HISTORIA DE LA BROMATOLOGIA (I Parte)
El interés del
conocimiento histórico en la enseñanza de la Ciencia ya fue fomentado por
Pasteur quien decía que "es conveniente que los alumnos conozcan y
recuerden los esfuerzos individuales de los primeros investigadores al adoptar
sus técnicas de trabajo, e incluso los métodos utilizados en su elaboración.
Los educadores deben intentar que los alumnos sepan la difícil gestación de
muchos de éstos, con el fin de aclarar y ensanchar su inteligencia y, con ello,
hacerlos aptos para producir Ciencia por sí mismos".
El origen de la
Bromatología, y por tanto de la Higiene, Inspección y Control Alimentario,
puede remontarse a los propios inicios de la historia del hombre, en el intento
de éste por conseguir alimentos que satisfagan sus necesidades nutritivas. Por
otra parte, si la alimentación es consustancial con la especie humana, las
normas higiénicas, más o menos elementales, van necesariamente unidas a ésta.
Esta dependencia del suministro alimenticio obligó al hombre a profundizar en
el estudio de los alimentos, siendo éste el punto de partida de la evolución
histórica de la Bromatología como Ciencia. Las primeras prácticas de higiene
alimentaria las realizó el hombre primitivo cuando aprendió a distinguir aquellos
alimentos tóxicos o contaminados que, como indicaba Hipócrates, su consumo era
con frecuencia causa de disturbios gastrointestinales.
ARISTOTELES |
De hecho, tal vez fuese
la mujer, que en épocas primitiva era la encargada de la recolección de frutos
y bayas para la alimentación, la primera en realizar un control de los
alimentos, diferenciando de forma intuitiva los alimentos dañinos de los que no
lo eran y estableciendo una relación causa-efecto entre la ingestión de un
alimento determinado y el malestar digestivo producido al cabo de cierto
tiempo. Ante la necesidad de una mayor cantidad de alimentos, se desarrollaron
actividades como la caza y la domesticación de animales que supusieron un
cambio de la tradicional dieta vegetariana (recolección frutas y semillas) a un
mayor consumo de carnes y vísceras de animales. El descubrimiento del fuego
también supuso una modificación trascendental de los hábitos alimentarios y
tuvo consecuencias importantes en la higiene alimentaria desde el punto de
vista de la conservación de los alimentos. El desarrollo de la agricultura en
el cercano Oriente supuso la aparición de civilizaciones caracterizadas por un
conocimiento agrícola avanzado en los cultivos de distintos cereales como el
trigo, arroz, cebada, avena y mijo. Estos avances en la producción y obtención
de alimentos obligaron al hombre a iniciarse en el campo del procesado y
conservación de los mismos.
Destacan las civilizaciones egipcias, griegas y
romanas que ya elaboraron alimentos como el pan, vino, aceite de oliva, queso,
cerveza, miel, aplicaron técnicas de salazón y ahumado para la conservación de
pescados y carnes y produjeron conservas de alimentos, tanto en vinagre como en
salmuera. En este contexto, el hombre comienza a preocuparse por la relación
entre el consumo de alimentos y la aparición de enfermedades, empezando a
reconocer empíricamente los alimentos con sustancias nocivas responsables de
intoxicaciones alimentarias. A este respecto, destaca la preocupación de las
distintas religiones a la hora de practicar en condiciones higiénicas los
sacrificios de los animales que se ofrecían a los dioses y proceder al
posterior reconocimiento de sus carnes. De hecho, existen referencias
históricas del antiguo Egipto sobre prácticas de inspección de la carne,
encomendadas a las castas sacerdotales que ejercían la medicina en los templos
(Parisier, 1975).
También, entre los pobladores de las regiones del Tigris y Éufrates,
las prácticas de higiene de los alimentos eran de exclusiva misión sacerdotal.
Quizás por ello, las primeras religiones establecieron una cierta legislación
alimentaria, en forma de preceptos y prohibiciones religiosas, y una policía de
alimentos que fue, en los primeros tiempos, una función sacerdotal. Hace siglos
que las leyes de los israelitas detallaban los alimentos que podían ser comidos
y los que debían de ser rechazados, las formas de prepararlos, las medidas de
limpieza a adoptar por los manipuladores, las prácticas correctas del
sacrificio y de la inspección de los animales, tal y como queda recogido en el
libro El Talmud.
Existen datos de que, ya en la Grecia Clásica, se aplicaban
ciertas normas higiénicas en la inspección de los alimentos, en especial sobre
la carne por su facilidad para alterarse, ya que se conocían los efectos
patológicos de algunos parásitos en la carne. En la antigua Roma, las carnes, y
los productos alimenticios en general, se sometían a la inspección de la
autoridad estatal, representada por los Praefecti (Praefectus annonae y
Praefectus urbís) y realizada la inspección directa por los Aedili curuli,
funcionarios que atendían a los impuestos y al control de alimentos (aptos o no
aptos). Del año 150 a.C. datan las primeras multas por venta de carnes no
inspeccionadas previamente. Ya no se realizaban sacrificios rituales sino
matanzas regladas, diseñándose los primeros mataderos. Los romanos instituyeron
la inspección oficial de los abastecimientos de víveres, puesto que con
frecuencia se adulteraban el pan, el vino, la leche, la cerveza y hasta el
pescado.
En el Antiguo Testamento se recogen las primeras referencias escritas
sobre la higiene de los alimentos, concretamente en los libros 3º y 5º del
Pentateuco, Levítico y Deuteronomio respectivamente. En el Levítico (cap. XXI y
XXII) se recogen normas higiénicas de actuación de los sacerdotes durante el
sacrificio de los animales “...ni ejercerá su ministerio si fuere ciego, si
cojo, si de nariz chica, o enorme, o torcida, si de pie quebrado, o mano manca,
si corvado, si legañoso, si tiene nube en el ojo, si sarna incurable, si algún
empeine en el cuerpo o fuera potroso”, así como las condiciones higiénicas de
los animales destinados al sacrificio, "si el animal es ciego, si
estropeado, si tuviese matadura o verrugas, o sarna, o empeines, no le
ofrezcáis al Señor, ni hagáis quemar nada de él sobre el altar del Señor".
En el Deuteronomio (cap. XII y XIV) se describen los animales que se consideran
limpios que pueden consumirse y los inmundos que están prohibidos. Según este
libro, los animales aptos para servir de alimentos al hombre deben de tener la
pezuña hendida y rumiar, mientras que la carne procedente de animales heridos,
muertos o enfermos, la carne de animales y aves de rapiña, los reptiles y la
carne de cerdo se prohibía su consumo. Entre los animales de medio acuático,
sólo se consideran comestibles los peces con aletas y escamas. Estos preceptos
eran consecuencia del riesgo, por aquellos tiempos ya conocido, de transmisión
de ciertas enfermedades bacterianas y parasitarias asociado al consumo de estos
tipos de carne.
CONTINUARÁ..............
Estimado amigo: con tu venia voy a publicar alguno de tus artículos en mi Facebook: https://www.facebook.com/seguridad.alimentaria.5
ResponderBorrarBUENOS DÍAS CARLOS. COMO NO, CON MUCHO GUSTO, OJALA SIRVA LA ENSEÑANZA.......SALUDOS.
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