemoglobina, en un pigmento rojo,insoluble en agua, la oxido
nitrico mioglobina. El calentamiento transforma este pigmento en otro rosa, el
nitrosil-hemocromo que se estabiliza con los ascorbatos. Los pigmentos de carne
curada pueden originarse por reacciones químicas, bioquímicas o enzimáticas,
dependiendo de que se caliente la mezcla carne-nitrito y del tiempo
transcurrido entre la adición de nitrito y el calentamiento (Móhier, 1973). La
reacción del curado la aceleran el pH bajo, las condiciones reductoras y las
temperaturas altas (Fox y Ackerman, 1968); en condiciones óptimas la adición de
15 ppm de nitrito sódico produce el máximo color en los productos picados y
emulsionados y unas 50 ppm dan el máximo color al bacon de los flancos.
Estas concentraciones de nitrito
tienen escaso o ningún efecto antibacteriano; las bacterias no ejercen otro
papel fundamental en la producción del color salvo reducir el nitrato a nitrito
y en ciertos productos bajar el Eh y el pH. El Eh desciende también bajo la
acción del calentamiento y del ascorbato y el pH bajo el efecto de la glucono-d-lactona
y del pirofosfato ácido de sodio. La reacción principal parece ser la
formación de un intermediario nitroso reductor entre el nitrito y los diversos
agentes reductores y la escisión del intermediario para liberar óxido nítrico.
Entonces el óxido nítrico producido reemplaza al agua unida al hierro en la
porción hemo de la mioglobina o hemoglobina.
En la carne hay muchas reacciones
que compiten por los ascorbatos. Los ascorbatos tienen interés como
aceleradores del desarrollo y estabilizadores del pigmento de la carne curada.
Influyen además en la actividad anticlostridial del nitrato en las carnes
pasteurizadas enlatadas, cuyo efecto aumenta si existe una proporción adecuada
de ascorbato (Schack y Taylor, 1963; Tompkin y col., 1 978a,b,d) o disminuye
cuando su concentración es excesiva (Tompkin y col., 1979b).
Sus principales efectos
beneficiosos en las interacciones quimicas que tienen lugar en las carnes
curadas son: (1) como agentes reductores y (2) como quelantes (Tompkin y col.,
1978e). Los ascorbatos como agentes reductores actúan como consumidores de
oxígeno; disminuyen el Eh; participan en la reducción de la metamioglobina a
mioglobina; reaccionan con el nitrito para aumentar la producción de óxido
nítrico que reacciona entonces con la mioglobina para dar óxido nítrico
rnioglobina. Los ascorbatos secuestran a
prooxidantes tan activos como el cobre y el hierro; la quelación del hierro
puede ser una de las razones por las que aumenta la actividad antibotulínica
del nitrito (Schack y Taylor, 1963; Tompkin y col., 1978a,b, 1979a).
i. RADIACIONES
IONIZANTES EN ALIMENTOS
Entre el conjunto de radiaciones
potencialmente utilizables para su aplicación en los alimentos (Proctor y
Goldblith, 1951), es necesario distinguir dos categorías diferentes. La primera, es la radiación de
frecuencia relativamente baja y de longitud de onda más larga que la de la luz
visible, aproximadamente de 107 a 1010 Hz* (*Hz = Hertz,
1 Hz = 1 ciclo por segundo; frecuencia (en Hz) n longitud de onda (en metros) =
3 n 108 ), o sea,las que van desde la onda corta de la radio (10
megaciclos) pasando por la longitud de onda del radar, e inclúyendo los
infrarrojos aproximadamente 1012 - 1014 Hz. Estas radiaciones poseen un bajo
poder energético y por lo general su acción sobre las moléculas produce
frotamiento con elevación térmica.
A pesar de algunos trabajos en los
que se señala una acción específica sobre los microorganismos, la mayoría de
los publicados indican que los efectos letales para los mismos, sólo se debe a
dicho calentamiento,por lo que no se toman en consideración en este lugar.
En la segunda categoría, están las
radiaciones de longitud de onda más corta que las de la luz visible, con
frecuencias de aproximadamente 1015 Hz o más, las cuales poseen el
suficiente poder energético para excitar o modificar las moléculas orgánicas y
por tanto son capaces de desarrollar una acción letal específica. Las
radiaciones de más baja frecuencia y energía, en la zona ultravioleta (UV) del
espectro, sólo son capaces de excitar a las moléculas y son las que se van a
estudiar en este capítulo. Aquellas otras de más alta frecuencia, desde 1018
Hz y más, tienen la suficiente energía para romper las moléculas en partes con
cargas distintas llamadas iones y a estas radiaciones se les llama “Ionizantes”
La zona UV del espectro se extiende
por debajo de la longitud de onda de 450 nm. La longitud de onda más eficaz
para la destrucción de microorganismos está alrededor de 260 nm. con un cuanto
de energía aproximadamente de 4,9 electrón voltios (eV). Longitudes de onda
inferiores a 200 nm. no son eficaces porque se absorben muy rápidamente por el
oxígeno atmosférico. Las longitudes de onda desde 360 a 450 nm. se les suele
llamar "onda larga ultravioleta", "luz negra" o
"ultravioleta próxima". Se utilizan frecuentemente para producir
fluorescencia, así por ejemplo, para demostrar la presencia de pigmentos de
Pseudomonas en huevos, mediante lámparas ultravioletas. Estas ondas atraviesan
fácilmente el cristal y tienen efectos limitados sobre los microorganismos
(Thomas, 1977).
Las radiaciones ultravioletas se
encuentran en algunas fuentes luminosas de temperatura alta por ejemplo, en la
luz solar o en lámparas de arco voltaico), y en ciertos tubos fluorescentes. En
la práctica, la fuente habitual de UV es la lámpara de vapor de mercurio de
baja presión, que emite varias longitudes de onda específicas, algunas de luz
visible, pero alrededor del 80 % del total, es emisión UV a 254 nm., la cual
tiene sólo el 85 % de la actividad biológica que correspondería a los 260 nm. Esta lámpara debe estar construida
con un cristal especial que absorba las radiaciones por debajo de 200 nm. las
cuales, si son absorbidas por el oxígeno atmosférico, producen ozono, lo que no
es conveniente. Las lámparas de mercurio de alta presión que se utilizan para
la iluminación, tienen poco poder germicida. Están empezando a utilizarse
ahora, las lámparas laser activadas, de mucho más rendimiento.
La intensidad de irradiación*
(*irradiación es el proceso por el que se aplica energía radiante sobre un
objeto, tal como un alimento), se mide por la energía absorbida por la unidad
de superficie, generalmente en ergs/seg µW/cm2 (107
ergs/srg = 1 vatio). Una lámpara de vapor de mercurio a baja presión de
50-vatios proporciona una intensidad efectiva de aproximadamente 100 µW/cm2
a una distancia de 1 m.
La "dosis" de irradiación
absorbida se mide por la energía total (o sea, que con una intensidad dada, el
producto del tiempo por la intensidad, como se ha definido más arriba)
expresada como ergios o µW seg/cm2. Las dosis utilizadas contra los
microorganismos, por encima de 105 µW por seg., representan
cantidades de energía demasiado pequeñas para producir una elevación
significativa de la temperatura (4.2 · l07 ergs = 1 caloría). Debido a su bajo cuanto de energía,
la irradiación UV es totalmente absorbida por las moléculas expuestas. La
molécula se excita por la energía absorbida y puede suceder entonces que se
produzcan reacciones anormales que provoquen su destrucción, con posibles
efectos letales sobre los gérmenes. Existe una absorción marcadamente
preferente por determinadas sustancias, como por ejemplo, por los ácidos
nucleicos.
La longitud de onda con efectos más
letales, alrededor de los 260 nm., es la que en su mayoría se absorbe por las
bases de los ácidos nucleicos y existen numerosos datos que indican igualmente
que los ácidos nucleicos son el blanco principal de la radiación UV. Sin embargo, por lo que se refiere
a los alimentos, es igualmente absorbida al instante por varias sustancias de
importancia. Ya se ha señalado la absorción por el oxígeno de las longitudes de
onda más cortas. La absorción por el agua está en razón de su transparencia, en
el agua pura, la intensidad de absorción se reduce aproximadamente dos tercios
por cada 5 cm. de profundidad, pero en agua de río, se absorben dos tercios de
energía solamente en 1 cm. de profundidad.
Su actividad se ve también afectada
por determinados iones, como por ejemplo, Fe+++. Proteínas y bases
también absorben la radiación UV de manera importante, así que en la leche, por
ejemplo, una capa de aproximadamente 0,1 mm. de espesor es capaz de absorber el
90 % de la energía incidente. La absorción es aproximadamente proporcional a la
concentración de las sustancias citadas, aunque puede decirse que la
penetración es siempre menor en los alimentos sólidos.
Puesto que la penetración de la
radiación UV es pequeña en los líquidos e insignificante en los alimentos
sólidos, su principal aprovechamiento reside en la destrucción de microorganismos
suspendidos en el aire o que se encuentren sobre las superficies. Sin embargo,
los gérmenes pueden ser también resistentes si se encuentran cubiertos por
capas de sustancias protectoras, tales como aerosoles o sobre superficies
húmedas o de alimentos grasientos.
La intensidad de radiación de
distintas longitudes de onda, se puede medir por métodos físicos, pero no se
conoce un método sencillo para determinar la dosis efectiva, la cual se debe
apreciar teniendo en cuenta el tiempo y la distancia de una determinada
lámpara. Son confusos los intentos para medir directamente los efectos sobre
los microorganismos, debido a la gran influencia de los factores extrínsecos e
intrínsecos.
Cuando una población uniforme de
células microbianas, esporos, o conidios se irradia a una intensidad constante,
el número de supervivientes disminuye exponencialmente con el tiempo (o sea,
con la dosis total de la radiación aplicada). De aquí se deduce que conviene
expresar la resistencia de una especie de microorganismos, como la dosis
necesaria para reducir el número de supervivientes a un décimo (esto es, 90 %
de letalidad), una cantidad que es virtualmente independiente del número
absoluto de microorganismos implicados y de la clase de dosis.
Esta cantidad, como sucede en situación
semejante con el tratamiento por el calor, se la puede llamar valor D o
"dosis de reducción decimal", Valores D específicos son: Serratia
marcescens, 1500 µW seg; Escherichia coli, 2000 µW seg; esporos de Bacillus
mesentertcus, 10.000 µW seg.
Para establecer cada valor D con la
radiación UV, se necesita mucho más cuidado que con las radiaciones ionizantes,
hay que tener en cuenta la absorción de la radiación por el medio, como se ha
indicado anteriormente. El valor D depende también de la fisiología y otras
características específicas de las células.
Existe una falta de información
precisa sobre la susceptibilidad de las diferentes especies microbianas a la
radiación UV. Diferentes cepas de una misma especie pueden tener una
resistencia distinta, y la comparación de los datos obtenidos por técnicos
diferentes, dan lugar a errores, por haber trabajado con condiciones de
irradiación no superponibles, distinta edad de los microorganismos, etc.
Consecuentemente, existen discrepancias manifiestas en la literatura
disponible.
Hablando de una manera amplia, se
ha afirmado que los bacilos no esporulados gram-negativos son los que se
destruyen más facilemtne con la radiación UV; los estafilococos y los
estreptococos necesitan una dosis aproximadamente cinco veces mayor; los
esporos bacterianos alrededor de 10 veces; las esporas de los hongos (sin agua)
alrededor de 50 veces, y los virus todavía más (Sykes, 1958). La mayoría de las
bacterias gram positivas y los esporos son menos resistentes que lo señalado en
estas indicaciones de tipo general.
No obstante, en términos amplios,
el orden de resistencia a la radiación UV entre las bacterias, guarda cierta
semejanza con el que presentan a las radiaciones ionizantes. Esto es bastante
diferente en otras agrupaciones más heterogéneas; así las levaduras son
aproximadamente tan resistentes como las bacterias a la radiación UV, mientras
que los hongos lo son todavía mucho más;con las radiaciones ionizantes sucede
todo lo contrario.
La radiación UV de la clase e
intensidad descritas aquí, durante su utilización práctica, posee un peligro
inmediato para los obreros, para su piel y especialmente para sus ojos. Son
esenciales los exámenes periódicos y/o las limitaciones en el tiempo de
exposición. Mientras que se ha divulgado mucho aquéllo que se refiere a los
efectos mutagénicos de las radiaciones ionizantes, poco se ha dicho sobre el
peligro de tales mutaciones cuando se utillízan radiaciones UV, quizás se debe
a que una larga experiencia sin precauciones especiales, y sin efectos nocivos,
ha demostrado que el riesgo es insignificante.
Si la lámpara ultravioleta produce
una emisión por debajo de 200 mn., existe la posibilidad de que se produzca
ozono, el cual, favorece además la oxidación de las grasas, siendo tóxico para
el hombre en concentraciones no detectables aún por su olor.
El mayor valor
del tratamiento con radiaciones UV se encuentra en el saneamiento del aire, por
lo que se utiliza ampliamente con ese objeto. También puede aplicarse para
esterilizar superficies de alimentos o para el equipo de los manipuladores de
alimentos. En los
laboratorios de microbiología de los alimentos, las lámparas ultravioleta se
utilizan para esterilizar el aire en aquéllas zonas que contienen cultivo,este
uso puede tener un valor especial, cuando las condiciones industriales producen
atmósferas fuertemente contaminadas. Igualmente, la luz UV puede servir para
controlar en las panaderías el crecimiento sobre el pan de las esporas de los
hongos, o para el control de la propagación de los microorganismos en la
superficie, pero no en el interior, de los pasteles de crema. En jarabes de
azúcar concentrados contenidos en depósitos grandes, por otro lado
microbiológicamente estables, la condensación en la zona superior tiende a que
la concentración de azúcar se diluya y sea menor en la superficie del jarabe,
lo que permite en la misma, el crecimiento de los hongos que se encuentran en
el aire. Esto se puede prevenir instalando lámparas UV sobre la zona superior
de los depósitos.
Debido a la
limitada penetración de la radiación UV, los líquidos se deben exponer en capas
delgadas para facilitar su absorción. Aunque en principio, la luz UV es
excelente para el tratamiento del agua, la necesidad de exponerla solamente en
capas no mayores de 1 cm. de grosor, da lugar a que el equipo sea complejo y
costoso, teniéndose además que clarificar primero el agua. Para destruir
una cifra importante de microorganismos, se necesitan tiempos de exposición
relativamente largos, así que el rendimiento es bajo. Estas limitaciones hacen
este procedimiento menos práctico que la cloración. Para el tratamiento de la
leche se necesita exponerla en capas muy finas bajo la fuente de irradiación,
haciendo que el control sea difícil y el rendimiento muy bajo. Este tratamiento
facilita la oxidación de la grasa y la formación de olores anormales. Por ésto,
aunque en condiciones apropiadas se puede reducir el número de bacterias en 90
– 99 %, el procedimiento no tiene valor práctico. La irradiación
ultravioleta puede efectivamente destruir los microorganismos de una
superficie, por sólo si la superficie previamente se ha limpiado bien y si ha
sido sometida a la exposición un tiempo suficiente. Es normal, que sólo estas
superficies irradiadas directamente así, se sanean, porque incluso el cristal
corriente es relativamente opaco a las longitudes de onda germicidas. La
irradiación ultravioleta se puede utilizar para esterilizar envases donde otros
métodos como el calor, no se pueden aplicar.
Generalmente
los envases deben estar abiertos para permitir que penetre la irradiación, como
por ejempío, en el tratamiento del material utilizado para los envases de
llenado aséptico de la leche uperizada (UHT). Sólo si el material es
transparente para la radiación UV como por ejemplo, algunas bolsas de plástico
delgado, se puede tratar el interior sin abrir el envase. El azúcar utilizado
en las conservas puede contener esporos termófios, los cuales son difíciles de
destruir, excepto por radiaciones UV. Aproximadamente
10 esporos de Bacillus stearotermophilus por gramo de azúcar se pueden destruir
con una exposición de unos 30 minutos, actuando sobre capas de azucar de 4 mm.
de espesor, esta penetración quizás esté ayudada por reflexiones múltiples de
las superficies de los cristales. El tiempo de
exposición se puede acortar si la capa de azúcar se remueve, pero se alarga
mucho si el azúcar tiene terrones. El azúcar se altera poco por la luz UV. Otra
aplicación en la industria alimentaria, es en las cámaras de refrigeración
utilizadas para almacenamiento de la carne con objeto de impedir el crecimiento
de microorganismos en la superficie. La disminución de la contaminación
procedente del aire parece ser poco importante. Aunque la
energía que se aplica actualmente a la superficie de la carne es más bien baja,
y los microorganisznos son numerosos e íntimamente incrustados en ese substrato
protector, existen sin embargo datos frecuentes asegurando que su utilización
permite aumentar el tiempo de almacenamiento. Se puede decir de forma general,
que los microorganismos se ven afectados, solo cuando la exposición a la
radiación ultravioleta incide directamente sobre estas superficies sólidas. Sin
embargo, la producción de ozono o la reflexión de los rayos UV pueden tener un
efecto menor sobre los microorganismos que se encuentran sobre superficies no
directamente expuestas.
El problema a
resolver aquí, no obstante, no es la esterilización, sino más bien el frenado
de la multiplicación microbiana; en este caso la radiación se aplica de una
forma continuada. Con un microorganismo multiplicándose a razón de 10
escisiones en un periodo de 104 - 105 seg.
aproximadamente, y a una dosis de reducción decimal de 10 - 103 µW
seg. En efecto los
periodos de frenado son así más largos, los factores de crecimiento más bajos,
y el máximo de concentración celular más pequeño, incluso con intensidades de
irradiación tan bajas se consiguen estos efectos en la superficie de la carne
(Kaess y Weidemann, 1973). Por ejemplo, sometiendo carne que contiene
Pseudomonas causantes de alteración a irradiación UV, se reduce su factor de
crecimiento al 85 % aproximadamente, comparando con una carne testigo no
irradiada y utilizando una intensidad en la superficie de 2 µW/cm2 y
de 24 µW/cm2 para aproximadamente el 75 %. Para retrasar la
reproducción en la superficie de la carne de los hongos procedentes del aire,
es suficiente con una intensidad de 0,2 µW/cm2 e igualmente eficaz
para restringir la propagación de colonias bacterianas. Lo anterior se consigue
actuando a 0º C y en una atmósfera semisaturada [equilibrio de la humedad
relativa (EHR) 0,993]; con un EHR de 0,985 se redujo más el crecimiento. La apariencia
de mejoramiento fue mayor de lo que realmente se había conseguido, debido a que
la irradiación actuó eliminando sólo el crecimiento de la superficie de la
carne. Una intensidad de 2 µW/cm2 detuvo la formación de las hifas
de los hongos, y 24 µW/cm2 relegaron el crecimiento bacteriano a las
zonas capilares por debajo de la superficie de la carne. Las colonias formadas
fueron dificilmente visibles y muchas de las bacterias desarrolladas tenían
formas largas filamentosas.
El costado
"iluminado" de una canal situada a 2 m. de una lámpara sencilla de 25
vatios, puede absorber una intensidad aproximada de 0,2 µW/cm2,
dosis que puede ser significativa, e incluso se puede incrementar esta dosis si
la habitación tiene paredes con superficies reflectantes. La eliminación
de los olores de la alteración por la radiación UV puede engañar al comprador,
haciéndole creer que el alimento está fresco y en buenas condiciones. Este
efecto no podría conseguirse por la introducción, en su lugar, del ozono (Kaess
y Weidemann, 1973). La radiación
ultravioleta es inadecuada para su utilización en ciertos alimentos ricos en
grasas, especialmente grasas insaturadas, puesto que acelera enormemente la
formación de olores a rancio debido a su fuerte acción catalítica sobre la
oxidación de los lípidos (manteca expuesta a la luz del sol).
Por ésto, debe
restringirse su utilización con productos lácteos, y es mucho más eficaz en las
cámaras de refrigeración, para tratar carne de cordero o de vaca que para la de
cerdo. La radiación UV produce daños en verduras, formando manchas decoloradas
en las hojas. Existen
algunos datos que afirman que la radiación UV tiene menos efecto sobre
microorganismos en substrato seco que sobre aquéllos que se encuentran en medio
húmedo, pero experiencias efectuadas con microorganismos suspendidos en el aire
a diferentes humedades relativas, puede que no hayan tomado en cuenta los
efectos "clumping", existiendo por ésto, gran discrepancia en el
asunto. Se ha señalado que la resistencia en "seco es mas de diez veces
superior, comparada con la de atmósferas húmedas, y existen informes sobre un
cambio relativamente repentino en la resistencia con humedades relativas
cercanas al 60 %. No se conoce información en este caso sobre lo que afecta a
los alimentos. La
temperatura, dentro de la escala normal de 0ºC a 40ºC, apenas tiene efecto
sobre la sensibilidad para las radiaciones UV. Microorganismos expuestos a la
radiación UV se muestran después más sensibles al calor y viceversa, como
ocurre también con las radiaciones ionizantes. Los efectos letales de la
radiación UV, a diferencia de los de la radiación ionizante, no se incrementan
mucho con la presencia de oxígeno.
Como la
radiación ionizante, la ultravioleta, inhibe la división celular antes de que
alcancen el tamaño adecuado; por ésto, las dosis subletales dan lugar a la
formación de células filamentosas, las cuales más tarde o reanudan la división
celular normal o mueren. Las condiciones que se presentan después de la
irradiación tienen una gran influencia en la recuperación de las células
irradiadas. Aunque el tema
es extenso, poco ha sido lo que se ha encontrado importante para su aplicación
en los alimentos; lo más digno de tenerse en cuenta son los efectos
revitalizadores de la luz visible ("fotorreactivación") y las
indicaciones de que la recuperación de la facultad de crecer tiene lugar mejor
en medios sencillos y a temperaturas por debajo de las consideradas como
óptimas. Existe además,
otro tipo de radiación ionizante que se caracteriza por poseer un alto
contenido de energía, gran poder de penetración, y acción letal debida a su
liberación a nivel celular. Hasta hace poco, las aplicaciones principales de la
radiación ionizante han sido en el campo de la medicina, en técnica industrial
y como procedimiento para estudios genéticos, así como la función y estructura
de los microrganismos. La aplicación práctica de la radiación ionizante para
destruir microorganismos en productos comerciales (principalmente
farmaceuticos) solo se ha desarrollado en las últimas dos décadas. La letalidad para los
microorganismos de las radiaciones "alfa", ß, "gamma" y de
los rayos X se conocía ya a principios de siglo. Con la excepción de los rayos
X, los métodos para la producción de radiaciones ionizantes de una forma
económica y controlada y teniendo la intensidad precisa para poderlas utilizar
en la industria en gran escala, no estuvieron a punto hasta después de la
Segunda Guerra Mundial, cuando los intensos estudios sobre la fisión atómica
para fines militares, tuvieron como resultado una más amplia y clara
comprensión de las fuentes y de los orígenes de la radiación ionizante, además
de una gran acumulación de conocimiento técnico en este campo.
La atención pública se concentró en
los usos pacíficos de la energía atómica, y trabajos sobre la conservación de
los alimentos por este procedimiento, se iniciaron en varios países durante la
pasada década del 50 y han continuado desde entonces con intensidad variable.
Inicialinente, sólo se interesaron los pocos países que poseían tecnología
atómica, como Estados Unidos, el primero en este campo, pero en los últimos
años, el interés sobre la irradiación de alimentos se ha extendido a muchos
otros países.
Los primeros trabajos establecieron
claramente la utilidad en potencia de la irradiación como un procedimiento de
conservación de los alimentos e indicaron desde un punto de vista práctico, que
los dos mejores métodos utilizables, serían un dispositivo-generador de
electrones (radiación ß) y las radiaciones y originadas en la desintegración de
isótopos radiactivos (como el 60Co) formado como un subproducto en
el funcionamiento del reactor. Durante la década de 1960 algunos
Gobiernos permitieron la utilización de la radiación ionizante para tratar un
número limitado de alimentos. Posteriormente, esta autorización fue anulada en
Estados Unidos, debido a que los trabajos de experimentación, indicaron que la
irradiación podría inducir a la formación de compuestos potencialmente
mutagénicos, teratogénicos, o cancerígenos, en determinados alimentos.
Investigadores de varios países,
están estudiando la inocuidad de diversos alimentos irradiados en experiencias
con animales, por tests de mutagenicidad sobre células y de teratogenicidad
(mutaciones letales) con extracto del producto. Por el momento, los resultados confirman
la inocuidad del procedimiento, y parece probable que la irradiación podría
aprobarse de nuevo como un método de tratamiento de los alimentos. La literatura de los efectos de la
radiación ionizante sobre los microorganismos es amplia y en este capítulo solo
pretendemos el estudio de aquéllos hechos importantes para el microbiólogo y
que se refieran a los productos alimenticios.
La radiación ionizante presenta
algunas ventajas en comparación con otros procedimientos en lo que se relaciona
con la destrucción de bacterias en los alimentos:
1. Es altamente letal, pero la
dosis puede ajustarse para producir efectos pasteurizantes o esterilizantes.
2. A niveles bajos (< 0,5 Mrad),
no produce cambios organolépticos detectables en el producto.
3. Incluso con dosis altas (> 1
Mrad) son pequenos los cambios químicos totales producidos en el alimento.
4. No deja residuos que no
pertenezcan al alimento.
5. Se produce muy poco calor, por
lo que los productos crudos mantienen las características del alimento fresco,
pudiéndose incluso tratar los alimentos previamente congelados.
6. La penetración de la radiación
es instantánea, uniforme y profunda, permitiendo un control preciso del
procedimiento (en contraste con el calor).
Existen no obstante ciertos
inconvenientes:
1. Normalmente no son inactivados
los enzimas cuando se utilizan dosis bactericidas, por lo que pueden permanecer
activos en los alimentos durante el almacenamiento.
2. Los cambios químicos, aunque
pequeños en su totalidad, pueden dar lugar a alteraciones organolépticas
inaceptables en ciertos alimentos sensibles o en alimentos que se han sometido
a dosis altas. Estos cambios se asocian generalmente con la presencia de
radicales libres, los que a su vez pueden actuar también como un factor
bactericida secundario.
3. Algunos estudios han sugerido
que la irradiación de alimentos puede inducir a la formación de factores
mutagénicos, teratogénicos, cancerígenos o simplemente tóxicos, aunque juicios
recientes y autorizados, sugieren que tales afirmaciones eran muy infundadas
(Comité de Expertos FAO/OIEA/OMS, 1977).
4. Las dosis utilizadas para
destruir microorganismos son varias veces superiores que las precisas para
matar a un hombre y por lo tanto deben tomarse medidas de seguridad muy
estrictas para proteger a los obreros y a los manipuladores de alimentos. Esto
obliga a utilizar una fuerte protección alrededor de la fuente radiactiva y a
controlar continuamente al personal y a la zona de trabajo.
La radiación a los niveles de
energía utilizados para los alimentos (< 2 MeV) no producen radiactividad
inducida.
Sin embargo, puede producirse
radiactividad inducida con radiaciones de alta energía que pasen de 10 MeV, lo
que resulta impropio para el tratamiento de alimentos. Las radiaciones
ionizantes se caracterizan por atravesar instantaneamente la materia estando en
relación este dato con la clase de radiación y la densidad del material a
tratar. Para una energía determinada, la radiación gamma es mucho más
penetrante que los electrones. La radiación ß con energía de 3 MeV tiene una
capacidad de penetración en el agua de 1 cm aproximadamente y se comporta de
forma semejante en alimentos líquidos o sólidos de una densidad similar,
mientras que la radiación y con energía de 1,1 MeV procedente del 60Co
penetra en un alimento alrededor de 20 cm pero sin embargo la frena una plancha
de plomo de parecido grosor.
Con ambas clases de irradiación,
simultáneamente, es posible conseguir una absorción lo suficientemente uniforme
para que llegue a todos los puntos de un alimento que sea aproximadamente el
doble de grueso. Además, estableciendo una "geometría" adecuada y
normalizando las formas, la distribución de la dosis por todas las partes del
alimento puede llegar a ser casi uniforme. Cuando el daño molecular tiene lugar
en una parte vital de una célula viva, esta célula muere, y existe una gran
evidencia que indica que ocurre esto en la alteración del núcleo o el material
nuclear. En una pequeña proporción de casos la alteración da lugar a una
mutación. Los organismos mayores mueren con
dosis de radiación ionizante mucho más pequeñas, por tanto, cuando se utilizan
dosis de 100 Krad con objeto de destruir bacterias, la radiación debe actuar de
forma que no pueda llegar hasta los operarios.
La dosis se mide normalmente
mediante dosímetros, mientras que la fuente se regula con monitores en cámaras
de ionización modificadas. Los dosímetros que se utilizan más corrientemente
son cristal de cobalto, sulfato ferroso, o sulfato ceroso. El cristal de
cobalto cambia de color proporcionalmente a la dosis que recibe. Las sales
ferrosas y cerosas son oxidadas a sales férricas o céricas como resultado de la
interacción con radicales hidroxílicos producidos por la radiación del agua. En un paquete con alimentos
expuesto a una fuente de radiación ionizante, la distribución de la dosis no
puede ser uniforme. Se encuentra comunmente unas variaciones entre 100 y 125 %
y esto se debe conocer anticipadamente para calcular el tratamiento a que
tienen que someterse los alimentos. El cálculo de la dosis letal para los
microorganismos está en relación con el número de supervivientes y los cálculos
matemáticos son en cierto modo similares a los utilizados en el tratamiento
térmico. La muerte de los microorganismos es
una consecuencia de la acción ionizante debida a la radiación de alta energía.
La mayoría de los estudios indican que una causa primordial de letalidad es la
alteración sufrida por el ADN microbiano, lo que da lugar a una pérdida de la
capacidad reproductora, pero la alteración de otras moléculas sensibles e
importantes (p.e. en las membranas) puede tener lugar también. Las dosis
letales para los microorganismos no inactivan a la mayoría de los enzimas, ni
tienen lugar cambios importantes en las proteínas y otras moléculas grandes.
Se forman radicales libres y otras
moléculas reactivas, particularmente en el agua, aunque no está claro hasta
donde llega la ionización primaria ("golpes directos") y hasta donde
los efectos secundarios como responsables de las alteraciones letales en los
microorganismos. En los alimentos irradiados, la alteración subletal puede
impedir la revitalización de ciertas bacterias. Los microorganismos difieren
mucho en lo que se relaciona con su sensibilidad a la irradiación.
En sentido general la muerte de
microorganismos de poblaciones expuestas a las radiaciones ionizantes es de
naturaleza logarítmica. Por tanto, si un cultivo o una suspensión de una cepa
pura de un microorganismo se expone a la acción constante de la irradiación
ionizante letal, una fracción constante de la población microbiana morirá a
intervalos de tiempo iguales, con independencia del número total. En la
práctica, esto significa, que un gráfico del logaritmo de los supervivientes
frente a las dosis, es una línea recta en casi toda su longitud. En algunos casos puede aparecer al
comienzo de la curva un pequeño "hombro". Esto puede deberse a
fenómenos no relacionados con la sensibilidad real a la irradiación de los
microorganismos, como puede ser la agrupación de células, o a que existen por
lo menos dos zonas sensibles en la célula, las cuales es necesario que se
inactiven antes de que dichas células pierdan su viabilidad.
Desde el punto de vista matemático,
la situación es semejante a la muerte producida por calentamiento, y el valor D
(tiempo de reducción decimal) concepto de los termobacteriológicos, se aplica
igualmente a la muerte por irradiación. El valor D, se define como la dosis
necesaria para reducir la población microbiana a una décima parte (log 10 1).
Luego un tratamiento 2D equivaldría a una dosis suficiente para reducir la
población microbiana a la centésima parte.
La resistencia de los
microorganismos a los efectos letales de la irradiación, aumenta en ausencia de
oxigeno, lo que sugiere que tienen importancia las reacciones de oxidación que
se originan como consecuencia de la irradiación. También aumenta la resistencia
de los microorganismos a la radiación ionizante en auséncia de agua. En substratos completamente deshidratados,
se requieren dosis 2 a 3 veces más altas para obtener efectos microbicidas
equivalentes a las precisas en substratos hidratados, ésto se debe a que se
aminora la ionización secundaria, así como también a los efectos de los
radicales libres que se citan más adelante. Congelando, con lo que
efectivamente se inmovilizan las moléculas de agua, se producen efectos
protectores similares, debidos posiblemente a la inmovilización de las
moléculas reactivas retenidas por la malla de cristales de hielo hasta que se
deshacen. Debe señalarse que el efecto es menor en los esporos, presumiblemente
debido al secuestro del agua en la estructura de los mismos.
El sustrato influye en la
sensibilldad a la irradiación. Por esto, pueden necesitarse dosis distintas
para conseguir efectos microbicidas semejantes en alimentos diferentes. Además,
los alimentos pueden producir condiciones anaeróbicas localizadas, incluso
cuando el oxígeno está presente en el exterior, y esto puede influir de una
forma importante en la resistencia a la irradiación.
La sensibilidad a la radiación de
los microorganismos difiere según las especies e incluso según las cepas,
aunque las diferencias de resistencias entre cepas de una misma especie son
generalmente lo suficientemente pequeñas para no tenerlas en cuenta a efectos
prácticos.
Las bacterias
gram-negativas, incluyendo los microorganismos causantes de alteración de los
alimentos (p.e. Pseudomonas) y las especies entéricas, incluyendo las patógenas
(p.e. Salmonella, Shigella), son generalmente más sensibles a la irradiación
que las bacterias gram-positivas. El estreptococo fecal es bastante resistente,
los esporos bacterianos son todavía más resistentes, y el Micrococcus
radiodurans es excepcionalmente resistente.
j. ÁCIDOS ORGÁNICOS
Los ácidos orgánicos y sus ésteres
se hallan muy difundidos en la naturaleza. Se encuentran con frecuencia en
frutas; por ejemplo, el ácido cítrico de los frutos cítricos, el ácido benzoico
en arándanos agrios y las ciruelas verdales, el ácido sorbico en la fruta del
fresno (Dukes, 1969; Chichester y Tanner, 1972). El ácido láctico se encuentra
en los tejidos animales; el galato de metilo en las hojas de diversos géneros
de plantas (Carlson y col., 1951) y en las especias se encuentran varios ácidos
orgánicos (Rargreaves y col., 1975).
Muchos de ellos constituyen
metabolitos intermediarios y productos finales del metabolismo microbiano y se
encuentran en grandes cantidades en muchos productos lácticos, cárnicos y
vegetales fermentados. Nuestros antepasados descubrieron que los cambios
deseables desarrollados sobre el aroma y la textura de estos productos y la
acidez provocada por la formación de ácidos orgánicos constituía un medio
valioso para retrasar o evitar la alteración proteolítica. Ello permitió
conservar almacenados muchos alimentos perecederos y hacer la dieta más
variada. Hoy en día muchos fabricantes
utilizan ciertos ácidos orgánicos para ayudar a la conservación de diversos
productos. Sin embargo, la concentración y el tipo de ácidos orgánicos
permitida son cuidadosamente controlados por los organismos gubernamentales
responsables de la Sanidad, y las concentraciones permitidas son generalmente
pequeñas, comparadas con las de los ácidos orgánicos en muchas frutas y
productos fermentados (FAO/WHO, 1973).
Por su solubilidad, sabor y baja
toxicidad los ácidos orgánicos de cadena corta, tales como el acético,
benzoico, cítrico, propiónico, y sórbico son muy utilizados como conservadores
o acidificantes.
Al considerar la posible
utilización como conservadores de otros ácidos orgánicos es conveniente
recordar que la actividad antimicrobiana de estos compuestos suele ser superior
a medida que se alarga la longitud de su cadena molecular. Sin embargo, los
ácidos alifáticos de más de diez u once átomos de carbono poseen muy poca
aplicación potencial debido a su muy baja solubilidad en agua. Los métodos de análisis de los
ácidos orgánicos en los alimentos se basan generalmente en una destilación en
corriente de vapor, o por solventes, seguido de una valoración del tipo y
proporción del ácido (o ácidos) en cuestión presentes en el destilado mediante
espectrofotometría o cromatografía. Los detalles de los métodos pueden
hallarse en la mayor parte de los libros de texto o tratados de análisis
químico, como por ejemplo los Métodos Oficiales de Análisis de la AOAC
(Horwitz, 1975). La actividad antimicrobiana de un ácido orgánico o su éster se
debe a las moléculas no disociadas de este compuesto (lngram y col., 1956;
Macris, 1975).
Algunos ácidos orgánicos en su
estado no disociado son muy solubles en las membranas celulares (Cramer y
Prestegard, 1977). Unicamente los ácidos orgánicos lipófilos muestran actividad
antimicrobiana. Según una hipótesis, estos compuestos inhiben el crecimiento de
los microorganismos, o los matan, por interferir con la permeabilidad de la
membrana celular al producir un desacoplamiento en el transporte de sustratos y
en la fosforilización oxidativa del sistema transportador de electrones. Los
ácidos orgánicos saturados, como el ácido sórbico y los ésteres del ácido
parahidroxihenzoico, también inhiben el sistema de transporte de electrones
(Freese y col., 1973).
Este fenómeno da lugar a la
acidificación del contenido celular, que es probablemente la principal causa de
la inhibición y muerte de los microorganismos. El pKa (pKa = al pH en el cual
el 50 % del ácido se halla no disociado) de los ácidos orgánicos empleados como
conservadores se halla en el rango de pH de 3,5. Al bajar el pH de un alimento,
aumenta la proporción de las moléculas no disociadas de un determinado ácido
orgánico, aumentando de esta forma su efectividad como agente antimicrobiano.
Estas consideraciones limitan la utilidad de los ácidos orgánicos a aquellos
alimentos de pH inferior a 5.5. Los ácidos orgánicos se utilizan principalmente
como agentes micostáticos. Sin embargo, a concentraciones
elevadas, resultan muy eficaces frente a diversos microorganismos (incluidos
los virus): por ejemplo, cuando sus concentraciones son superiores al 1% en
frutas y productos fermentados con microorganismos, o cuando se acidifica hasta
pHs de 4,0 o valores inferiores (Dakin, 1957). Los efectos observados en
cultivos mixtos o en alimentos almacenados en los que un microorganismo ejerce
un efecto sinérgico o antagónico sobre otro, se cree que, en muchos casos, se
debe a la formación "in situ" de ácidos orgánicos como productos
secundarios del crecimiento microbiano. La mayor parte de los ácidos
orgánicos son muy poco eficaces como inhibidores del crecimiento microbiano a
pHs de 5,5-5,8 en los que crecen la totalidad de las bacterias causantes de
toximfecciones y la mayor parte de las causantes de alteración. Constituyen una
excepción los ésteres del ácido paraludroxibenzoico, con un pKa = 8,5, que
muestran actividad antimicrobiana a pHs próximos a la neutralidad, y los ácidos
propiónico y sórbico que también poseen cierta actividad a pH = 6,0 ó 6,5
(Chichester y Tanner, 1972).
Existen muchas publicaciones en la
literatura científica y muchas patentes que atribuyen un espectro amplio de
actividad antimicrobiana a una gran variedad de ácidos orgánicos de cadena
recta ramificada, saturados o insaturados. Un cierto número de ácidos orgánicos
saturados de cadena más larga son muy eficaces como inhibidores, tanto de las
bacterias Gram positivas como Gram negativas, pero la actividad frente a las
gram-negatigas cae rapidamente en aquellos con más de ocho átomos de carbono
(Sheu y col., 1975).
La refrigeración aumenta la
actividad bactericida de los ácidos nonanoicos y decanoicos frente a Eschenchia
coli (Fay y Farias, 1976). Los ácidos grasos no saturados de cadena larga son
particularmente eficaces contra las células vegetativas de las bacterias
Gram-positivas y evitan también la germinación de los esporos de las especies
de Bacillus. Los cis-isomeros son más eficaces que los transisomeros y la
actividad de un compuesto con determinado tamaño molecular aumenta con el grado
de insaturación de la molécula (Kodicek, 1956). Por lo general, la utilización de
ácidos orgánicos es compatible con la de otros conservadores o sistemas de
conservación y de hecho muchas combinaciones poseen un efecto sinérgico. Por
ejemplo, muestran mayor eficacia como inhibidores microbianos a medida que
disminuye la temperatura de almacenamiento y mayor como microbicidas a medida
que la temperatura aumenta. (Goepfert y Hicks, 1969; Park y Marth, 1972).
Algunos ejemplos de combinaciones
sinérgicas son las siguientes: a) benzoato con anhidrido sulfuroso, anhidrido
carbónico, cloruro sódico o sacarosa (Rehin, 1960; Chichester y Tanner 1972);
b) propionato con anhidrido carbónico (Windsor y Thoma, 1974); c) sorbato con
sacarosa, cloruro sódico o con nisina y polifosfato (Gooding y col., 1955;
Ashworth y col., 1974); d) ácido lácfico con ácido acético (Rubin, 1978); e)
propionato con sorbato (contra los estafilococos, Preonas y col., 1969); y 1)
ácido benzoico y bórico contra los aspergrnus (Rehm, 1960).
Cuando se utilizan tales
combinaciones se precisan concentraciones inferiores de cada uno de los
componentes para obtener el mismo efecto protector. La eficacia de los ácidos
orgánicos como agentes antimicrobianos se mejora, generalmente, por los aniones
que interfieren con la disociación de la molécula de ácido. Determinados cationes pueden
también aumentar de una manera significativa la eficacia de los ácidos
orgánicos aumentando la solubilidad del ácido en la membrana de la célula
microbiana (Larsson y col., 1975). Algunos microorganismos parecen poseer un
sistema de transporte de ácidos orgánicos desde la célula, que es inducible y
funciona mediante un aporte energético, lo que permite su crecimiento en
presencia de elevadas concentraciones de ácidos (Warth, 1977).
La formación de peróxidos y otros
productos resultantes de la oxidación de los ácidos grasos puede aumentar la
eficacia antimicrobiana de ciertos ácidos grasos insaturados (Lamprecht y
Elliott, 1974; Tonge, 1964). Sin embargo, los ácidos orgánicos, al igual que la
mayor parte de inhibidores microbianos, suelen ser más eficaces en condiciones
anaeróbicas, que aeróbicas (B. Freame y S. Warren, 1976 comunicación personal).
Existen varias limitaciones al
valor como inhibidores microbianos de los ácidos orgánicos en los alimentos:
1. Suelen resultar ineficaces
cuando los niveles iniciales de microorganismos son elevados.
2. Muchos microorganismos utilizan
los ácidos orgánicos como fuente metabolizable de productos carbonados.
3. Existe una variabilidad
inherente en cuanto a la resistencia de determinadas cepas.
4. En determinadas condiciones de
utilización, pueden resultar seleccionados tipos de microorganismos resistentes
(Ingram, 1960;York y Vaugltn, 1954).
El ácido acético y sus sales son
muy eficaces como acidificantes y conservadores y son muy utilizados para estos
propósitos. Unicamente los Ácetobacter sp., algunas bacterias lácticas y
algunos mohos y levaduras muestran cierto grado de resistencia a este compuesto
(Dakin, 1957). La presencia de 1-2 % de ácido acético no disociado en carne,
pescado, o vegetales suele inhibir o matar todos los microorganismos presentes,
aunque, en condiciones normales de utilización, especialmente en malas
condiciones higiénicas, pueden sobrevivir los microorganismos más
acidotolerantes. Esta concentración de ácido puede
reducirse significativamente si se trata de productos refrigerados o con una
elevada concentración de sal o azucar (Beil y Etchells, 1952). El crecimiento de la mayor parte de
las bacterias causantes de toxiinfecciones y de las esporulantes, se inhibe con
concentraciones de 0,1 %, y el de los mohos micotoxigénicosa concentraciones de
0,3 %.
El ácido
benzoico se usa esencialmente como agente micostático. Muchas levaduras y mohos
se inhiben a concentraciones de 0,05 – 0,1% de ácido no disociado. Las
bacterias esporulantes y causantes de toxi-infecciones se inhiben generalmente
con concentraciones de 0,01-0,02 % pero la mayor parte de las bacterias
causantes de alteraciones son mucho más resistentes y no debe, por tanto,
confiarse en el ácido benzoico para la conservación de los alimentos capaces de
permitir el crecimiento bacteriano.
Los ácidos
cítrico y láctico, tienen por lo general, solamente una actividad
antimicrobiana moderada y excepto a bajos valores de pH, no resultan eficaces
como inhibidores. Sin embargo, una concentración de ácido cítrico no disociado
de 0,001 % inhibe el crecimiento de Staphylococcus aureus en condiciones
anaeróbicas (S. Warren, 1976, comunicación personal). Tanto el ácido cítrico
como el láctico parecen inhibir específicamente la formación de aflatoxinas y
sterigmatocystina (Reiss, 1976).
k. ANTIBIOTICOS
Y ALIMENTOS
Los antibióticos, producidos por
microorganismos o sintéticamente, inhiben a los microorganismos a grandes
diluciones. Los antibióticos como "medicamentos maravillosos" para
combatir las enfermedades del hombre y de los animales no se estudiarán aquí.
Durante cierto tiempo se emplearon en los alimentos para inhibir las bacterias
alterantes, pero por causas diversas que se estudiarán en este capítulo los organismos
encargados del control alimenticio prohiben ahora su adición a los alimentos.
Incluso los pequenos residuos existentes en los alimentos procedentes de los
animales tratados con antibióticos se consideran actualmente inaceptables.
Los microorganismos de los
alimentos pueden convertirse en antibiótico resistentes y colonizar el
intestino del hombre y de los animales; sus residuos pueden asimismo ejercer
una acción selectiva favoreciendo a la flora resistente ya existente en el
intestino; en estas condiciones los antibióticos empleados terapéuticamente
pueden resultar ineficaces.
Una de las más importantes razones
de la persistencia de bacterias resistentes es el empleo indiscriminado de
medicamentos antimicrobianos en el hombre y en el ganado (WHO, 1976). Los
microorganismos antibiótico resistentes carecen de interés en los alimentos
procesados térmicamente, debido a que, en general, hay que esperar que se
destruyan durante el tratamiento; sin embargo, pueden encontrarse en los
alimentos crudos y llevar a cabo la contaminación de otros alimentos. Como consecuencia del gran éxito
terapéutico de los antibióticos en las enfermedades bacterianas, era natural
que se ensayasen como conservadores frente al deterioro microbiano de los
alimentos. Estos ensayos se realizaron entre 1945 y 1960 y la mayoría de los
antibióticos se comprobaron en múltiples alimentos perecederos de todas las
formas imaginables.
A medida que fue aumentando el
miedo a los microorganismos antibióticoresistentes fue disminuyendo el empleo
de los antibióticos como conservadores de los alimentos. Además en las
industrias que procesaban carne de aves Ng y col (1957) y Walker y Ayres (1958)
observaron el desarrollo de bacterias resistentes a los antibióticos
corrientemente utilizados; se seleccionaron facilmente microorganismos
alterantes muy antibiótico-resistentes (Vaughn y col., 1960). Por lo tanto se
vio muy pronto que el empleo corriente de antibióticos como conservadores
alimenticios podía convertirlos en ineficaces debido a que se habían
seleccionado floras alterantes antibiótico-resistentes.
Los dos antibióticos más
importantes empleados en muchos países con fines conservadores alimenticios son
la natamicina y la nisina, ninguno de los cuales se utiliza en terapéutica. La
tilosina (un antibiótico macrólido), entre los antibióticos poco resistentes se
emplea todavía como aditivo de los piensos.
Este antibiótico ocupa una posición
intermedia ya que se utiliza algo, principalmente en Japón, como conservador
alimenticio (Amano y col., 1968). Su empleo al parecer, ha sido abandonado. La natamicina es un antibiótico
macrólido† originado por Streptomyces natalensis; su prmcipal efecto
es antifungico y su empleo está perrnitido en ciertos países (WHO, 1969, 1976).
In vitro inhibe el desarrollo de hongos productores de aflatoxinas en los
cacahuetes crudos triturados (Gelda y col., 1974). Ello constituye una ventaja
considerable, lo que para algunos expertos seria suficiente para superar
cualquier objeción acerca del empleo de este antibiótico en los alimentos.
Hay varias publicaciones sobre el
empleo de la natamicina para inhibir el desarrollo fúngico de los embutidos.
Por ejemplo, con concentraciones de natamicina de unas 1000 ppm se conservaron
bien, sin sufrir ataques fúngicos, embutidos holandeses. El antibiótico puede
aplicarse con salmuera, baños o en forma de "spray" y el embutido
puede incluirse en diferentes tipos de tripas.
Este tratamiento determinó una
concentración superficial de 2 ppm/cm2 que se consideró que no tenía
importancia toxicológica (Moerman, 1972). Probablemente la aplicación más
importante de la natamicina es para tratar la corteza del queso, tanto blando
como duro, mediante la sumersión de aquél en baños, o rociandolo con
suspensiones de 500 ppm de natamicina. El antibiótico puede detectarse en la
corteza; su penetración varía de acuerdo con el tipo de queso (Gripon y
Bergére, 1973). También se ha empleado la natamicina en las películas de
envolver queso; su efecto conservador se pierde si se aplica después de
desarrollado el micelio. Ciertos mohos, (p. ej. Áspergillus
flavus) producen enzimas en cantidad que inactivan la natamicina (*Natamicina
es el nombre internacional, no registrado, del antibiótico llamado antes
ricina. †Los antibióticos macrolidos contienen un anillo grande de
lactona, pocos dobles enlaces, ningún atomo de nitrógeno y en el anillo uno o
más restos azucarados.). La nisina es un antibiótico
originado por estirpes de la bacteria que normalmente corta la leche, el
Streptococcus lactis; se presenta naturalmente en la leche ácida y en el queso
de granja por lo que es muy posible que desde que se domesticaron las vacas se
hayan ingerido pequeñas cantidades de este antibiótico.
El empleo de la nisina como
conservador alimentario se ha estudiado con profundidad y se ha revisado la
mayoría de la bibliografía sobre el tema (Hurst, 1972; Jarvis y Morisetti,
1969). La nisina no se emplea ni en los piensos, ni en medicina humana o
veterinaria; los microorganismos que desarrollan resistencia frente a este
antibiótico se ignora si son resistentes a otros.
La nisina es un polipéptido que lo
inactivan fácilmente los enzimas proteolíticos a pH = 8, por lo que es
fácilmente digerido; estudios extensos realizados con ratas a las que se
suministró per os durante dos años hasta 8 mg/kg de peso no manifestaron
toxicidad alguna.
El empleo de la nisina como
conservador de alimentos "debería considerarse aceptable siendo la ingesta
media diaria incondicional de 0 – 33.000 U/Kg de peso" (WHO, 1969). (Hay
unos 40.000.000 de unidades por g de nisina pura; para la conservación de
alimentos se recomiendan de 100 a 400 unidades por gramo de alimento (ó 2,5 –
10 ppm). Actualmente se elabora nisina en la URSS, Polonia y Reino Unido
(Gudkov y col., 1973) y su empleo está permitido en unos 20 países. (Fowler y
McCann, 1972).
La nisina posee un pequeño espectro
antibacteriano afectando sólo a los gérmenes gram positivos. Puesto que las
bacterias gram negativas no son afectadas el empleo de la nisina como
conservador de alimentos no puede contrarresar a una mala higiene; su escaso
espectro antibacteriano y su estabilidad ácida determinan unas condiciones de
aplicación especiales. Sólo puede emplearse eficientemente cuando los
microorganismos alterantes nisina sensibles son prácticamente los únicos
presentes en el alimento. Este es el caso por ejemplo, de los clostridios que
originan hinchamiento en el queso suizo.
No obstante y por otras razones,
este proceso apenas se utiliza en la práctica; el antibiótico es también
termoestable especialmente en condiciones de acidez; de aquí que la nisina se
pueda emplear como adyuvante del tratamiento térmico. El calor aplicado puede
reducirse a sólo el necesario para destruir Clostridium botulinum que es el
anaerobio esporulado más nisin-resistentes. Este menor tratamiento térmico
mejora la calidad del producto alimenticio; además estos productos presentan
mejores condiciones de almacenamiento, especialmente a temperaturas ambientales
altas. En el proceso combinado calor-nisina, esta evita el desarrollo de las
esporas que sobreviven al tratamiento térmico. Sin embargo a las
concentraciones corrientemente utilizadas, 100 U/g, la nisina no parece que sea
esporicida; por lo tanto, el proceso debe planificarse de forma que quede
suficiente cantidad de nisina después del tratamiento térmico y durante el
almacenamiento para asegurar la continúa inhibición del crecimiento de las
esporas.
Cuando la legislación lo permite la
nisina no sólo se emplea para prevenir el abombamiento de los botes sino
también para conservar el queso procesado y el chocolate con leche. Otras
industrias alimenticias la emplean para conservar guisantes, alubias en salsa y
"capsuts".
La práctica corriente de incluir
antibióticos en la ración de los animales domésticos siguió a la publicación de
un trabajo de Stokstad y Jukes (1950) quienes observaron que la aureomicina
suministrada en dosis pequeñas aumentaba el ritmo de crecimiento. El aumento
consiguiente de la producción de alimentos suponía del 4 al 10 % dependiendo de
una serie de factores. El suministro de antibióticos ha permitido también el
desarrollo de unas condiciones de cría intensivas y superpobladas que
caracterizan a las modernas técnicas de explotación animal (Kiser y col.,
1961). Pronto se puso de manifiesto la
preocupación por el desarrollo de resistencia de la microflora de los animales
a los que se suministraban antibióticos. Jukes (1973) revisó el efecto de los
antibióticos 23 años después de su introducción casi rutinaria en los piensos y
no encontró pruebas de toxicidad ni para los animales domésticos ni para el
hombre. La ganancia en peso vivo atribuible a los bajos niveles de antibióticos
suministrados con el pienso durante periodos grandes de tiempo no ha variado.
No obstante, el aumento de la
incidencia de microorganismos antibiótico-resistentes ha causado preocupación.
La existencia de microbios resistentes se conoce desde el trabajo pionero de
Paul Erlich a comienzos de siglo; pensó que estas bacterias se convertían en
resistentes por una mutación cromosómica espontánea o por la selección, en
presencia del agente quimico terapéutico, de las bacterias resistentes ya
existentes en la población microbiana. La resistencia de tipo cromosómico es
específica de un grupo de antibióticos relacionados entre sí.
Un nuevo desarrollo en la historia
de la resistencia bacteriana fue el descubrimiento de los investigadores
japoneses de resistencia múltiple a fines de los arios 1950; las bacterias
pueden convertirse en resistentes simultáneamente a varios grupos de
antibióticos no relacionados entre sí (véanse las revisiones de Watanabe, 1963
y Falkow, 1975). La resistencia múltiple se adquiere por transferencia desde un
microorganismo resistente a otro sensible, de un elemento genético, llamado
plásmido; existe independientemente del cromosoma bacteriano y en un mismo
microorganismo puede haber uno o varios tipos diferentes de plásmidos. El
relacionado con la antibiótico – resistencia microbiana se ha llamado también
factor de resistencia (factor R) y la bacteria que lo posee suele de-nominarse
R+.
Los plásmidos, como los cromosomas,
se componen de moléculas de ácido desoxirribonucleico (DNA); los plásmidos R
más grandes representan el 1 – 2 % de la información genética total de las
bacterias. La transferencia puede tener lugar entre miembros de especies
distintas; por ello los factores R son especialmente importantes en las
enterobacterias en las que existe la posibilidad de que se transfiera
antibiótico resistencia de un Escherichia coli no patógeno a una Salmonella
patógena.
Todos los géneros de
enterobacterias pueden contener factores R. También poseen plásmidos de
resistencia las pseudomonas y los estafilococos y estreptococos. Es posible que
tal transferencia de factores R ocurra en condiciones naturales entre las
bacterias que pertenecen a la misma familia. Se admite ahora generalmente que
la mayoría de las "resistencias" de las bacterias de tipo salvaje se
deben a factores R y no son del tipo cromosómico. El concepto que de ello emerge es
el de un sistema ecológico común al hombre y animales. Los recientes trabajos
de Levy y col., (1976a,b) confirman ampliamente estas sospechas. Los problemas
de transferencia de factores R de las bacterias patógenas a las inócuas y el
consiguiente miedo a que falle la terapéutica antibiótica humana, especialmente
en el caso de resistencia antibiótica múltiple ha llevado al establecimiento de
comisiones de encuesta.
Quizá las más importantes sean el
Comité Swabb (Anónimo, 1969) del Reino Unido y la Task Force de la
Administración de Alimentos y Medicamentos (departamento de Salud, Educación y
Bienestar de los EEUU. FDA., US. Department offlealth, Education and Welfare,
1972). En general ambas comisiones estudian el problema bajo los mismos puntos
de vista, pero las recomendaciones y la legislación de ambos países difieren
apreciablemente.
Ni el comité Swann, ni la Task
Force encontraron pruebas que demostrasen que los residuos de antibióticos de
los productos originados por animales que habían recibido con el pienso
cantidades subterapéuticas de antibióticos fuesen tóxicos para el consumidor.
Además tampoco pudieron comprobar que tales productos contribuyesen a las
reacciones alérgicas de personas que se hubieran sensibilizado previamente a
los mismos. De otra parte ambas comisiones se
mostraron preocupadas porque las formas antibiótico-resistentes de las
bacterias patógenas del hombre pudieran presentarse en los animales y de éstos
pasar a la especie humana. Un informe de la OMS (World Health Organizacion,
1973) hace énfasis en que los beneficios del suministro de concentraciones
bajas de antibióticos son demasiado grandes como para considerar su retirada
del empleo ganadero. No obstante, dado que los
antibióticos son indispensables para la terapéutica humana y animal, el citado
informe los ha ordenado de acuerdo con su mayor peligro.
Aquellos que presentan menos
peligro son adecuados para su utilización con el pienso, mientras los que
presentan gran riesgo no son aptos para este fin. A continuación se clasifican
los antibióticos empleados con fines terapéuticos, profilácticos o alimenticios
en orden creciente de peligrosidad respecto al desarrollo de resistencia
bacteriana:
1. Bacitracina, flavofosfolipo*
(*Este es el nombre no registrado de un antibiótico cuya denominación comercial
registrada es la de flavomicina), virgmiamicina.
2. Polimixina, furanos,
lincomicina, tilosina y macrólidos relacionados con ellos.
3. Eritromicina, espiramicina,
oleandomicina.
4. Penicilina, tetraciclinas.
5. Ampicilina, cefalosporinas.
6. Sulfonamidas, estreptomicina,
neomicina.
7. Cloranfenicol.
La Comunidad Económica Europea
(CEE) reconoció en la década de 1960 el riesgo de suministrar antibióticos que
pudieran seleccionar los microorganismos resistentes que albergan plásmidos y
desaconsejó el empleo como aditivos del pienso de tetraciclinas, estreptomicina
y antibióticos relacionados con ellas. Se prohibió el empleo de la penicilina
por el amplio uso que se hace de este antibiótico en medicina humana y animal.
En la CEE nunca se han utilizado con fines nutritivos el cloranfenicol,
polimixina, ampicilina, cefalosporinas, ni sulfamidas; sin embargo, algunas de
éstas siguen utilizandose como coccidiostático en avicultura. Continuan los
comentarios sobre si el empleo de los macrólidos, incluida la lincomicina,
debería prohibirse en terapéutica animal y en los piensos; algunos antibióticos
pueden excluirse de su empleo animal.
Varias investigaciones han
demostrado que en las personas sanas hay una alta incidencia de E. coli R+.
Datta (1969) encontró positivas el 52 % de muestras fecales; Moorhouse (1969)
vio que el 71 % de muestras de niños sanos menores de 2 años eran positivas.
Hasta el 10 % de los E. coli aislados de aguas cloacales en el Reino Unido eran
R+ (Smith, 1971).
Encuestas para investigar la
presencia de organismos con resistencia múltiple (p. ej., Salmonella) en paises
en los que rara vez se practica la adición de antibióticos a los piensos, si es
que alguna vez se llevó a cabo, demostraron también la presencia natural de
tales microbios (por ejemplo, Lafalx y col., 1969 en Senegal). Al compara el
contenido intestinal de E. coli R+ de los carnívoros y vegetarianos,
no se encontraron diferencias entre ambos grupos (Guinée y col., 1970).
Muchas personas que nunca se han
tratado con antibióticos poseen Escherichia Coli aparentemente estable
(Anderson y col., 1973). Anderson y col., (1975) senalaron que los plásmidos
autotransferibles aislados de las enterobacterias del hombre y de los animales
presentaban DNA con una gran homología, demostrando que estos plásmidos eran
identicos en todos sus aspectos importantes.
l. ENVASES Y
ENVASADO DE LOS ALIMENTOS
El envasado preserva la calidad de
los alimentos y los protege de los daños que pudieran producirse durante el
almacenamiento, el transporte y la distribución. La protección ejercida puede
ser de tres tipos:
1. Química. El envasado puede
impedir el paso del vapor de agua, del oxígeno y de otros gases, o actuar de
forma selectiva, permitiendo sólo el pasó de algunos de los gases.
2. Física. El envasado puede
proteger de la luz, el polvo y la suciedad, de las pérdidas de peso y de los
daños mecanicos.
3. Biológica. El envasado puede
impedir el acceso al alimento de microorganismos e insectos, afectar el modo o
velocidad de la alteración, o la supervivencia y crecimiento de los gérmenes
patógenos que pudiera haber en el alimento.
Los envases pueden ser rígidos
(latas, papel, cartón, vidrio, plástico) o flexibles (plásticos, hoja de
aluminio). Los plásticos son cada vez más utilizados (Effenberger y Schotte,
1971; Briston, 1971, 1976). Mediante diversas combinaciones de materiales y
técnicas de procesado, es posible producir envases con cualquiera de las
propiedades funcionales que se consideren deseables.
Los componentes e impurezas de los
materiales de envasado y sus adhesivos, no deben poner en peligro la salud
humana (Bergner, 1962) ni reaccionar con el alimento o adulterarlo.
El material de envasado no debe
contener microorganismos patógenos que puedan introducir un riesgo para el
consumidor. Por ejemplo, la presencia de salmonellas en un material de envasado
que vaya a usarse para un plato precocinado y congelado, sería inaceptable. Sin embargo, no habría razón para
preocuparse excesivamente por la presencia de unos cuantos esporos de
Clotridium perfringens en el material utilizado para envasar especias
deshidratadas, porque de cualquier manera, es fácil que existan esos mismos
esporos en la misma especie. Tampoco debe el material de envasado introducir
cantidades importantes de microorganismos causantes de alteracion. Se ha desarrollado un procedimiento
que mediante un sencillo chorro de vapor, sirve para descontaminar los
recipientes empleados para cocer jamones (Lerche y col., 1957). Muchos países
imponen standards microbiológicos para controlar la contaminación superficial
de botellas y otros recipientes reutilizabIes (Cousins, 1976); una
contaminación superficial de sólo 10 microorganismos por 100 cm2
equivale a "muy limpio" (von Bockeimann, 1975).
En papel sin tratar, se ha podido
observar que predomina el género Bacillus y a veces los micrococos, a niveles
normalmente inferiores a los 200/gramos, aunque aveces se llega hasta 2800/g
(von Bockelmann y von Bockelmann, 1974); en otro estudio similar, se
encontraron mohos y levaduras a niveles de hasta 10 por 100 cm2 (Achtzehn,
1964). En Estados Unidos, el papel para
envasado de alimentos no debe sobrepasar los 250 organismos por gramo y los
recipientes y tapas para leche, no más de uno por cm2 (U .S.
Department of Health, Education and Welfare, 1966). Se ha propuesto un método
standard (Anónimo, 1974a) para la determinación del recuento de bacterias,
mohos, levaduras y gérmenes coliformes en materiales de envasado no
absorbentes.
Los niveles de bacterias en la
superficie de hojas de aluminio utilizadas para el envasado de alimentos, son
aun menores. Los tubos y películas de plástico suelen tener entre 1 y 20
microorganismos por cada 1000 cm2 y normalmente no llegan a los 10.
En los vasitos de plástico, los valores encontrados son del mismo orden
(Hartman y col., 1963). Sin embargo, algunos
microorganismos sobreviven incluso a la extrusión a 220ºC de los plásticos
(Placzek y Witter, 1972; Voss y Moltz en, 1973). A veces, se presta demasiada
importancia a la contaminación microbiana aportada por el material de envasado;
en general, los niveles de microorganismos contenidos en el producto son varios
órdenes de magnitud mayores de los que existen en el material de envasado.
(Yanai y col., 1969).
Al no poder ser degradados por la
acción microbiana, el poliestireno y otros plásticos, son más higiénicos que el
papel prensado u otros derivados de la madera para el envasado de huevos
(Pfeiffer,1972), carne (Bólime, 1971) o frutos en baya (Ayres y Denisen, 1958). Algunos plásticos tienen
propiedades antibacterianas; es el caso de los que contienen alquido-bamices,
resinas fenólicas, cloruro de polivirlilo o poliacetal (Gundermann y Glück,
1971). Sin embargo, antes de escoger un material de envasado por sus
propiedades antimicrobianas, conviene asegurarse de que no va a adulterar el
alimento.
El material de envasado debe
impedir la entrada de los microorganismos; las botellas, latas y la mayoría de
las películas de plástico actualmente en el mercado, cumplen esta función
(Ronsivalli y col., 1966). Se produce penetración cuando falla el sellado o se
perfora el envase; por eso, el material ha de tener la suficiente resistencia
mecánica como para impedir que se produzcan daños durante el procesado y la
manipulación posterior. El mismo contenido puede también dañar el envase: es el
caso de los huesos afilados de aves y otras cames, y de las fibras de músculo o
trozos de piel en alimentos muy desecados o ahumados.
Una prueba biológica es lo mejor de
determinar si una película resistirá a la penetración; se sumerge una porción
estéril de un medio nutritivo empaquetada con el material en cuestión y
sellada, en un baño que contenga el microorganismo concreto que interese (por
ejemplo, Enterobacter) o una mezcla de microorganismos.

La presencia de gas o la turbidez
en el medio indicará que se ha producido penetración (Kleniewski, 1970; Maunder
y col., 1968; Ronsivalli y col., 1966). Para el ensayo de laminados de plástico
y aluminio resistentes al calor, Schmidt-Lorenz (1973) ha recomendado la
"prueba de ebullición en agar", en la que los envases se hierven
durante 45 minutos en agar al 2 %. Antes de que se enfríe el agar, se añaden
esporos de Bacillus stearothermophilus y durante el enfriado, el medio
inoculado pasa a través de los puntos de penetración. Varios autores han demostrado que
algunos microorganismos pueden atacar los materiales de envasado sintéticos y,
en condiciones favorables, pueden atravesar una película no dañada previamente
(Schwartz, 1964, Booth y col., 1968; Hartman y col., 1963; Ronsivalli y col.,
1966;Toepfer y Kanz, 1976). En algunos casos, se requiere una exposición
prolongada a los enzimas bacterianos para que sea posible la entrada.
Por ejemplo, los microorganismos
productores de celulasa, sobre todo los mohos, no atraviesan las tripas de
hidrato de celulosa de los embutidos, mas que al cabo de mucho tiempo a
temperaturas relativamente altas (Leistner, 1956). Las películas de plástico
tienen muy variada permeabilidad a los gases. La exclusión del oxígeno
disminuye la velocidad de oxidación del producto, hace más lento el crecimiento
de muchos tipos de bacterias y levaduras e impide el crecimiento de los
microorganismos aerobios estrictos (como los mohos, por ejemplo). La alta permeabilidad al oxígeno
del poliestireno y las poliolefinas, puede ser reducida combinando estos
polímeros con otros materiales mediante barnizado, encolado, recubrimiento o
superposición con una capa del otro material o por coextrusión de ambos
materiales. de forma análoga, se puede reducir la permeabilidad al vapor de
agua de un material; la alta permeabilidad del hidrato de celulosa, por
ejemplo, puede reducirse mediante barnizado.
El factor más importante de la
microbiología de los alimentos envasados es la permeabilidad relativa del
material de envasado para el oxigeno, el dióxido de carbono y el vapor de agua,
particularmente si los espacios con aire en el producto original han sido
evacuados o rellenados con gases preservantes en el momento de cerrar el
envase, y sobre todo, si se trata de productos perecederos, tales como aves,
carnes y pescados (Cavett, 1968).
Los envoltorios permeables al vapor
de agua y a los gases, o más permeables al oxígeno que al dióxido de carbono y
aquellos que no se ajustan a la superficie del producto, pueden evitar la
entrada de microorganismos contaminantes, pero no afectan al crecimiento de los
microorganismos que previamente se encontraban en el alimento. Las condiciones
intrínsecas de un alimento envuelto en un material muy permeable, son similares
a las del producto sin envolver (McDougall, 1971). Por ejemplo, las películas de
celulosa permeables al oxígeno no impiden que crezcan las Pseudomonas en la
carne picada, mientras que las películas impermeables a los gases lo hacen
imposible (Jaye y col., 1962). Las películas de materiales que como el politeno,
son impermeables a la humedad y permeables al oxígeno, sirven para proteger de
la contaminación y de las pérdidas de agua, pero más que frenar, estimulan el
crecimiento en superficie de la flora normalmente causante de alteración
(McDougall, 1971). El crecimiento y la actividad de
los microorganismos dentro de un envase depende de: a) la idoneidad del
alimento como medio de cultivo, b) la temperatura, c) la aw, d) el pH, e) la
naturaleza de los gases retenidos dentro del envase y f) la competencia entre microorganismos.
ll. LOS GASES COMO
CONSERVADORES
Desde hace muchos años se sabe que
diversos gases y vapores naturales, o artificialmente producidos, destruyen o
inhiben a los microorganismos. Algunos de ellos se han estudiado para conocer
su capacidad potencial de aumentar la vida útil de los alimentos. De estos,
sólo se discutirán con detalle los que se han utilizado comercialmente: dióxido
de carbono, óxido de etileno, óxido de propileno, dióxido de azufre y ozono. El nitrógeno y el oxígeno se
utilizan con frecuencia en el envasado y almacenamiento de alimentos pero su
fin primario no es la inhibición de los microorganismos. El nitrógeno líquido,
cuando se utiliza en los alimentos como un agente frigorífico, inhibe o
destruye indirectamente a los microorganismos por congelación o refrigeración.

El oxígeno se utiliza en atmósferas
controladas para mantener el estado fisiológico de las frutas, hortalizas y
verduras (Smith, 1959, 1963) y el caracteristico color rojo de la carne fresca
(Clark y Lenta, 1973; Georgala y Davidson, 1970) pero no se aplica con el fin
de inhibir los microorganismos responsables de la alteración. Diversos gases son poderosos
biocidas y se han utilizado con éxito en la desinfección de hospitales,
establos y compartimentos de barcos o como fumigantes del suelo pero no se han
aplicado a los alimentos. Entre ellos están la ß –
propiolactona, la clorpicrina, el glicilaldehído, el glutaraldehido y el ácido
peracético. Aunque el bromuro de metilo se ha utilizado eficazmente, como
fumigante, en las frutas y granos infestados por insectos, no se ha empleado
específicamente para controlar los microorganismos en los alimentos.
El formaldehido se ha utilizado
como fumigante en la desinfección de gallineros (Ministry of Agriculture,
Fisheries and Food, 1970) y huevos para incubadoras (Graves y MacLaury; 1962;
Ministri of Agriculture, Fisheries and Food, 1971) pero igualmente no
directamente para el control de los microorganismos en los alimentos. El
formaldehido realmente ejerce una acción letal sobre los microorganismos de la
carne y del pescado durante el ahumado pero como el calor y la desecación están
también implicados en el proceso, su contribución real a la inhibición de los
microorganismos es desconocida. Investigaciones recientes han
mostrado que el monóxido de carbono y el acetaldehído son potencialmente útiles
para su uso en los alimentos. Un uno por ciento de monóxido de carbono prolonga
el color de la carne fresca y tiene un efecto inhibidor sobre las bacterias
psicrotrofas, similar al del dióxido de carbono (Clark y col., 1976).
Los vapores de acetaldehído al 0,5
% en la atmósfera inhiben, de una forma acusada, los mohos y levaduras
aumentando el tiempo de conservación de las frutas, hortalizas y verduras
(Aharoni y Stadelbacher, 1973; Barkai-Golan y Aharoni, 1976).
El dióxido de carbono, gas a las
temperaturas normales de almacenamiento, es incoloro, inodoro e incombustible.
No es tóxico para el hombre a concentraciones inferiores a un 10 % pero por
encima de este nivel una exposición prolongada a la acción del mismo da lugar a
la pérdida del sentido, lo que es importante tener en cuenta cuando se utilice
a altas concentraciones en los grandes almacenes y vehículos de transporte. No
deja residuos tóxicos ni su aplicación presenta serios problemas mecánicos.
El gas se comercializa
habitualmente, en forma líquida, en bombonas de acero a una presión de 58 Kg/cm2
(830 lb/pulgada2) aproximadamente o en forma sólida como nieve
carbónica. A presión atmosférica, la forma sólida se transforma en gas sin
pasar por el estado líquido, sublimándose a -78,5ºC a la presión normal. Para la manipulación de la nieve
carbónica deben utilizarse guantes ya que el contacto momentáneo con la piel a
-78,5ºC puede causar quemaduras por congelacion y ampollas.
El dióxido de carbono se disuelve
bien en agua (1,71 ml CO2/ml H2O a 760 mm de presión y a 0ºC) y, por tanto, en
los zumos de frutas pero la absorción parece ser un fenómeno totalmente físico
que implica una unión no más intensa que la del ácido carbónico. Cuando se
absorbe en los alimentos, el pH baja de acuerdo con la cantidad de ácido
carbónico que se forma y con la capacidad tampón del alimento pero de nuevo
aumenta cuando el CO2 se elimina por exposición al aire o por un calentamiento
suave del producto (Killeffer, 1930). El dióxido de carbono destruye
(Coyne, 1932; Killeffer, 1930), estimula (Valley y Rettger, 1927; Gladstone y
col., 1935), inhibe (Frankel, 1889; Valley, 1928; Clark y lenta, 1969) o no
tiene efecto alguno de resaltar sobre los microorganismos (Parekh y Solberg,
1970), dependiendo de los microorganismos, de la concentración de dióxido de
carbono, de la temperatura de incubación, de la edad de las células microbianas
en el momento de aplicar el CO2 y de la actividad de agua del alimento o medio
de cultivo. De todos estos efectos, los de mayor importancia en relación con el
procesado y conservación de los alimentos son, sin duda, los destructivos e
inhibidores.
Existe una cónsiderable variación
en lo referente a la sensibilidad al CO2 a nivel de género, especie y cepa. Por
ejemplo, el CO2 al 100 % destruye totalmente, tras una exposición de 4 días a
temperatura ambiente, a algunos cultivos de Bacillus, Enterobacter,
Flavobacterium y Micrococcus (Coyne, 1932) mientras el efecto es nulo o escaso
sobre Proteus spp. (Haines, 1933), Clostridium perfringens (Parekh y Solberg,
1970) y algunos tipos de Lactobacillus (Ogilvy y Ayres, 1953). Por tanto,
aunque la acción del CO2 sobre los microorganismos es selectiva, la mayoría de
las levaduras, mohos y algunas bacterias son inhibidos por concentraciones
comprendidas entre 5 y 50 % (viven la fase gaseosa) pero no son destruidos o inhibidos
totalmente. Concentraciones inferiores a aquellas no tienen efecto alguno o
realmente estimulan el crecimiento (Valley y Rettger, 1927). La inhibición
aumenta de una forma casi lineal cuando se incrementa la concentración de CO2
desde un 5 % hasta el 25 - 50 %, dependiendo siempre del alimento y de la flora
implicada (Ogilvy y Ayres, 195 la). A concentraciones superiores a ésta el
incremento de la inhibición es escaso o nulo (Ogilvy y Ayres, 1951a, 1953;
Clark y Lentz, 1969).
Aunque el grado de inhibición varía
con los microorganismos y el alimento, con un 10 % se logra habitualmente una
inhibición del orden del 50 % sobre la base del recuento total después de un
deterrrinado tiempo de incubación (Ledward y col., 1971; Clark y Lentz, 1969).
El efecto inhibidor del CO2 sobre
los microorganismos en los alimentos parece mayor a medida que disminuye la
temperatura de almacenamiento (Coyne, 1933) según se deduce del aumento
relativo de la vida útil del alimento al descender la temperatura de
almacenamiento. Sin embargo, cuando los efectos de la temperatura y del CO2 se
estudian por separado, se observa que la acción del CO2 se incrementa al
aumentar la temperatura (Clark y Lentz, 1969). El efecto inhibidor del CO2 se
manifiesta, tanto en las bacterias como en los hongos, por un incremento de la
fase de latencia y del tiempo de generación durante la fase logarítmica (Brown,
1922; Tomkins, 1932). No obstante, a concentraciones comprendidas entre el 5 y
el 20 %, el efecto mayor se logra en la fase de latencia. La aplicación de gas una vez que
las células microbianas ha empezado a adaptarse al medio, o cuando ya están en
la fase logarítmica, el efecto del CO2 se reduce sustancialmente. Por ejemplo,
en estudios realizados con cepas psicrotrofas del género Pseudomonas y del
grupo Acinetobacter – Moraxella (Clark y Lentz, 1969) se comprobó que si se
retrasa la aplicación del CO2 (20 %) hasta 1 ó 2 días después de la inoculación
sobre la superficie de la carne, el efecto inhibidor es menor. Sin embargo, si
la concentración de CO2 era del 40 % el momento en que se expone el producto a
la atmósfera de CO2 tiene una influencia menor.
La velocidad de crecimiento en
atmósfera de CO2 no aumenta con el tiempo, es decir, la inclinación de la curva
de crecimiento no cambia (King y Nagel, 1967). Esto indica que el sistema
metabólico no se adapta durante la fase de exposición al CO2 ni existe, en este
caso, una selección de los microorganismos CO2 -resistentes. La reducción de la
actividad de agua del medio aumenta el efecto inhibidor del CO2 sobre los
microorganismos (Scott, 1957). El
mecanismo de inhibición de los microorganismos por el CO2 no se conoce todavía
con claridad. Sin embargo, ya en 1889 se observó que se debía a la presencia
real de dióxido de carbono y no a la ausencia de oxígeno y que el efecto es
reversible, ya que los microorganismos tratados recuperan la velocidad de
crecimiento normal cuando se dejan de exponer a la atmósfera de CO2 (Fránkel,
1889). No obstante, en el caso de los microorganismos que alteran la carne,
permanecen efectos inhibidores residuales cuando el gas se ha dejado de aplicar
(Sillikery col., 1977).
El efecto
directo del gas sobre las células microbianas se confirmó muchos años más tarde
en experimentos realizados con Pseudomonas aeruginosa (King y Nagel, 1967). El
descenso del pH debido a la formación de ácido carbónico en el medio tiene un
efecto perjudicial sobre ciertos microorganismos; por ejemplo, una atmósfera de
CO2 al 20 % puede hacer bajar el pH, si el medio no está tamponado, en un valor
de hasta una unidad de pH (de 6,9 a 5,8 Tomkins, 1932). Sin embargo,
los experimentos con medios tamponados (King y Nagel, 1967) y con alimentos
intrínsecamente tamponados como la carne han mostrado que el pH externo a la
célula microbiana no explica totalmente el efecto adverso del CO2.
Muy interesante tu publicación.
ResponderBorrarMUCHAS GRACIAS SOLEDAD Y ESPERO QUE LA PUEDA SEGUIR CONSULTANDO. BUENA JORNADA.
ResponderBorrarExcelente, es una gran compilación de información. Gracias por publicarla.
ResponderBorrarMUCHAS GRACIAS A USTED PAMELA POR LEERLA Y POR COMPARTIRLA. BUENA JORNADA.
BorrarSantiago; he culminado una ligera lectura por la 2da parte, y un poco me vuelve a la memoria las vivencias diarias del trabajo con la leche, las bacterias provenientes de la producción primarias y de las enfermedades de la vaca y el control que uno a través de distintos medios intenta tener sobre ellas, y por otro lado tratar de incorporar bacterias para darle un sabor, una textura aceptable por los consumidores. Gracias Santiago por volvernos a la memoria, conceptos y aportes de la época de estudiante.
ResponderBorrarMUCHAS GRACIAS SERGIO. ESTO ES UN TRABAJO DE MUCHOS AÑOS Y REALMENTE ES MUY PLACENTERO SABER QUE AL MENOS, SE DEJA LEER, Y SIRVE PARA SEGUIR APRENDIENDO. BUENA JORNADA.
BorrarA la cabeza de Plymouth Sound, uno de los grandes puertos naturales del mundo, Plymouth es una ciudad con un rico pasado marítimo. https://lrt-editions.com/
ResponderBorrar