Las Enfermedades transmitidas por los alimentos (Parte 22)
Más de una vez Ud. habrá dicho: “Debe ser algo que comí”, “Algo me cayó mal” ó “Me dio un ataque de hígado”, luego de haber estado con diarreas, vómitos, dolor de cabeza ó cólicos. Lo más probable es que sí; algo le cayó mal, y no precisamente lo que comió, sino, lo que no vio al ingerir ese alimento, ya que éste tenía el aspecto de estar sano, pero...no fue así.- Lo que usted sufrió fue una Enfermedad Transmitida por los Alimentos (ETA)
LAS ENFERMEDADES TRANSMITIDAS POR LOS ALIMENTOS (Parte 22)
DIOXINAS
Las Dioxinas son sustancias químicas derivadas de la actividad
industrial, concretamente se forman en procesos de combustión de materiales que
tienen cloro en su composición (fábricas de metales, incineradoras, combustión
de gasolina en los coches, etc). Escapan al aire a través de las chimeneas
industriales, no son biodegradables, por lo que persisten en el medio ambiente,
llegando a contaminar el agua y los cultivos. Las dioxinas son liposolubles y
bioacumulables en la cadena alimentaria. Al ser solubles en grasas, van a estar
inicialmente en vegetales y pastos en baja concentración, pero como los
animales herbívoros ingieren grandes cantidades de dichos alimentos, acumulan
en sus tejidos grasos las dioxinas y luego, los productos grasos de dichos
animales (carne, leche y huevos) son ingeridos por el ser humano. Por lo tanto,
la acumulación será mayor incrementando el riesgo para el consumidor final.
Debido
a su acumulación en el agua, también el pescado y sus productos derivados están
contaminados por dioxinas. Debido a que las mismas son muy termoestables (hasta
temperaturas de 800ºC), los diferentes tratamientos culinarios como cocción
(100ºC), frituras (hasta 200ºC) u horneado (hasta 250ºC) no eliminan las
dioxinas de los alimentos. Constituyen uno de los tóxicos más potentes creados
por la actividad industrial y algunas de ellas están categorizadas como
sustancias carcinogénicas para el ser humano. Las dioxinas son compuestos
organoclorados que derivan de la dibenzo-p-dioxina y que poseen diferente
número de átomos de cloro en diferentes posiciones. De todas ellas la más
conocida es la 2,3,7,8 tetraclorodibenzo-p-dioxina. Existen otros grupos
químicamente relacionados y que frecuentemente aparecen asociados a las
dioxinas y son los policlorodibenzofuranos y policlorobifenilos.
Para que se
produzcan dioxinas deben concurrir tres elementos: Un sustrato adecuado (una
estructura orgánica compleja: ej. lignina, madera, papel o plásticos); Una
fuente proveedora de átomos de cloro (Cl), como Cl2 , NaCl (cloruro de sodio =
sal comestible), cloruro de hidrógeno (HCl) o el plástico PVC (polivinilo
clorado); y Una temperatura suficientemente alta como la que se obtiene al
quemar madera, papel o plásticos. Las fuentes de emisión de dioxinas se pueden
dividir en naturales (fermentación bacteriana, incendios forestales, volcanes)
o generadas por el hombre (también llamadas antropogénicas). Las dioxinas
provenientes de las fuentes antropogénicas, se originan de modo habitual en la
incineración de los residuos urbanos y hospitalarios, en la fabricación de
papel, de celulosa, en la industria del cemento, en la fabricación de
herbicidas y defoliantes, en la producción de metales a alta temperatura y en
la fabricación del PVC. También se generan durante los procesos de combustión
del caucho y de los productos petrolíferos, incluyendo los gases procedentes de
motores de gasolina con o sin plomo, con o sin convertidores catalíticos, y
diésel.
También se producen dioxinas al cocinar los alimentos con aceite
reutilizado. El humo del cigarrillo, también produce dioxinas. Se trata de una
sustancia incolora e inodora, soluble en grasas y sólo ligeramente soluble en
agua; es sólida a temperatura ambiente. Las dioxinas son contaminantes
ambientales. No existen en la naturaleza, sólo existen como contaminantes
ambientales. Constituyen un grupo de productos químicos peligrosos que forman
parte de los llamados “contaminantes orgánicos persistentes” (COP). Deben su
origen a procesos térmicos de materias orgánicas y compuestos clorados en
presencia de oxígeno, como resultado de una combustión incompleta o de
reacciones químicas, y también, de productos de desecho como son los barros o
lodos de depuradoras y lixiviados de vertederos. Son compuestos tóxicos que el
hombre obtiene como sustancia secundaria no deseada, como producto residual
general y mayoritariamente en pequeñas cantidades. Se caracterizan por su alto
poder tóxico que una vez ingresado al organismo, persisten en él durante mucho
tiempo dado su estabilidad y a su fijación en el tejido graso donde se
almacenan. Los seres vivos no han desarrollado la capacidad para metabolizarlos
y detoxificarlos, por lo que tienden a bioacumularse. El término dioxina hace
referencia a un grupo de sustancias químicas cloradas, de carácter orgánico y
de estructura química similar. Estas sustancias poseen propiedades tóxicas en
función del número y de la posición de los átomos de cloro presentes en su
estructura. La estructura básica de estos compuestos está constituida por dos
anillos bencénicos unidos entre sí, en los TCDD la unión de estos anillos tiene
lugar a través de dos átomos de oxígeno, mientras que en los PCDF se realiza
por medio de un átomo de oxígeno y un enlace de carbono.
Bajo esta designación
también se incluyen algunos bifenilos policlorados (PCB) análogos a la dioxina
que poseen propiedades tóxicas similares. En términos generales se trata de
compuestos orgánicos clorados, muy estables en la naturaleza, permanecen por
años en el aire, agua y en el suelo, resistiendo los procesos de degradación
físicos y químicos, los que pueden encontrarse en los alimentos en mezclas
complejas de diferente tipo de dioxinas. Sus concentraciones se miden en
picogramos (pg; 10-12 g) o partes por trillón (ppt; pg/g), mientras que sus
toxicidades –que varía con cada compuesto- se miden en equivalentes tóxicos
respecto de la molécula de TCDD o TEQ. Los seres humanos se exponen a la
presencia de dioxinas en el organismo dado a que estos compuestos están
ampliamente distribuidos en el medio ambiente incorporándose a la cadena
alimentaria donde persisten y bioacumulan, es por ello que muchas personas
pueden presentar niveles detectables de esta sustancia en sus tejidos.
Esta
contaminación del medio ambiente afecta a todas las plantas terrestres
ingeridas directamente o utilizadas como materias primas para la alimentación
animal, así como a la cadena alimentaria animal acuática. Las materias primas
destinadas a la alimentación animal, al contener dioxinas, pueden perjudicar la
salud animal o a la salud humana dada su presencia en los productos de origen
animal. El uso de alimentos adecuados para animales, seguros y de buena
calidad, son factores importantes para poder garantizar la salud del consumidor
y el bienestar animal. Por ello que resulta imprescindible reducir su contenido
en las diferentes materias primas destinadas a la alimentación animal; esta
reducción deberá tener presente el grado de toxicidad de la sustancia, su
bioacumulabilidad y biodegradabilidad, para de esta manera impedir la aparición
de efectos indeseables y nocivos para la salud humana. Agrupadas las
posibilidades de exposición o contacto de las personas a las dioxinas y sus
diversos efectos múltiples y variados en la salud, se relacionan con:
Los alimentos principalmente de origen animal con alto contenido de
grasas como carnes, leche y productos lácteos, pescados, mariscos, huevos,
etc., los que se contaminan por la deposición de emisiones que vienen de
diferentes fuentes:
Accidentes industriales o tecnológicos: Incendios, derrames.
Contacto por actividad profesional: Industrial, tecnológica
Contaminación del aire y el ambiente
Dioxina es el nombre común para una categoría que incluye actualmente
unos 75 productos químicos. Las dioxinas no tienen uso comercial; son productos
tóxicos de desecho que se forman al quemar desperdicios que contienen cloro, o
bien en la manufactura de productos que contienen cloro. El PVC (cloruro de
polivinilo) es una de las fuentes más importantes de cloro, y se encuentra,
entre otros, en el material de desperdicio médico. Los dispositivos de PVC
comúnmente utilizados en la atención a la salud incluyen las bolsas utilizadas
en terapias intravenosas, los guantes, las sondas, las tiendas de oxígeno, las
cubiertas de los colchones, artículos de empaque y de oficina, tales como las
carpetas médicas. Otras fuentes de dioxina son los derivados del petróleo,
pesticidas (DDT, lindano), disolventes (percloroetileno, tetracloruro de
carbono) y refrigerantes (CFC, HCFC). También se encuentran dioxinas en el humo
de los cigarrillos: la concentración total de dioxina en éste es de
aproximadamente 5 microgramos/m3. Se calcula que fumar 20 cigarrillos diarios
significa una entrada en el organismo de aproximadamente 4,3 picogramos (la
millonésima parte de un miligramo) por kilo de peso del fumador y por día (1).
Si consideramos que la mayoría de los fumadores crónicos adultos se iniciaron
como tales en su adolescencia, estando expuestos durante años, vemos que han
acumulado esta sustancia y decenas de otros cancerígenos contenidos en los
cigarrillos en su organismo. Aún más, estos contaminantes tienen mejor
absorción por vía inhalatoria. Cuando se blanquea el papel con cloro, o se
utiliza éste como desinfectante en el tratamiento de las aguas, o se quema
algún producto clorado, se crean nuevos productos llamados organoclorados. Al
introducirse en el medio ambiente y sufrir reacciones con la luz, otros
compuestos químicos o agentes biológicos, vuelven a generarse nuevos productos
de este tipo. Los productos clorados son también utilizados en el blanqueado
del algodón y se considera que este proceso puede generar dioxinas que
permanecen en el algodón y representan un riesgo en el uso de tampones. Por lo
tanto habría una ventaja con el uso de tampones hechos totalmente de algodón
sin blanquear, dado que así se eliminaría la posibilidad de contacto con
dioxinas de esa fuente. Sin embargo, hay peligro por otro lado: el algodón
cultivado convencionalmente es uno de los cultivos con más pesticida en la
agricultura comercial. Más o menos el 10% de los pesticidas del mundo y 22,5%
de todos los insecticidas se usan en el algodón, y gran parte de esos productos
quedan dentro del tampón si el algodón no fue procesado adecuadamente.
En
Estados Unidos se realizaron estudios que han demostrado que la concentración
de tetraclorodibenzodioxina (TCDD) en tampones de diferentes marcas era nula,
pero había otro tipo de dioxinas en todas las muestras analizadas. La
diferencia de concentración entre estos productos y aquellos que contenían
algodón sin blanquear era mínima. Además se demostró que la exposición corporal
a dioxinas a partir de los tampones - estimando su absorción a través de la
piel y la mucosa genital - sería unas 13.000 a 240.000 veces menor que la
exposición a través de la absorción de dioxinas presentes en los alimentos.
Cuando los establecimientos médicos u otros queman sus desperdicios con
contenido de plástico clorado, tal como el PVC, la dioxina es emitida al aire
en el humo que emana de las chimeneas de los incineradores. Las partículas de
dioxina son así transportadas por el aire hasta que caen en tierra o al agua.
Los animales de pastoreo y los peces ingieren la dioxina pero no la pueden
degradar, de tal manera que es transportada a través de la cadena alimenticia.
El 90% de la exposición humana a la dioxina se debe al consumo de carne,
productos lácteos, huevos y pescado. La dioxina se acumula en los tejidos
grasos. Debido al alto contenido de grasa de la leche materna, los lactantes se
encuentran expuestos 50 veces más que los adultos y pueden llegar a recibir más
del 10% del total de su exposición de la vida durante este periodo de
lactancia, que es la etapa en que son más vulnerables a los efectos tóxicos de
la dioxina.
Su toxicidad se clasifica en: Intoxicación aguda caracterizada por
irritaciones oculares y cutáneas, alteraciones en el aparato reproductivo y
malformaciones en el feto de mujeres embarazadas; Intoxicación crónica capaz de
acelerar el desarrollo de tumores ya formados en la persona afectada. En los
animales se ha demostrado que dan lugar a formación de tumores, pero no hay
evidencias en el ser humano. No obstante, la exposición de la población Europa
a dioxinas ha disminuido en los últimos 10 años debido al esfuerzo político que
se está realizando en los diferentes Estados miembros para reducir los niveles
de dioxinas en el medio ambiente, alimentos y piensos. La contaminación de
alimentos con dioxinas es un asunto que ha empezado a preocupar últimamente a
la comunidad.
La historia de los efectos de las dioxinas a gran escala sobre la
salud, comienza en 1949 con la explosión ocurrida en la planta química de
Monsanto en Virginia, donde se fabricaba el herbicida 2,4,5 triclorofenol. En
la década de los sesenta, durante la guerra de Vietnam, los estadounidenses
utilizaron enormes cantidades de defoliantes (Agente Naranja) para despejar la
selva. Luego, se estableció una causalidad directa entre dioxinas y
determinadas patologías. Así, las siete empresas fabricantes de los productos
utilizados en Vietnam, llegaron a un acuerdo con los veteranos: 180 millones de
dólares a cambio de que éstos renunciasen a todo tipo de acción judicial
posterior. En 1976 en Italia, se produjo la liberación masiva de una nube
tóxica que contenía dioxinas (Pereyra, 2004). El accidente tuvo lugar en la
planta industrial de ICMESA de la empresa Hoffman-La Roche. Se produjeron
numerosas víctimas. Mató a 73.000 animales domésticos y obligó a la evacuación
de 700 personas. En febrero de 1999 en Bélgica, aparece un nuevo episodio
relacionado otra vez, con la contaminación de alimentos destinados al consumo
humano, "las dioxinas de los huevos".
En esta ocasión el origen se
encuentra en la contaminación de concentrados destinados al engorde de
gallinas. Desgraciadamente, el consumidor poco sabe sobre qué son las dioxinas
y qué efectos produce en los humanos. Internacionalmente se ha reconocido su
influencia sobre la salud y el medio ambiente y la actitud de la mayoría de los
países desarrollados ha consistido en efectuar estudios, para conocer las
condiciones de formación de las dioxinas y promulgar las disposiciones legales
necesarias, con el fin de reducir la formación y emisión al medio ambiente de
estos compuestos. Existe una lista entre la comunidad científica, donde se les
conoce con el nombre de los “doce malditos”. Ellos son los siguientes: ALDRIN,
PCB, CLORDANO, DDT, DIELDRINA, ENDRINA, FURANOS, HEPTACLORO, HEXACLOROBENCENO,
MIREX, TOXAFENO, DIOXINAS. Todos estos químicos son peligrosísimos por sus
efectos cancerígenos. En el caso de las dioxinas, lo que más preocupa son sus
potenciales propiedades teratogénicas (malformaciones en el feto) y
carcinogénicas (aparición de tumores malignos). Por vía inhalatoria el nivel
"seguro" establecido por la FDA (Food and Drug Administration) en
Estados Unidos es de 70 nanogramos (la millonésima parte de un miligramo) por
día. Las dioxinas son emitidas hacia la atmósfera como sustancias
contaminantes, depositándose posteriormente en el suelo y agua. Luego el ganado
y peces se contaminan, y a través de la cadena alimentaria pasan al hombre.
Leche, huevo y carne contienen dosis apreciables. Los científicos estiman que
más del 90% de las dioxinas que se acumulan en el cuerpo humano provienen de
los alimentos y menos del 10% del aire que se registra. Según un estudio
realizado por Franco (2002), el marisco y el pescado son los grupos de
alimentos con más dioxinas.
Una vez ingeridas se acumulan en los tejidos grasos
del cuerpo humano, donde permanecen durante años. La primera dioxina clorada
fue sintetizada en 1872 por Merz y Weith, pero su estructura no se conoció
hasta 1957. En este mismo año se efectuó la síntesis de la 2,3,7,8
tetraclorodibenzodioxina. En ambos casos los técnicos de laboratorio fueron
hospitalizados. Los efectos de las dioxinas en el organismo son a largo plazo.
No hay consenso entre los científicos sobre en qué grado las dioxinas son
cancerígenas. La Organización Mundial de la Salud ha incluido una dioxina en su
lista oficial de sustancias cancerígenas a raíz de un estudio de 25.000
trabajadores expuestos a dosis elevadas en los que se observó un aumento
(pequeño pero significativo) de varios tipos de cáncer. Pero si el riesgo de la
exposición crónica a dosis altas está demostrado, el de la exposición aguda,
como la que afectaría a una persona que hubiera ingerido varios pollos
contaminados, no parece ser tan grande.
El precedente más famoso es la emisión
accidental de cantidades masivas de dioxinas en Seveso (Italia) en 1976.
Veintitrés años después, "aún no se ha demostrado un incremento
significativo de los casos de cáncer en la población de aquella zona",
señala Josep Lluís Domingo, director del Laboratorio de Toxicología i Salut
Mediambiental de la Universitat Rovira i Virgili. Más alarmante son los
resultados de experimentos en roedores: a dosis altas, las dioxinas le causan
trastornos hormonales, inmunitarios y reproductivos, además de perjudicar el
desarrollo de los embriones. En Japón 1300 residentes de Kyush, en el año 1968,
enfermaron gravemente al consumir arroz contaminado y muchas de las mujeres
afectadas dieron a luz niños con defectos de nacimiento. Según la Agencia de
Protección Medioambiental (EPA) en una publicación en septiembre del 1994
afirman que, las dioxinas producen cáncer al ser humano y en dosis inferiores
asociadas al cáncer ocasionan alteraciones en el sistema inmunitario,
reproductor y endocrino. También los fetos y embriones de peces, aves,
mamíferos y seres humanos son muy sensibles a sus efectos tóxicos y no existe
un nivel seguro de exposición a las dioxinas. No obstante, la Convención de
Estocolmo, firmada el 23 de mayo de 2001 en Suecia, pretende actuar
inicialmente, puesto que estos contaminantes se encuentran entre innumerables
muertes por cáncer, así como múltiples defectos de nacimiento que han provocado
esos compuestos, que afectan, además, el sistema nervioso, reproductivo e inmune
del hombre y de muchas otras especies. Además de ser persistentes (es decir, no
se descomponen rápidamente), orgánicos (con carbono en su estructura molecular)
y contaminantes (por ser muy tóxicos), las dioxinas tienen otras dos
propiedades: son solubles en grasas y por consiguiente se acumulan en los
tejidos vivos, y pueden viajar grandes distancias.
Algunos de los efectos
encontrados son: cáncer respiratorio, cáncer de próstata, mieloma múltiple,
sarcoma de tejido blanco, lesiones de timo y hepáticas, defectos congénitos y
depresión del sistema inmunológico, afecciones cardiovasculares, cambios
degenerativos del esqueleto y del músculo cardiaco. En intoxicaciones agudas
aparecen cuadros de cefalea intensa, alteraciones digestivas y cutáneas,
dolores musculares y articulares, así como una variedad de alteraciones
enzimáticas, neurológicas y psiquiátricas. Datos epidemiológicos indican que la
exposición a elevadas dosis puede producir un incremento del 40% en el riesgo
relativo de varios tipos de cáncer. No obstante no puede descartarse la
participación de otros factores. Puesto que las dioxinas se acumulan en las
grasas animales, reducir el consumo de este tipo de grasas es el mejor modo de
prevenir la exposición a las dioxinas. Además, se conseguirá reducir el consumo
de otras sustancias nocivas que se acumulan en las grasas, como los PCB y los
insecticidas organoclorados. Y de paso se reducirá el riesgo de infarto, que
probablemente acabará siendo el mayor beneficio de moderar el consumo de grasas
animales. A nivel doméstico, las siguientes son algunas medidas que impiden la
generación de dioxinas: No quemar neumáticos, No quemar papel fotográfico, No
quemar revistas con colores, No quemar envases plásticos, No cocinar con aceite
reutilizado, No fumar, Consumir productos lácteos desgrasados, En hornos
microondas, no cocinar alimentos grasos con envases de plástico, lo ideal es
usar recipientes de vidrio o de cerámica, Elegir cortes de carne res, cerdo y
aves con menor contenido graso, y también quitar el exceso de grasa de la piel
antes de cocinar la carne.
A nivel industrial, es necesario favorecer el
desarrollo de nuevos procedimientos y avances tecnológicos encaminados a
minimizar la formación y emisión de las dioxinas que llegan al medioambiente procedente
de las actividades industriales del hombre. Por ello durante los últimos años
se han estudiado y definido las condiciones que debe cumplir una combustión
para evitar la emisión de dioxinas: Altas temperaturas (mayores de 850ºC, o de
1100ºC en presencia de cloro), Suficiente tiempo de residencia de los gases a
esa temperatura (mayor de 2 segundos), Presencia de oxígeno suficiente para que
la combustión se realice de manera completa, Enfriamiento rápido de los gases
tras la combustión para evitar la síntesis posterior de dioxinas. En la UE, el
nivel de dioxinas en los productos alimenticios ha disminuido en un 40%. Otros
países europeos han reducido este nivel en un 10 o un 20%.
Esta reducción se
debe a los trabajos elaborados por la Comisión Europea en los que se insta a
los Estados miembros a controlar el nivel de dioxinas de los alimentos. De
hecho, en julio del 2002 la Unión Europea (UE) obligó a todos los países a
controlar el nivel de dioxinas en los alimentos que producen y exportan. Por regla
general se reconoce que para reducir activamente la presencia de dioxinas en
los alimentos para animales, deben implementarse medidas que estimulen un
planteamiento activo, incluyendo el establecimiento de umbrales de intervención
y de niveles objetivo para los alimentos para animales, combinadas con medidas
destinadas a limitar las emisiones. Los umbrales de intervención son un
instrumento que permitirá a las autoridades competentes y a los operadores
identificar los casos en los que conviene determinar la fuente de contaminación
y tomar medidas destinadas a su reducción o eliminación. Con ello se conseguirá
reducir progresivamente los contenidos de dioxinas en los alimentos para
animales. Las dioxinas son compuestos extremadamente estables que se generan
principalmente como subproductos en procesos industriales. Las emisiones en
procesos de combustión, la fabricación a través de procedimientos que implican
la utilización de cloro (blanqueo de papel con cloro, industria del PVC,
fabricación de ciertos insecticidas, etc) constituyen fuentes bien conocidas de
dioxinas. Los residuos procedentes de estas actividades pueden contener
dioxinas en mayor o menor grado (cenizas de incineradora, fangos de depuración
de aguas residuales, etc), pero también algunos compuestos, después de ser
utilizados, pueden convertirse en residuos con un alto contenido en dioxinas,
este es el caso del pentaclorofenol (PCP, utilizado como preservador de madera)
o los bifenilos policlorados (PCBs, principalmente usados como dieléctricos y
refrigerantes en transformadores eléctricos).
El interés principal por el estudio
de la presencia de dioxinas y furanos (PCDD/Fs) en diferentes sustratos se debe
principalmente a los potenciales efectos perjudiciales de estos compuestos
sobre la salud humana. Cada uno de los 17 compuestos tóxicos presenta un nivel
diferente de toxicidad, de manera que para evaluar la toxicidad total de una
mezcla de diferentes congéneres, se ha introducido el concepto de factores de
equivalencia tóxica (TEFs). Ello significa que el resultado analítico referente
a los 17 compuestos se convierte en la suma de cada uno de ellos multiplicado
por su TEF y se expresa como “concentración equivalente de TCDD” o “TEQ”. La
Organización Mundial de la Salud (WHO) ha aprobado un conjunto de factores de
toxicidad referidos específicamente a efectos en humanos, hablándose en este
caso de valores “WHO-TEQ”. Es importante tener en cuenta las recomendaciones de
la Organización Mundial de la Salud de no sobrepasar en la dieta (en humanos)
entre 1 a 4 pg WHO-TEQ/kg de peso y día. Esta recomendación, asumida por otros
organismos internacionales. El Scientific Committee on Food (SCF) de la
Dirección General de Salud y Protección al Consumidor de la UE, recomienda en
sus conclusiones de la Reunión de 22 de Noviembre de 2000 sobre “evaluación de
riesgos sobre la presencia de dioxinas en alimentos”, que una cantidad semanal
de 7 pg WHO-TEQ/kg de peso corporal (body weight) no debería sobrepasarse en la
alimentación.
En una reevaluación del SCF el año 2001 se lleva a 14 pg
WHO-TEQ/kg bw la dosis semanal tolerable. A la vista de las recomendaciones
anteriores, el examen de las vías eventuales de llegada de estos contaminantes
a los humanos debe ser cuidadosamente examinadas. Los procesos de combustión
constituyen una de las fuentes de generación de dioxinas identificadas más importantes.
Las instalaciones de incineración de residuos urbanos constituyeron en sus
primeros tiempos una de las principales causas de contaminación por dioxinas en
su entorno. Sin embargo, después del descubrimiento de este hecho por Olie en
1987, todas estas instalaciones han sido equipadas con equipos de tratamiento
de gases, que minimizan la emisión de dioxinas y en cualquier caso, cumplen con
una legislación extremadamente rigurosa en este aspecto (emisión < 0.1 ng
I-TEQ / m3). Limitar el problema de la presencia de dioxinas al de las
emisiones descartaría la ruta de influencia más importante sobre la salud. Se
conoce actualmente que más del 95 % de las dioxinas que se acumulan en el
cuerpo humano (body burden) provienen de la ingestión de alimentos y que la
contribución por vía de inhalación sería sólo del orden de 1 %. Estas
evaluaciones serían válidas para el caso de población sin exposición
ocupacional.
La presencia de dioxinas en residuos es principalmente peligrosa,
como queda demostrado en los casos que se describen a continuación, a causa del
peligro de transferencia de estos compuestos a los alimentos a través de su
utilización indebida en la elaboración de piensos. En un reciente “European
Science Foundation ad hoc Workshop on Dioxin Food Contamination, se han
revisado diferentes accidentes de contaminación por PCDD/Fs ocurridos en Europa
en estos últimos años (2007-2012), apareciendo la evidencia que prácticamente
todos los casos detectados lo fueron en países que disponen de redes de control
de alimentos y de piensos, o en caso extremo, porque los animales que
ingirieron los piensos contaminados presentaban síntomas graves de
intoxicación. Resulta interesante destacar que según estimación de los
científicos, más del 90% de la contaminación por dioxinas que se acumulan en el
cuerpo humano se produce a través de los alimentos y menos de 10% del aire. De
ahí que determinar la presencia de estos compuestos debería ser hoy una
preocupación de las autoridades sanitarias.
Por consiguiente, la protección de
los alimentos es crucial, por lo que se deben aplicar medidas en el origen para
reducir la emisión de dioxinas, como también, evitar la contaminación
secundaria de los alimentos a lo largo de la cadena alimentaria. En cuanto a
accidentes industriales o tecnológicos, contactos por actividad laboral y
contaminación del aire y ambiente, éstos han disminuido con los años a raíz de
los avances tecnológicos y a la existencia de normas de regulación de las
fuentes de emisión de compuestos tóxicos. (Convenio de Estocolmo - 1991). Dado
que más del 90% de la exposición humana a la dioxina procede de los alimentos
y, muy especialmente de origen animal, es importante la protección de ellos
aplicando medidas en el origen para reducir la emisión de dioxinas, como así
mismo evitar la contaminación secundaria a lo largo de la cadena alimentaria.
El control y la vigilancia de la alimentación animal, de los aditivos
alimentarios y de las sustancias nocivas al medio ambiente, son necesarios para
garantizar la seguridad y la salubridad de los alimentos. De ahí que para
producir alimentos inocuos es necesario y fundamental buenos controles y buenas
prácticas durante la producción, procesamiento, distribución y venta. Las
dioxinas generan preocupación por su alto poder tóxico. Una vez ingresadas en
el organismo persisten en él durante mucho tiempo dado su estabilidad y a su
fijación en el tejido graso donde se almacenan. Los efectos nocivos de las
dioxinas en el organismo son a largo plazo, ellos dependerán del nivel de
exposición, cuando fue, la duración y frecuencia de la exposición. La toxicidad
en el hombre es conocida parcialmente y sólo a corto plazo, por lo que no hay
consenso en qué grado son cancerígenos.
La certeza que las dioxinas son
cancerígenas es débil, ya que ella proviene de extrapolaciones de experiencias
realizadas en animales de laboratorio, lo que no significa necesariamente que
tendrán el mismo efecto en humanos, sin embargo, es suficiente para tener
fundadas sospechas de que también puedan afectar al hombre. Sin embargo, la
Organización Mundial de la Salud ha incluido una dioxina (2.3.7.8 TCDD) en su
lista oficial de sustancias cancerígenas como consecuencia de un estudio
realizado en 25.000 trabajadores expuestos a dosis elevadas en los que se observó
un aumento, pequeño pero significativo, de varios tipos de cáncer. La
exposición breve en cantidades elevadas puede provocar lesiones cutáneas como
acné clórico y manchas en la piel, alteraciones hepáticas, dolores musculares y
articulares, así como también alteraciones neurológicas y psiquiátricas.
En
junio de 2001 el Comité Mixto FAO/OMS, llevó a cabo una evaluación exhaustiva
de los riesgos de las TCDD, los PCDF y los PCB análogos a la dioxina, con el
fin de proporcionar una orientación sobre los niveles de exposición aceptables
partiendo del principio de que hay un umbral para todos los efectos, incluido
el cáncer. El Comité de Expertos estableció una ingesta mensual tolerable de 70
pg por kilo de peso corporal de dioxinas que se pueden ingerir a lo largo de la
vida sin que se produzcan efectos detectables en la salud. Así mismo estableció
una Ingesta Diaria Tolerable (IDT) para las dioxinas de 1 a 4 pg I-EQT por kilo
de peso corporal por día como una media para toda la vida, de forma que, este
valor puede ser sobrepasado sólo por cortos períodos para evitar consecuencias
en la salud. El sentido de esta indicación es que el alimento tenga la menor
cantidad posible de dioxinas. Las referencias de contenidos máximos de TCDD y
PCDF se expresan en Equivalentes Tóxicos de la Organización Mundial de la Salud
(EQT-OMS), utilizando los factores de equivalencia de la toxicidad de la misma
Organización con la finalidad de poder determinar la toxicidad de las
diferentes sustancias y facilitar la evaluación del riesgo y los controles
reglamentarios. La variabilidad de valores de ingesta diaria ha determinado la
necesidad de adoptar criterios armonizadores y medidas comunitarias para
proteger la Salud Pública y garantizar la unidad de mercado.En productos de origen animal la propuesta fija los límites máximos para
la carne procedente de bovinos y ovinos, un contenido de 3 pg. EQT TCDD/F-OMS/g
grasa. Para aves de corral y caza de cría se establece un contenido máximo de 2
pg EQT TCDD/F- OMS/g grasa y 1 pg EQT TCDD/F-OMS/g grasa para los cerdos. Para
hígado y productos derivados se ha fijado niveles máximos de 6 pg. EQT
TCDD/F-OMS/g grasa. E relación a los productos de pesca fija un contenido
máximo de 4 pg EQT TCDD/F-OMS/g grasa, para la carne de pescado, productos de
la pesca y derivados. Para la leche y productos lácteos, incluida la grasa
láctea y los huevos de gallina y ovoproductos se ha fijado contenidos máximos
de 3 pg EQT TCDD/F-OMS/g grasa.
La reducción de exposición a las dioxinas es un objetivo importante
desde el punto de vista de la Salud Pública. El mejor camino a seguir para
disminuir los niveles de dioxinas y los riesgos asociados, es reducir la
exposición y la ingesta de esta sustancia contenida en los alimentos. Como las
dioxinas se fijan a la grasa, el consumo de carnes magras, de leche y productos
lácteos, pescados, mariscos con bajo contenido graso puede ser importante para
reducir la ingesta de esta sustancia, lo que contribuye además a prevenir la
obesidad, reducir el riesgo de infarto por el colesterol y otras enfermedades
crónicas. La forma de combatir la ingesta de dioxina a través de los alimentos
no es prescindir de productos con contenido graso, sino que consumirlos en su justa
medida y seguir una alimentación variada. De esta manera no se evita el consumo
de dioxina, pero sí se reduce a mínimos tolerables. Exposiciones crónicas a
escasas dosis implica un efecto cancerígeno, desordenes de la función de
reproducción, efecto sobre el sistema nervioso central en desarrollo y sistema
inmunitario. Una disfunción en el sistema inmunitario puede significar una
mayor sensibilidad a la infección, aumentar la probabilidad de desarrollo de
algunos tipos de cánceres, aparición de alergias o enfermedades autoinmune. La
difusión transplacentaria de estos compuestos expone al feto a alteración en el
desarrollo y malformaciones debido a la lactancia materna con contenidos de
dioxina en la grasa láctea. La contaminación de los alimentos con dioxinas, por
los efectos que provoca, constituye un riesgo para la salud pública, por lo que
es necesario adoptar medidas para reducir el nivel de contaminación fijando un
límite máximo de contaminantes en los productos alimenticios. El cálculo de la
ingesta máxima diaria puede contribuir a prevenir problemas de salud. La
contaminación de los alimentos con dioxinas constituye un riesgo para la salud
pública, por lo que es necesario adoptar medidas para reducir su nivel de
contaminación. En este sentido una estrategia global para reducir la presencia
de dioxinas en los alimentos fue fijar el límite máximo de estas sustancias en
varios productos alimenticios.
Una de las prioridades de seguridad es
establecer científicamente los contenidos máximos admisibles de ingesta de
dioxinas (TCDD) y furanos (PCDF) presente en los alimentos de origen animal y
no para los PCB similares a las dioxinas ya que se carecen de datos
suficientes. Los contenidos máximos se han establecido respecto a determinados
productos alimenticios de origen animal y de pesca, leche y productos lácteos,
aceite de vegetales, de pescados y de grasas animales. Para facilitar la
evaluación del riesgo y los controles reglamentarios se utiliza el concepto de
Factor de Equivalencia Tóxica (FET). Estos FET de cada sustancia se multiplican
por sus respectivas concentraciones, sumándose luego para obtener la
Concentración Tóxica Equivalente (TEQ) con el objeto de poder determinar la
toxicidad de las diferentes sustancias. Para ello, se utiliza la TCDD como
compuesto de referencia, y a las demás dioxinas se les asigna una potencia
tóxica en relación con la TCDD a la que se le asigna valor 1. Durante los
últimos 20 años, en la OMS se ha revisado periódicamente los FET de las
dioxinas y a compuestos conexos y, de esta manera, ha establecido los valores
FET aplicables al ser humano, otros mamíferos (estos actualizados el 2005), las
aves y los peces. Estos FET internacionales se han desarrollado para ser
aplicados en la evaluación y gestión de riesgo adoptados oficialmente por
varios países como Canadá, Japón, Unión Europea y los Estados Unidos. La
eliminación de la grasa de la carne y el consumo de productos lácteos con bajo
contenido graso pueden reducir la exposición a la dioxina. Esto constituye una
estrategia a largo plazo importante para reducir la carga corporal y
probablemente sea más importante en las niñas y mujeres jóvenes, con el fin de
proteger la exposición del feto y de los lactantes amamantados. El análisis
químico de dioxina en los alimentos requiere de métodos sofisticados de los que
sólo algunos laboratorios en el mundo pueden hacerlo, ubicados la mayoría de
ellos en países industrializados. El análisis requiere combinar técnicas muy
costosas, una espectrometría de masas de alta resolución acoplado a un
cromatógrafo de gases, el que es capaz de separar y discriminar entre
compuestos con estructuras y pesos moleculares similares. Se están
desarrollando métodos biológicos de cribado, basados en células o anticuerpos,
cuya utilización en las muestras de alimentos aun no está suficiente validada,
sin embargo, estos métodos de cribado permitirán realizar más análisis a un
costo menor. En 1997 la IARC, Internacional Agency for Research on Cancer,
agencia dependiente de la Organización Mundial de la Salud, incluyó la dioxina
2,3,7,8-TCDD entre las sustancias del Grupo 1 de su clasificación, el grupo de
carcinógenos humanos probados. Las principales fuentes antropogénicas de
contaminación por dioxinas son la incineración de los residuos urbanos,
industriales y hospitalarios, la fabricación de papel y las industrias
cementera, química (fabricación de herbicidas y PVC) y siderúrgica. En términos
cuantitativos la incineración de residuos ocupa un destacado primer lugar como
responsable de estas emisiones contaminantes.
Tras depositarse en el suelo y
las aguas, las dioxinas se introducen en la cadena alimentaria y a través de
los alimentos se acumulan en el organismo humano, en cuyos tejidos pueden
llegar a permanecer entre 7 y 11 años. Se estima que alrededor del 90% de la
exposición humana a las dioxinas se debe a la presencia de estas en los
alimentos que consumimos y solo un 10% a la contaminación del aire que
respiramos. La mayor parte de las fuentes indican que la carne, los productos
lácteos, los pescados y los mariscos son los alimentos más contaminados por
dioxinas. A la luz de los resultados del informe de la EFSA, sin embargo,
parece que el pescado es el alimento más contaminado a gran distancia de los
demás y que no existen diferencias muy significativas entre los restantes
grupos de alimentos en conjunto, puesto que hay algunas carnes y lácteos con
contenidos en dioxinas inferiores a los de las frutas, hortalizas y cereales.
También es cierto que durante los últimos años parecen haberse producido
disminuciones muy significativas en los contenidos en dioxinas de algunos
alimentos, como es el caso de las carnes de ternera, cerdo y pollo que, según
el informe de 2008 del USDA (Departamento de Agricultura de EEUU) sobre la
contaminación por dioxinas de los alimentos, a mediados de los años 90
presentaban niveles medios de contaminación de 1,31, 1,42 y 2,23 (en pg por
gramo de alimento) respectivamente, mientras que en los años 2002-2003 estos
mismos alimentos presentaban niveles medios de contaminación de 0,84, 0,22 y
0,29 (en pg por gramo de alimento) respectivamente.
En cuanto a los productos
cárnicos y lácteos, una recomendación general encaminada a la reducción de la
ingesta de dioxinas es la de consumir carnes magras y lácteos bajos en grasa,
ya que es en los tejidos grasos donde se acumulan estas sustancias y puede
haber diferencias muy importantes en las cantidades ingeridas de estos
contaminantes dependiendo del contenido en grasa del alimento. Con el
crecimiento que ha tenido en los últimos años la industria del plástico y
productos que generan este tipo de contaminación, se produjo un aumento en los
niveles de dioxina ambiental que podría alcanzar niveles críticos. Está
quedando de manifiesto que la población humana y particularmente aquellas
personas expuestas a un nivel de dioxinas superior a la media, por ejemplo por
la dieta, tienen el riesgo de sufrir efectos adversos por la acumulación de
dioxinas a lo largo de la vida. Los fetos y recién nacidos son el sector de
población más sensible. La cantidad y persistencia de los niveles corporales
actuales de dioxinas significa que todas las fuentes de contaminación de
dioxinas deben ser finalmente eliminadas si se pretende reducir
significativamente los niveles de exposición a estas sustancias.
En la 32
Conferencia Internacional sobre la protección del Mar del Norte (1990) se
acordó: "reducir todos los vertidos de las sustancias que ocasionan un
mayor riesgo al ambiente marino, y al menos dioxinas, mercurio, cadmio y plomo,
en un 70% o más entre 1985 y 1995, teniendo en cuenta que el uso de la mejor
tecnología disponible o medidas tecnológicas que generan menos residuos
permiten estas reducciones". El Convenio de París acordó en septiembre de
1992 el siguiente compromiso: "Debería ser responsabilidad del Convenio
(de París) redactar planes para reducir y eliminar progresivamente las
sustancias que son tóxicas, persistentes y con tendencia a bioacumularse y que
proceden de vertidos desde tierra;" Las partes contratantes del Convenio de
Barcelona acordaron en 1993 eliminar progresivamente los vertidos desde tierra
al Mediterráneo de las sustancias que se conocen sospechan como tóxicas. Se
aprobaron las siguientes recomendaciones (UNEP, 1993): " ... las partes
contratantes deberán reducir y eliminar progresivamente para el año 2.005 los
vertidos al medio ambiente de sustancias tóxicas, persistentes y
bioacumulativas indicadas en el protocolo LBS, particularmente de los
compuestos que tienen estas características..." y: "...promover medidas
para reducir los vertidos al mar y facilitar la eliminación progresiva para el
año 2.005 de sustancias cancerígenas, teratogénicas y/o mutagénicas." Todos
los usos del cloro y de los compuestos organoclorados pueden generar dioxinas
en una fase o más de su ciclo de vida. La eliminación progresiva de las
dioxinas necesita, por lo tanto, la eliminación progresiva de toda la industria
química del cloro. En los sectores principales de producción de dioxinas para
los que existen alternativas disponibles y eficaces, se deben tomar medidas
inmediatas para llevarlas a cabo. Para los sectores que necesitan más tiempo se
deben fijar plazos de eliminación de dioxinas. Las fuentes principales de
dioxinas que necesitan urgentemente considerarse son: Incineración y otras
fuentes de combustión: en primer lugar, no deberían concederse permisos para la
construcción de nuevas incineradoras de productos y residuos clorados y en
segundo lugar, los permisos actuales deberían incluir plazos para eliminar
todas las fuentes de generación de dioxinas.
Finalmente, la adición de
sustancias cloradas a los combustibles, incluyendo la gasolina y los aceites de
motor debería eliminarse inmediatamente. En la actualidad, existen tecnologías
alternativas al blanqueo de la pasta y papel, como métodos basados en oxígeno y
otros compuestos no clorados cuyo uso está aumentando. El uso del cloro en este
sector puede evitarse y debería eliminarse progresivamente. Se debería
desarrollar un programa de eliminación progresiva de la fabricación y uso del
PVC hasta conseguir el nivel cero. La prohibición de los productos de PVC de
corta duración como juguetes, embalajes y equipo médico no esencial debería
hacerse efectiva inmediatamente. Todos los usos del PVC en áreas sensibles al
fuego y los productos que vayan a ser incinerados tendrían que ser prioritarios
en un programa de plazos para eliminar progresivamente el PVC. Es preciso
elaborar un programa de eliminación progresiva de estos compuestos,
especialmente los empleados al aire libre, por ejemplo los pesticidas y
sustancias como 1,4-diclorobenceno que tienen un amplio uso doméstico. En este
sentido, los productos que se asocian con la generación de residuos altamente
contaminados con dioxinas, como los clorofenoles, deberían ser prioritarios.
"SOMOS LO QUE HACEMOS REPETIDAMENTE. EXCELENCIA, POR LO TANTO, NO ES UN ACTO SINO UN HÁBITO"
ARISTOTELES
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